Lecciones del falso 'caso Strauss-Kahn'
Ahogar el establecimiento de la verdad bajo un chorro de im¨¢genes dignas de un mal 'reality show' no es propio de EE UU. En esta ocasi¨®n, sin embargo, ese pa¨ªs ha alcanzado la cumbre de la obscenidad
No s¨¦ por d¨®nde andar¨¢ el muy probablemente falso caso Strauss-Kahn cuando aparezcan estas l¨ªneas. Pero, sin especular sobre el futuro, sin construir castillos en el aire respecto a su regreso a la pol¨ªtica ni, a¨²n menos, hip¨®tesis arriesgadas sobre los or¨ªgenes de esta tenebrosa historia, de lo ocurrido se pueden extraer las primeras lecciones:
1. La canibalizaci¨®n de la justicia por el espect¨¢culo. Esa forma de ahogar el establecimiento paciente de la verdad bajo un chorro de im¨¢genes dignas de un mal reality show no es propia de Estados Unidos. Sin embargo, hay que reconocer que, en esta ocasi¨®n, el pa¨ªs ha alcanzado la cumbre de la obscenidad. Obsceno, como dije desde el primer d¨ªa, ese famoso perp walk, esa forma de humillar, encadenar, arrastrar por el lodo a un hombre cuya muda nobleza no se ha visto mermada hasta ahora. Obscenos, cuando lleg¨® con Anne Sinclair a la audiencia del 6 de junio, los "deber¨ªa darte verg¨¹enza" lanzados por un regimiento de camareras de hotel que no sab¨ªan nada del sumario y cuya histeria linchadora formaba parte de la puesta en escena. Y obscenas, finalmente, las ruedas de prensa improvisadas por el abogado de la demandante en las escalinatas del palacio de justicia: si hay una violaci¨®n, por supuesto simb¨®lica, pero probada, es, por el momento, la de la se?orita Diallo a manos de su propio defensor, que disfrutaba, oh, s¨ª, disfrutaba tanto de poder describir as¨ª, ante las c¨¢maras del mundo entero y en los t¨¦rminos m¨¢s crudos, las partes m¨¢s ¨ªntimas del cuerpo de su cliente.
Resulta alucinante que tantos editorialistas, grandes conciencias y feministas hayan podido caer en la trampa
Devolver la palabra a los humildes y a los sin voz es una cosa; considerarlo como palabra revelada es otra
2. El robespierrismo de esta puesta en escena. Porque, en el fondo, ?qu¨¦ es el robespierrismo, sino esa forma de adue?arse de un hombre de carne y hueso, de deshumanizarlo, transform¨¢ndolo en un s¨ªmbolo, y de coser en la piel de ese s¨ªmbolo todo lo que se ha decidido odiar en este mundo? Pues bien, no hay m¨¢s remedio que admitir que Estados Unidos, pragm¨¢ticos y rebeldes ante las ideolog¨ªas, han ca¨ªdo en eso. Y nosotros con ellos. Durante esas locas semanas, Dominique Strauss-Kahn ya no era Dominique Strauss-Kahn. Era el espejo del mundo de los banqueros blancos y globalizados. Y la se?orita Diallo era, frente a ¨¦l, la encarnaci¨®n de las mujeres humilladas, maltratadas y, por a?adidura, inmigrantes y pobres. El problema es que eso sigue sin ser la justicia. Esta no enfrenta s¨ªmbolos, sino personas. Salvo cuando cae en lo que Condorcet, una de tantas v¨ªctimas de Robespierre, llamaba "el celo compasivo de los pretendidos amigos del g¨¦nero humano" y que, en esta ocasi¨®n, llamaremos "el linchamiento compasivo de los pretendidos amigos de las minor¨ªas".
3. Pues, todav¨ªa en Francia, el robespierrismo siempre ha hecho buenas migas con ese otro ismo, aparentemente su contrario, en realidad, su gemelo parad¨®jico, que es el barresismo. ?Qu¨¦ es el barresismo? Es esa visi¨®n del mundo que, en pleno apogeo de otro caso, fue capaz de decir: "El que Dreyfus es culpable lo deduzco, no de sus actos, sino de su raza". Evidentemente, el caso Strauss-Kahn no es el caso Dreyfus. Pero est¨¢ claro que al reducir este debate de derecho a un combate metaf¨ªsico entre humildes y poderosos se ha dado pie, como anta?o en el caso del notario de Bruay-en-Artois, a una nueva variante del enunciado de Barr¨¨s: "El que Strauss-Kahn es culpable lo deduzco, no de su raza, por supuesto, sino de su clase". Lo que, en el fondo, viene a ser lo mismo. Y resulta alucinante que tantos editorialistas, tantas grandes conciencias y, de paso, tantas feministas hayan podido caer en la trampa de este barresismo invertido.
4. Y m¨¢s teniendo en cuenta que a todo esto ha venido a a?adirse otra tentaci¨®n propia de nuestro tiempo, que es la sacralizaci¨®n de la palabra de la v¨ªctima. Pong¨¢monos de acuerdo. Si he tomado parte en un combate a lo largo de mi vida; si, en efecto, hay un combate sagrado para m¨ª, es el que consiste en devolver la palabra a los humildes y a los sin voz -de los que sin duda forma parte la se?orita Diallo-. Pero devolver la palabra es una cosa. Considerarla como palabra revelada es otra. Y el hecho es que hemos pasado, tambi¨¦n aqu¨ª, de un extremo al otro. La ¨¦poca en que la palabra de las v¨ªctimas del orden mundial era desacreditada por principio dej¨® pas¨® a una ¨¦poca en que, por principio, es acreditada con todos los prestigios y todas las inocencias. Y esto, una vez m¨¢s, es lo contrario de la justicia.
5. Una ¨²ltima palabra. Como enseguida sospech¨¦, en este caso ya hay una v¨ªctima: ese hombre, Dominique Strauss-Kahn, cuya vida y honor han sido arrojados a los perros. Pero hay otra, tanto en Estados Unidos como en Europa, que es el principio mismo de la presunci¨®n de inocencia. Este principio ha sido pisoteado por unos tabloides que han rivalizado en abyecci¨®n al transformar a Strauss-Kahn en un "monstruo" y un "pervertido". Ha sido pateado por esa parte de la prensa "presentable" que, como Time Magazine, en una cubierta que ilustraba la "arrogancia" de los "poderosos" con la fotograf¨ªa de un cerdo, hizo lo que los peores periodicuchos no se atrevieron a hacer. Ha sido destrozado por los bur¨®cratas del FMI, que, al obligarlo a dimitir, cuando en realidad no sab¨ªan m¨¢s que las camareras del 6 de junio, se han cubierto de verg¨¹enza. Y, finalmente, ha sido pulverizado a ambos lados del Atl¨¢ntico por los batallones de tejedoras y tejedores del Tribunal Popular Permanente -durante la Revoluci¨®n Francesa, las tejedoras (tricoteuses) eran las mujeres que asist¨ªan a las sesiones del Tribunal revolucionario y a las ejecuciones mientras hac¨ªan calceta- que, en los medios de comunicaci¨®n y en las conversaciones, en los plat¨®s de televisi¨®n y en el caf¨¦ de la esquina, lo han puesto en la picota con un j¨²bilo pornogr¨¢fico. Como m¨ªnimo, esto merece un examen de conciencia colectivo.
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.