Primer d¨ªa de colegio
Quiz¨¢ para que yo no estuviera en casa mucho tiempo sola, ya que mi hermana, que me llevaba dos a?os, iba ya al colegio, mi madre decidi¨® enviarme al jard¨ªn de infancia cuando yo apenas ten¨ªa cuatro a?os. Hoy d¨ªa es m¨¢s normal, pero en aquella ¨¦poca resultaba un poco prematuro y tengo la impresi¨®n de haber escuchado a mi alrededor, a lo largo del curso, algunos comentarios sobre el asunto.
El jard¨ªn de infancia se encontraba en el s¨®tano del enorme edificio del colegio, pero no era un s¨®tano l¨²gubre, sino luminoso. Cuando ca¨ªa la tarde, se encend¨ªan las luces y el aula cobraba una vida distinta, casi agresiva. La luz el¨¦ctrica era mucho m¨¢s invasora que la del sol. Y siempre era igual. La tarde se deten¨ªa. En lugar de avanzar, la hora de la salida parec¨ªa m¨¢s y m¨¢s lejana.
Me impresion¨® tanto ese d¨ªa al que hab¨ªa llegado un poco enga?ada porque nadie me hab¨ªa explicado qu¨¦ se hac¨ªa en el colegio ni cu¨¢nto tiempo deb¨ªa permanecer en ¨¦l, que cuando, ya en casa, o¨ª decir que hab¨ªa que prepararlo todo para el d¨ªa siguiente, me qued¨¦ paralizada. ?Ten¨ªa que volver ma?ana?, pregunt¨¦, incr¨¦dula. Todos los d¨ªas, me dijeron. Todos los d¨ªas. ?Qu¨¦ tres palabras m¨¢s terribles bajo su aparente inocencia! Resultaba incomprensible y abrumador. Me parece que fue en ese mismo momento cuando la conciencia del tiempo se instal¨® dentro de m¨ª de una forma terrible y angustiosa, como si esas palabras -todos los d¨ªas- hubieran sido una maldici¨®n. Y, a partir de ese momento, tambi¨¦n, arraig¨® en mi interior una obsesi¨®n: huir de ese tiempo mon¨®tono y obstinado que se empe?aba a repetirse d¨ªa a d¨ªa, exacto, imperturbable, eliminando toda posibilidad de avanzar, de cambiar.
Ese es el recuerdo que todav¨ªa hoy puedo reproducir: echada en la cama, con los ojos abiertos, me estoy diciendo a m¨ª misma que ma?ana volver¨¦ a pasar el d¨ªa en el colegio, codo con codo con ni?as de mi edad, y rodeada de monjas.
Ma?ana y al d¨ªa siguiente y al otro. ?No volver¨ªa a tener tiempo para m¨ª?, ?tendr¨ªa que estar siempre ah¨ª, observada, empujada, incluida en un grupo? No s¨¦ ahora para qu¨¦ quer¨ªa yo ese tiempo que me parec¨ªa me estaban hurtando. Quiz¨¢ buena parte de la culpa la ten¨ªa la potente luz el¨¦ctrica que, despu¨¦s de comer, invad¨ªa el s¨®tano. Puede que me asustara demasiado y creyese de verdad que la tarde nunca se iba a terminar.
Pero esa sensaci¨®n se guard¨® tan celosamente en mi interior que a¨²n concibo el futuro, ante todo, como una liberaci¨®n. Las dificultades, penas e inconvenientes que, como es l¨®gico, aguardan dentro de ese tiempo desconocido, a¨²n empalidecen cuando considero su latido. En este mismo momento, el tiempo transcurre. Se oye llover, si llueve, y cada gota cae del cielo adonde vaya a caer, la tierra, un tejado, un paraguas. O hace calor, y son las gotas de sudor las que se deslizan por la piel. Ese caer, ese deslizar, ese avanzar, a¨²n me parece extraordinario.
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