El baile con enjundia
Con dos generosas horas y media de intensa descarga salsera es casi imposible no agitar las caderas hasta el borde de la contractura. Pero si como oficiante nos encontramos con el se?or Blades Bellido de Luna, don Rub¨¦n, conviene no confiarlo todo a la energ¨ªa cin¨¦tica y reservar algo a las entendederas. Porque Blades puede resultar divertido, trepidante y arrollador, pero no da puntada sin hilo. Y sus historias son peque?os tratados sociol¨®gicos y pol¨ªticos ante los que merece la pena estar con los o¨ªdos abiertos. Quiz¨¢s la vieja definici¨®n de "salsa intelectual" suene solemne, as¨ª que dej¨¦moslo en que lo de este ilustre paname?o es baile con enjundia.
Hab¨ªamos tenido entre 2004 y 2009 a El Poeta de la Salsa muy atareado como ministro de Turismo en el Gobierno de Mart¨ªn Torrijos, y hab¨ªa anoche muchas ganas de reencontrarse con ¨¦l en Puerta del ?ngel, un escenario abarrotado (2.500 personas) como no suele suceder en los Veranos de la Villa. Blades respondi¨® a las expectativas: empez¨® la actuaci¨®n a las 21.30, media hora antes de lo habitual; puso a su Orquesta de Roberto Delgado en ebullici¨®n desde el primer momento y se dej¨® en el empe?o piel y garganta, esta ¨²ltima no muy sobrada de fuerzas en alg¨²n pasaje.
Blades es un estupendo bru?idor de historias, cantadas y contadas
Cumplir¨¢ este s¨¢bado 63 a?os, una edad relevante, pero dista a estas alturas de flaquear. Practic¨® un bailoteo nada desaforado, propio de un hombre dispuesto a dar guerra. Acab¨® deshaci¨¦ndose de las gafas, se?al de que no le hac¨ªan mucha falta. Y el sombrero es pura coqueter¨ªa: no le afectan las carencias capilares. Con el calor de los metales y su locuacidad sabia y cercana era f¨¢cil sentirse a gusto con ¨¦l.
Blades es un estupendo bru?idor de historias. No solo cantadas en esas letras l¨²cidas de quien observa la realidad con mirada cr¨ªtica y curiosa, sino tambi¨¦n contadas. Sus disertaciones retratan a un hombre sabio y humilde que sabe de d¨®nde proviene y a qui¨¦n estar agradecido. "Mi primer diploma universitario fue una rev¨¢lida familiar; ni mi madre ni mi padre pudieron estudiar y se sacrificaron para que nosotros s¨ª lo hici¨¦ramos", confes¨® justo antes de rescatar un tema de 1975, El cazanguero, que nunca hab¨ªa llevado a los escenarios. El cantante se encuentra ahora, por cierto, a un paso de doctorarse en Derecho por la Universidad neoyorquina de Columbia.
Consciente de que su herencia es sustanciosa, el autor de Pedro Navaja no escatim¨® en miradas a un pasado por el que puede sentir orgullo. Sus tiempos primerizos junto a las estrellas del sello Fania revivieron con Juan Pachanga, y los or¨ªgenes humildes ("Yo nac¨ª en la pensi¨®n Panamericana, en el barrio de San Felipe") afloraron en Plaza Herrera.
Los cl¨¢sicos se suced¨ªan entre muestras de j¨²bilo. Buscando guayaba, con su arrolladora tormenta de trombones. La m¨ªtica Plantaci¨®n adentro se enriqueci¨® con la presencia inesperada del trompetista Jerry Gonz¨¢lez. Y Decisiones gozar¨¢ siempre de la simpat¨ªa adicional que se dispensa a las obras proscritas, en este caso porque la dictadura paname?a consider¨® que atentaba contra la moral. Los relatos de adulterio o de esas menstruaciones que quiz¨¢s no lleguen siempre pusieron nerviosos a los adalides de la pacater¨ªa.
Hasta seis m¨²sicos de metales dispone la orquesta en lo alto de la tarima. Este cantor, poeta, actor y pol¨ªtico no ces¨® de piropear al p¨²blico ("Yo tengo ropa m¨¢s vieja que t¨², pero no tan bonita") ni de esbozar cotidianas reflexiones. "Hay gente en el mundo tan pobre que solo tiene dinero", le espet¨® a los poderosos. Pero aquel ni?ito del barrio de San Felipe atesora versos mucho m¨¢s valiosos que un grueso fajo de billetes.
![Rub¨¦n Blades, durante el concierto celebrado ayer en Madrid.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/YABOG2Q3GXGHIQCJROBEK3RKDU.jpg?auth=713c336cfc5322f6a6860d48307d94aab1950db3609e99a2b389222d9c5e29f9&width=414)
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.