Maravillosos abuelos de la playa
Suena a las diez en punto por los altavoces de Puerta del ?ngel Catch a wave, la grabaci¨®n original de 1963, mientras los integrantes de los redivivos Beach Boys van coloc¨¢ndose en sus puestos. Y de pronto el disco se interrumpe y los m¨²sicos retoman la pieza en el punto exacto, como si medio siglo transcurriera ante nuestros ojos en un suspiro. Es un arranque h¨¢bil, un aviso inequ¨ªvoco: "S¨ª, somos nosotros, los aut¨¦nticos". Y aunque hubiera motivos para el escepticismo, los 110 extraordinarios minutos que los viejos y nuevos Chicos de la Playa nos regalaron anoche en la Casa de Campo disiparon las dudas.
Los Beach Boys del cincuentenario son cinco m¨²sicos j¨®venes y dos viejas glorias, los septuagenarios Mike Love y Bruce Johnston, que irrumpen con un aspecto c¨®mico: viseritas blancas y camisas por fuera del pantal¨®n, como dos turistas jubilados que acabaran de darse un pase¨ªto por Madrid R¨ªo. Hasta puede que el vicealcalde Cobo, desde la primera fila del palco, hubiera ejercido de cicerone. Pod¨ªamos pensar que unos Beach Boys sin los desaparecidos Carl y Dennis Wilson ni el medio chaveta Brian Wilson no dejan de ser un suced¨¢neo, pero las apariencias enga?an. Lo que de ellos queda sigue siendo una banda prodigiosa, may¨²scula, rabiosamente actual. Lo mejor, con diferencia, que han visto estos Veranos de la Villa.
Mike Love canta mejor que cualquier septuagenario
La noche pas¨® entre sorpresas y sin un solista que defraudase
La inyecci¨®n revitalizante la suministra John Cowsill, un bater¨ªa de batida tan poderosa y jovial que dan ganas de avisarle de que le dieron mal la direcci¨®n y deber¨ªa haber aterrizado en Benic¨¤ssim. Pero su pulso efervescente empalidece cuando descubrimos que asume la voz principal de Darlin como si la m¨¢quina del tiempo nos retrotrajera a 1967. Sus otras intervenciones solistas (Cottonfields, Heroes and villians) no fueron menos soberbias. Y tampoco se qued¨® atr¨¢s Christian Love, el hijo guaperas de Mike, que se marc¨® un Getcha back por la que cualquier banda de veintea?eros californianos vender¨ªa su alma.
Mike Love, el hombre en teor¨ªa p¨¦rfido y desalmado, ejerce un liderazgo discreto, afable y pr¨®digo en intervenciones jocosas. Amenaza con interpretar "canciones ligeras, a lo Julio Iglesias" si el p¨²blico no baila lo suficiente, pronostica que los 2.500 aficionados que han pasado por taquilla "vienen porque ayer se perdieron a Black Eyed Peas". Pero no solo canta mejor que cualquier septuagenario, sino que entrega una pieza casi in¨¦dita, la excepcional Cool head, warm heart, que interpret¨® con c¨¢lida voz de bar¨ªtono.
Johnston, el otro se?or mayor de gorrita y pantalones blancos, tambi¨¦n parece pasar inadvertido hasta que toma las riendas con Disney girls y, sobre todo, la estremecedora God only knows, que interpret¨® dign¨ªsimamente y entre reverencias a Carl Wilson. Y as¨ª nos pasamos la noche, entre sorpresas y sin un solista que defraudase las expectativas: ni el bajista Randell Kirsch, en Don't worry baby, ni el guitarrista Scott Totten con In my room, una cara B de 1963 que en una subasta de Christie's alcanzar¨ªa cifras astron¨®micas.
Fueron 36 temas y habr¨ªamos seguido, sin dudarlos, durante otros 36 m¨¢s. Porque los maravillosos Abuelos de la Playa demostraron estar muy lejos de la edad de jubilaci¨®n.
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