Europa en el limbo
Las muchachas solares pasan rubias, poco vestidas pero muy elegantes. Los j¨®venes hombres afilan sus seducciones. La gente vieja mantiene una elegancia para la eternidad. Los burgueses que llenan restoranes, bares y hoteles no les van a la zaga. Los turistas corren y recorren, por miles, los sitios de una cultura tres veces milenaria: del Vaticano a los foros imperiales, del Pante¨®n a la plaza de Espa?a y a la piazza Navona que fue el antiguo circo de Domiciano.
Qu¨¦ distante es esta Italia de la que por primera vez visit¨¦ en 1950. Ten¨ªa yo 22 a?os, la II Guerra Mundial hab¨ªa concluido apenas cinco a?os antes y Benito Mussolini, dictador (Il Duce) desde 1922, hab¨ªa terminado ejecutado por partisanos rebeldes y colgado de los pies en la plaza Loreto de Mil¨¢n, junto con su amante, Claretta Petacci, a la que una mujer piadosa le amarr¨® la falda a los muslos. Los ni?os descalzos corr¨ªan pidiendo limosna. Los mendigos ocupaban esquinas clave de las ciudades, las terminales del tren, las salidas de los restoranes. La gente iba a los museos porque all¨ª hab¨ªa calefacci¨®n; en los hoteles, no. Nadie viajaba en las primeras o segundas clases de los trenes. La tercera clase iba llena de viajeros con maletas amarradas con cuerdas y ellos vestidos, no como obreros, sino como lo que realmente eran: clase media empobrecida. Los obreros, en cambio, engrosaban las filas del Partido Comunista de Italia y cantaban "Quien no trabaja, no comer¨¢. Viva el comunismo y la libertad". La burgues¨ªa liberal, en cambio, se acog¨ªa a la protecci¨®n norteamericana. El papa P¨ªo XII (Pacelli) lavaba las sospechas de su colaboracionismo con los nazis mediante las glorias del "A?o Santo" (1950) y el anticomunismo. En las ciudades de Italia conviv¨ªan alcaldes comunistas y empresarios capitalistas, muchos de estos estrellas del desarrollo econ¨®mico de entonces.
El Viejo Continente debe adaptarse a un mundo que ya no es euroc¨¦ntrico
Napolitano act¨²a con el genio pol¨ªtico del que carece Berlusconi
Los comunistas fueron perdiendo fuerza. El ¨²ltimo gran intento de renovaci¨®n lo encabez¨® Enrico Berlinguer y lo enterraron los j¨®venes anarquistas asesinos del primer ministro Aldo Moro. Desde entonces, una burgues¨ªa rica y poderosa, una clase trabajadora envejecida o desplazada por nuevos tipos de ocupaci¨®n no-sindical, una juventud inquieta y cuestionante, han convivido con Gobiernos de centro-izquierda y centro-derecha de escasa relevancia ideol¨®gica. Es como si la pol¨ªtica italiana fuese un rito pasajero de la realidad econ¨®mica profunda del pa¨ªs.
?En qui¨¦n se han reconocido los italianos? Lo mejor de la izquierda no ha podido crear alianzas pol¨ªticas duraderas, por m¨¢s que estas se fundan y refundan en distintos nombres. La derecha, en cambio, ha encontrado un silvestre personaje, bufo y calculador, protegido por las leyes del poder de las demandas judiciales que lo aguardan al dejarlo, alg¨²nd¨ªa. ?Se acerca ese d¨ªa, el ¨²ltimo de Silvio Berlusconi? El crujido interno del Gobierno lo ha manifestado el ministro de Econom¨ªa, Giulio Tremonti, en ausencia de Berlusconi, desaparecido en medio de una crisis que el presidente de la Rep¨²blica, el socialista Giorgio Napolitano, ha conducido con lo mismo de lo que Berlusconi carece: el genio pol¨ªtico.
