Maletas y mochilas
Ahora que sacamos del trastero maletas y mochilas para dejar atr¨¢s Madrid y ojal¨¢ que tambi¨¦n los problemas, volvemos a caer en la cuenta de que la vida, como la literatura, se hace a base de detalles. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, y tambi¨¦n dormidos. La existencia est¨¢ montada sobre los detalles, nuestras costumbres, el d¨ªa a d¨ªa, y nos damos verdadera cuenta de que somos sus esclavos en la traum¨¢tica mudanza de casa, en el divorcio, en los viajes inesperados. Y en las vacaciones. Entonces estas peque?as piezas que cosen la fina tela de la realidad pueden llegar a angustiarnos. Resultan sobrecogedores los enormes maletones que empujan algunas personas por los aeropuertos. ?Tantos detalles necesitamos para sobrevivir? ?tan apegados estamos a ellos? Claro que peor era antes cuando la gente pudiente viajaba con ba¨²les con correajes de cuero, de esos que se abren y los trajes est¨¢n colgados como en un armario. Los viajeros ingleses se llevaban incluso las tazas de t¨¦. Deb¨ªan de necesitar semanas para hacer el equipaje. Era como para pensarse dos veces salir de casa. Mientras, los pobres de anta?o les daban mucha importancia al colch¨®n, y se les ve¨ªa acarrearlo de un lado para otro. En carros, en furgonetas, sobre los hombros, el colch¨®n siempre estaba presente porque m¨¢s que en el envoltorio del cuerpo se preferir¨ªa que al final de todas las fatigas los huesos cayeran en un lecho mullido. La versi¨®n moderna de aquel colch¨®n mastod¨®ntico es el saco de dormir y la esterilla.
Volvemos a caer en la cuenta de que la vida, como la literatura, se hace a base de detalles
Son fascinantes los equipajes de los personajes de Henry James en sus largos viajes por Europa, o de Agatha Christie, que no iban a embarcarse en un crucero por el Nilo o en el Orient Express con lo puesto. Gente que ten¨ªa que cambiarse para cenar y que deb¨ªa ir en cualquier momento del d¨ªa de punta en blanco. La verdad es que a veces necesitar¨ªa que el protocolo me obligara a quitarme los pantalones cortos para bajar al comedor del hotel. Me gustar¨ªa tener que vestirme de largo, puede que as¨ª todo tuviese m¨¢s inter¨¦s. Con s¨®lo ver a estos personajes llenando ba¨²les podr¨ªan escribirse cuatrocientas p¨¢ginas. Nada que ver con el hombre moderno que imagin¨® Hitchcock para su actor fetiche Cary Grant, que corre y huye y viaja con lo puesto, un sencillo traje gris que soporta buenos revolcones por el suelo, en Con la muerte en los talones. ?Llevar¨ªa ahora el m¨®vil y el port¨¢til consigo? ?el pendrive? ?los cascos? ?la tableta? Aunque tambi¨¦n hay que hacerle justicia a Robert Mitchum cuando se quitaba una camisa, la arrugaba como un papel y la tiraba al otro lado de la habitaci¨®n. Esa camisa no iba a ser lavada, esa camisa la asistenta la meter¨ªa en la basura y desde luego no iba a volver a la maleta.
Ahora el equipaje ha ampliado sus horizontes y ya no nos interesa tanto (salvo a los de los maletones) llevarnos el hogar y nuestras soberanas costumbres con nosotros como llevarnos el mundo, el planeta. Sin conexi¨®n estamos perdidos. De hecho uno de los mayores atractivos de un hotel es que tenga wifi gratis para poder usarla todo el d¨ªa. Esto s¨ª te hace sentirte como en casa y no las zapatillas y el albornoz. No nos importa ir descalzos, no nos importa secarnos con la toalla si podemos tener nuestro amigo el ordenador vivo segundo a segundo.
Hace unas d¨¦cadas las preocupaciones eran otras. Sobre todo cuando no hab¨ªa cajeros autom¨¢ticos y ten¨ªa uno que marcharse de vacaciones con el dinero encima. Y tambi¨¦n eran los tiempos de los talones sin fondos. Otra vez el cine cl¨¢sico adelant¨¢ndose a los tiempos: el personaje nunca espera el cambio, ni siquiera le pregunta al camarero cu¨¢nto es. Saca unos cuantos d¨®lares y los tira. Qu¨¦ miserable resultaba revisar la cuenta en la vida real, recoger el cambio y dejar una propinilla. La visa ha estropeado el momento. Ahora los billetes casi no los vemos, los talones los usamos en contadas ocasiones y la picaresca se ha orientado hacia las tarjetas de cr¨¦dito, que por cierto est¨¢n tardando mucho en ser sustituidas por algo que no podamos olvidarnos en casa, como una huella dactilar, por ejemplo, o simplemente la firma o la voz. La voz es algo muy personal e identificativo. Ahora que la gente se cambia la cara cada dos por tres, lo ¨²nico que permanece es la voz, luego lo de la foto en el carn¨¦ ya no sirve; donde hab¨ªa una calva hay pelo, donde unas gruesas gafas no hay nada. Donde hab¨ªa unos labios finos el polic¨ªa del aeropuerto se encuentra con Scarlet Johanson. ?Me jura que ¨¦sta es usted? Habr¨¢ que ir pensando en otra cosa.
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