Coches como canguros
Todas las autoridades municipales se empe?an en que los habitantes usen el metro, el autob¨²s, el tranv¨ªa y, sin embargo, el coche ha sido promovido entre la poblaci¨®n como una se?a inseparable de su urbanizada identidad. Se pueden hacer muchas cosas sin coche pero es dif¨ªcil imaginar a un alto porcentaje de gente sin ¨¦l, no siendo pobre. Coche y desarrollo, desarrollo y coche, van juntos, tanto en los ¨ªndices de confianza de consumidor como en las cifras de empleo. Si las ventas de autom¨®viles van mal un sinf¨ªn de industrias, directas o auxiliares se despe?an.
El accidente de tr¨¢fico es una plaga insoportable pero el cierre de la f¨¢brica de coches significa una tragedia que, a menudo, afecta a poblaciones enteras. Con todo, cuantas dificultades se le ocurran a una alcald¨ªa para reducir el uso del coche reciben el aplauso del gent¨ªo. Acaso porque, a estas alturas, el coche ha adquirido, por diferentes razones, el car¨¢cter de objeto demonizado.
El autom¨®vil ha sido expulsado de los reinos de la distinci¨®n. Ahora se aproxima a las mascotas
Aunque ambiguamente demonizado. Porque si, de un lado, las campa?as contra su empleo son aplaudidas, la extrema vigilancia policial es vivamente protestada. De hecho, el desprestigio del conductor ha llegado unido al creciente descr¨¦dito del autom¨®vil. No se puede tener un coche de superior cilindrada porque enseguida evoca el homicidio, no se puede tener un coche de gasoil porque contamina y mata, no se puede usar la velocidad sin riesgo de caer en el delito.
Hace cincuenta a?os, el coche no fue solo un icono sino que tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo se convirti¨® en la muestra m¨¢s vistosa y alegre del progreso. De una parte nos llevaba enseguida de aqu¨ª para all¨¢, nos liberaba de los entornos censores, nos confer¨ªa una autonom¨ªa y hasta un reconocimiento personal que parec¨ªa culminar la Declaraci¨®n de los derechos del hombre y del ciudadano de siglos antes.
Y no se diga ya cuando no solo los hombres conduc¨ªan, sino que tambi¨¦n las mujeres, en cuanto iguales, tomaron el mando del volante Hombres y mujeres montados en los coches hac¨ªan subir tanto el nivel de vida como el nivel de igualdad y su independencia rec¨ªproca. El coche no era de por s¨ª antimatrimonial pero ?qui¨¦n puede decir que no desempe?ara una funci¨®n m¨¢s libre? Miles de kil¨®metros de autopistas en Estados Unidos o en Europa rubricaban espacialmente la magnitud del progreso.
Ahora, en cambio, todo parece al rev¨¦s y el dise?o de algunos nuevos modelos viene a corroborarlo. Desde la agresividad que mostraban los grandes coches norteamericanos de los cincuenta a la coquilla familiar que introdujo Italia con el Cinquecento, Espa?a con el 600, Alemania con el Beetle o Francia con el 2 Caballos, discurri¨® toda una gama en pro de la unidad familiar y sus fantas¨ªas end¨®genas.
Todo esto, sin embargo, ha ca¨ªdo en picado. Los coches ahora son coreanos, chinos o indios antes de ser japoneses como se?al de que el producto ha sido expulsado de los reinos de la distinci¨®n. El coche es -salvo excepciones- una vieja insignia de valor. Pero es, sin embargo, pese a las leyes que quieren acabar con ¨¦l -dentro de las ciudades, especialmente- una mezcla de sujeto y objeto que se aproxima a la entidad de los animales dom¨¦sticos apegados como un animado amor.
El movimiento que hoy representa esta nueva situaci¨®n se patentiza en los dise?os que ahora rehuyen convertir al auto en una m¨¢quina de velocidad y lo representan, morfol¨®gicamente, como algunos caracteres de las mascotas.
Porque las mascotas, a diferencia de los coches, han logrado una formidable aceptaci¨®n. Son d¨®ciles, nos acompa?an, nos aman y si las miramos a los ojos les hacemos sentir aquello que en cada momento elijamos para ser felices. Las mascotas son tanto una amistad como un segundo yo, un amigo que nos quiere y un yo que siempre tiene raz¨®n.
Los coches, en consecuencia, har¨¢n bien ahora en imitar las formas de las mascotas. No son ya los cohetes afilados y espaciales caracter¨ªsticos de la prosperidad agresiva de los a?os cincuenta sino los mu?ecos oblongos de calandras org¨¢nicas, los vientres felices que se apegar¨¢n por dentro y por fuera a nuestra piel emocional.
De hecho, en algunos de los ¨²ltimos prototipos se han mostrado, adem¨¢s, modelos recubiertos de pintura mate. No la capa distante del brillo, el blindaje de lo metalizado o a la fulgencia de la sensaci¨®n plateada sino que los nuevos coches se preparan como room-mates, compa?eros de habitaci¨®n. Amigos grandes o peque?os que nos albergan mansamente y con los que, seg¨²n las leyes, seg¨²n los tiempos, nos transportan de un sitio a otro como en una bolsa marsupial donde se pierde el nervioso sentido de la carrera y predomina el confort.
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