Indicadores de capacidad de carga
Ser¨¢ interesante ver c¨®mo el nuevo Ayuntamiento, de momento con un programa tan indefinido, afronta alguno de los problemas end¨¦micos de la ciudad. Pongamos tres ejemplos: La Rambla, los entornos de la Sagrada Familia y el parque G¨¹ell. Los tres son distintos en su configuraci¨®n, pero tienen en com¨²n el colapso que se genera por ser espacios muy delimitados y por demostrar una relaci¨®n servil y ambigua con el turismo, al no tener en cuenta la capacidad de carga de cada lugar y permitir malos usos.
No se puede negar la degradaci¨®n que se ha ido produciendo en La Rambla: la ¨²ltima generaci¨®n de quioscos dedicados al consumo desmerece los precedentes de quioscos para p¨¢jaros, peri¨®dicos y flores, de formas elegantes, ligeras y con cuatro caras. Posiblemente a cada producto le corresponda su forma, y la de los quioscos para turrones, helados y camisetas ha de ser lo m¨¢s vulgar posible y han de dar la espalda a la vida urbana de las aceras. La Rambla, que hab¨ªa caracterizado a Barcelona, es hoy una v¨ªa que todo barcelon¨¦s evita y atraviesa r¨¢pidamente, y huye de ella al salir de las bocas de metro. Caminar por La Rambla, tan necesitada de un redise?o del mobiliario urbano, significa entrar en un colapso de turistas de todo tipo que se arremolinan en torno a trileros y estatuas vivientes, y que se sientan en terrazas de bares de falsa variedad.
Hay pocas ciudades que permitan aparcar justo al lado de la catedral o de los monumentos m¨¢s significativos
Por end¨¦mico, el problema del exceso de autocares en los alrededores de la Sagrada Familia no ha dejado de ir empeorando. Los vecinos reclaman desde 2008 un mayor control del paso de autocares y hace unas semanas la Asociaci¨®n de Vecinos y Vecinas de la Sagrada Familia lanz¨® la campa?a A la caza del autocar tur¨ªstico mal aparcado, hartos del abuso de centenares de ellos cada d¨ªa. Hay pocas ciudades que sean tan serviles al permitir que se pueda aparcar justo al lado de la catedral o de los monumentos m¨¢s significativos. No les ir¨ªa mal a los turistas caminar un poco m¨¢s y a los autocares aparcar bien un poco m¨¢s lejos. Despu¨¦s de a?os luchando contra la absurda decisi¨®n de hacer pasar el AVE por la calle de Mallorca, hoy la reivindicaci¨®n alrededor de la Sagrada Familia consiste en poder sobrevivir en un ¨¢rea arrasada por los veh¨ªculos del turismo y las tiendas de souvenirs, alrededor de un monumento que reclama un proyecto de encaje urbano.
Y otro enclave extremadamente problem¨¢tico, y este s¨ª requiere que nuestros queridos turistas vayan en caminata, es el parque G¨¹ell, el paisaje m¨¢gico de Antoni Gaud¨ª, que la desidia ha dejado como ofrenda a los dioses del negocio tur¨ªstico. M¨¢s all¨¢ de la proliferaci¨®n de esculturas vivientes y del zoco de manteros, lo que pone enfermo a cualquiera con una m¨ªnima sensibilidad por el patrimonio es el uso abusivo que hacen algunos visitantes, trepando por las columnas, subiendo a los muros, sent¨¢ndose en las esculturas y saltando por los bancos. Sabemos que el debate para proteger el acceso al parque G¨¹ell es complejo y lleva a?os sin que la pol¨ªtica municipal haya podido encontrar una soluci¨®n que tenga consenso (rechazado siempre por el partido que hoy gobierna) y que sea justa para todos los actores: un patrimonio que proteger, con acceso libre para los vecinos y con un necesario control de aforo que comporte restricciones para una afluencia masiva que acaba convirti¨¦ndose en vand¨¢lica.
Pocas pistas ha dado el actual Ayuntamiento de c¨®mo va a afrontar estos problemas end¨¦micos (y otros, como los equipamientos pendientes en Can Batll¨® o el freno a la decadencia de Can Ricart), pero estos tres ejemplos pueden ser un buen term¨®metro para medir si la voluntad gen¨¦rica de favorecer la vida de los barrios recurriendo a la sostenibilidad y a los medios tecnol¨®gicos (con unos t¨¦cnicos fascinados por la inteligencia artificial y tecnol¨®gica) se van a aplicar realmente o no se trata m¨¢s que de argumentos ideol¨®gicos. Estos casos pueden servir como indicadores para ir midiendo si realmente hay una nueva pol¨ªtica municipal, capaz de delimitar la capacidad de carga de cada entorno urbano y social, para entenderlo a fondo, protegerlo y mejorarlo, o en realidad va a aplicarse una mirada superficial, con acciones prescindibles que no afronten los problemas clave.
Josep Maria Montaner es arquitecto.
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