Caballa muere a manos de panga
Con la intenci¨®n de darme el placer de comer caballa fresca, el s¨¢bado pasado hice mi habitual ruta por el mercado de la Libertad de Barcelona. All¨ª pude comprobar en directo la extra?a situaci¨®n que se vive en las pescader¨ªas hisp¨¢nicas un d¨ªa tras otro.
El panorama es el siguiente: la gente con posibles compra peces capturados en el mar f¨¢ciles de comer (merluza, rape, at¨²n, lubina salvaje, etc¨¦tera) a precios de pulsera de Cartier. Los que van con el dinero justo se decantan por los de criadero (lubina, dorada, salm¨®n), que son m¨¢s asequibles y si te los comes con la nariz tapada no notas el regustillo a grasa met¨¢lica que te dejan en la boca. Y por ¨²ltimo, las personas con menos escr¨²pulos no hacen ascos a los filetes de perca, panga y dem¨¢s ins¨ªpidas infamias venidas de alg¨²n fangal de Vietnam o de ?frica.
Mientras tanto, los pescados peque?os y deliciosos que se han consumido toda la vida yacen en un rinc¨®n esperando a que alg¨²n alma caritativa se apiade de ellos y los compre. Eso si hay suerte y est¨¢n, porque en muchas pescader¨ªas ya ni los venden. Una excepci¨®n suelen ser los boquerones-anchoas y las sardinas... pero m¨¢s de una persona de otras partes de Espa?a me ha contado que en sus ciudades tambi¨¦n cuesta encontrarlos.
Todos estos pescados posiblemente sean los m¨¢s sanos, no solo por las grasas beneficiosas en el caso de los azules, sino por mantener ¨ªndices bajos de mercurio y otras porquer¨ªas al estar abajo en la cadena alimentaria. Tambi¨¦n son los m¨¢s sostenibles, ya que no est¨¢n tan expuestos a la sobreexplotaci¨®n como las especies del primer grupo. Pero da igual: por lo visto, casi nadie quiere caballas, arenques, jureles o rubios. Antes de que se me acuse de pijo y de finolis por hacer ascos a la gran panga y preferir estos pececillos, aclaro que no se trata de una cuesti¨®n de dinero. Todos ellos son baratos, tanto que en muchos restaurantes de alcurnia no se sirven por considerarse comida de pobres. Por suerte, algunos cocineros los han empezado a reivindicar incluy¨¦ndolos en sus cartas, pero la onda expansiva no parece haber llegado a la calle.
Me pregunto cual Mourinho: ?por qu¨¦? Pues solo se me ocurre una raz¨®n convincente: somos unos vagos sin tiempo. Los pescados azules de los que hablo tienen muchas espinas, y comerlos requiere un esfuerzo y una pausa que no estamos dispuestos a tomarnos. Un ¨²ltimo consejo: t¨®mese cinco minutos y limpie de espinas un lomo de caballa o de jurel con unas pinzas. ?selo junto a un filete de panga. Ali?e ambos con lo que m¨¢s le guste, y despu¨¦s compare. Le aseguro que no volver¨¢ a comprar esa cosa con nombre de braga.
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