El juego del gallina
La incapacidad de los pol¨ªticos de casi todas las partes para llegar a acuerdos en este periodo de excepcionalidad econ¨®mica mundial genera alarma social entre los ciudadanos. En Estados Unidos, republicanos y dem¨®cratas han peleado cada trinchera ideol¨®gica desde hace meses antes de intentar relajar el ambiente y convencer al planeta de que la primera econom¨ªa del mundo no va a suspender pagos y va a incrementar su techo de deuda para seguir funcionando. Otro asunto es qui¨¦n tiene la principal responsabilidad de esa polarizaci¨®n.
En Europa, los ministros de Econom¨ªa del Eurogrupo hacen el rid¨ªculo cuando son incapaces de convencer a los mercados de que van a actuar de modo conjunto para defender el euro, m¨¢s all¨¢ de las palabras. Los ministros salen a la palestra y a continuaci¨®n los mercados multiplican la especulaci¨®n. Vuelven a hacer el rid¨ªculo cuando se incomodan con las agencias de calificaci¨®n de riesgo, que solo ocupan el espacio que previamente esos ministros les han regalado. Y hace el rid¨ªculo Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo, cuando no puede ejercer la autoridad para la que fue nombrado y tiene tantas dificultades para convocar a los l¨ªderes porque un pa¨ªs -aunque sea tan poderoso como el de la Merkel- se opone.
?C¨®mo se va a hacer la transici¨®n entre un Gobierno y otro, si la volatilidad de los mercados aumenta?
Esta sensaci¨®n de suicidio consentido recuerda mucho al juego del gallina, de la pel¨ªcula Rebelde sin causa, dirigida por Nicolas Ray y protagonizada por James Dean y Natalie Wood. Los dos adolescentes que se disputan el corral se citan con sus coches en un acantilado; se trata de conducirlos a toda velocidad. El primero en girar o detenerse, pierde. En el juego del gallina, el participante m¨¢s irracional lleva las de ganar. James Dean logra detenerse en el l¨ªmite, pero su contrincante cae al acantilado y se estrella.
Esta teor¨ªa de juegos sirve tambi¨¦n para lo que est¨¢ ocurriendo en la econom¨ªa espa?ola. Sea cuando sea que se convoquen las elecciones generales, y dada la volatilidad diaria de los mercados y la permanente y larga falta de colaboraci¨®n de la oposici¨®n con el Gobierno, ?c¨®mo se va a hacer la transici¨®n?, ?c¨®mo se van a defender los intereses generales relacionados con la prima de riesgo del Reino de Espa?a en la larga -o largu¨ªsima, seg¨²n cuando sean los comicios- campa?a electoral, y en el periodo que va entre la noche en la que se sabe qui¨¦n es el ganador y el momento de constituir el nuevo Ejecutivo? No digamos si el resultado arrojase la necesidad de pactos poselectorales.
Alguien ha dicho que en el caso espa?ol, la escena de Rebelde sin causa ser¨ªa un poco diferente: los dos adolescentes con problemas (ahora son dos talluditos de barba blanca) no ir¨ªan en coches distintos, sino en el mismo veh¨ªculo, que trata de detenerse antes de caer al abismo. Si se estrella, lo har¨¢ sobre las cabezas de los ciudadanos que miran, at¨®nitos, el espect¨¢culo. Mientras, los hooligans siguen aplaudiendo la confrontaci¨®n.
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