Memorable aunque t¨¢cita alianza. Un presidente de izquierda, mediador e inteligente, Napolitano, le ha dado su apoyo a un ministro de Econom¨ªa, Giulio Tremonti, calificado por el jefe de Gobierno, Silvio Berlusconi, como "el ¨²nico miembro de mi Gobierno que se cree un genio". El "genio" lanz¨® dos o tres verdades la semana pasada, pactadas con la oposici¨®n de izquierda gracias a Napolitano. Verdades, muchas, desagradables para la propia izquierda. Disminuci¨®n de costos en salud y congelaci¨®n de pensiones, pero impuestos mayores a los tenedores de bonos y letras del Tesoro. La Repubblica, el gran diario del centro-izquierda, anticipa tambi¨¦n la publicidad de entidades hasta ahora ajenas al mercado. Por su parte, Mario Draghi, inminente director del Banco Central Europeo, pidi¨® "reformas estructurales urgentes" y "pol¨ªticas cre¨ªbles".
Lo interesante del asunto es que el ministro de Econom¨ªa Tremonti, el futuro director del Banco Europeo Draghi, el presidente de la Rep¨²blica Napolitano y, t¨¢citamente, importantes sectores de la izquierda poscomunista y de la derecha posberlusconiana, han unido sus voces para alertar sobre una crisis nacional que tanto Tremonti como Draghi se atreven a endosar a una crisis europea de la cual, por definici¨®n, Italia ser¨ªa v¨ªctima, m¨¢s no causa.
Que no es as¨ª, que la crisis es de orden europeo, es el argumento central del antiguo ministro de Finanzas (canciller del Exchequer) y primer ministro brit¨¢nico, Gordon Brown, en un art¨ªculo sumamente difundido internacionalmente, por lo cual me limito a citar algunas ideas centrales.
?Por qu¨¦ se durmi¨® Europa?, se pregunta y nos pregunta Brown. Falta de capitalizaci¨®n, desempleo, crecimiento a la baja: todo anunciaba una crisis, insiste Brown. De Europa y no solo, aisladamente, de Irlanda, Portugal, Grecia y, acaso, Italia y Espa?a. Crisis paneuropea: si no se entiende esto, los remedios ser¨¢n -son- ineficaces. El problema, indica Brown, es europeo y tiene tres aspectos. La banca europea no ha reconocido que ya no es solo banca europea, mucho menos banca nacional, sino parte de un sistema global y sujeta a variables como el descenso de los valores de propiedad. Los problemas no se resuelven otorgando cr¨¦ditos, argumenta Brown, porque son problemas de solvencia o insolvencia, no de liquidez.
Intereses cada vez m¨¢s altos. Capitales corriendo de la periferia al centro, no como antes. Creciente incapacidad europea de autofinanciarse. Intereses al alza, crecimiento d¨¦bil, desempleo alto. Un 10% de los europeos est¨¢n desempleados. El 40% de los j¨®venes espa?oles carecen de trabajo. El ritmo del desarrollo europeo es la mitad del de los Estados Unidos y una cuarta parte del desarrollo chino. Europa solo representa el 19% de la producci¨®n mundial. Estos problemas no se resuelven de manera aislada. Brown aboga por una estrategia "paneuropea" que sustituya "la respuesta del p¨¢nico" por una pol¨ªtica de reconstrucci¨®n a largo plazo. De no hacerlo, Europa entrar¨¢ a una etapa de descontento social, fobia al inmigrante y "movimientos de secesi¨®n" pol¨ªtica.
Brown propone que los problemas comunes se planteen como tales. No como problemas "locales" excluyentes del resto de Europa. Para ello, hay que recapitalizar a los bancos, crear un ¨¢rea de deuda comunitaria y una estrategia de crecimiento com¨²n y de empresas compartibles. Europa necesita "reequiparse" para volver a exportar y mayor flexibilidad de capital, de trabajo y de financiamiento. Evitar el proteccionismo y la p¨¦rdida de vida y trabajo.
Recuerdo a la Europa en ruinas de 1950. La actual situaci¨®n no tiene por qu¨¦ volver al drama de la posguerra. Lo cierto es que la nueva Europa habr¨¢ de adaptarse a un nuevo mundo de econom¨ªas emergentes en Asia y Latinoam¨¦rica hoy, acaso en ?frica ma?ana. La gloria de anta?o no volver¨¢, pero tampoco la miseria de ayer. Europa deber¨¢ adaptarse a un mundo diversificado, emergente y nunca m¨¢s euro-c¨¦ntrico.
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
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