Escobares
Hab¨ªan nacido en Colombia y ten¨ªan el mismo apellido: Escobar. Uno se llamaba Andr¨¦s, era jugador de futbol, pero esa profesi¨®n no ven¨ªa impuesta por la huida del lumpen, por el sue?o del ni?o pobre de encontrar un lugar en el sol. Oyendo el testimonio de su familia, de su mujer, de ¨¦l mismo, deduces que su origen y su ambiente eran burgueses. No s¨¦ si ilustrados. El otro se llamaba Pablo. Era un fulano hecho a s¨ª mismo. Esa autorrealizaci¨®n inclu¨ªa el desprecio absoluto por la vida ajena, ofrecerse a pagar la deuda exterior de su pa¨ªs si anulaban su extradici¨®n, que los infinitos parias le consideraran su Robin Hood, convertirse en uno de los hombres m¨¢s ricos del mundo alimentando de coca¨ªna la insaciable demanda de EE UU y Europa, considerar el asesinato selectivo y masivo como parte fundamental de su trabajo.
Pablo Escobar ama el f¨²tbol. Los jefes de los carteles rivales tambi¨¦n. Por diversi¨®n, pueden jugarse entre ellos millones de d¨®lares apostando en un partido entre ni?os. Los narcos deciden que es inaplazable recuperar el orgullo colectivo creando una selecci¨®n potente. Su dinero lo consigue. Los paramilitares, el ej¨¦rcito, los narcos y las FARC firman treguas los d¨ªas que juega Colombia. Ese f¨²tbol que antes era subdesarrollado ahora deslumbra. Se clasifica para el Mundial de EE UU. Los carteles apuestan a lo grande. Y llega el desastre. La pierna del recio y honrado defensa Andr¨¦s Escobar comete un error tan humano como fat¨ªdico. Mete gol en su porter¨ªa. Se sabe que los narcos se han cargado a ¨¢rbitros ind¨®ciles. Al regresar a Colombia, el entrenador Maturana y los jugadores intuyen que les espera algo peor que la decepci¨®n nacional. No est¨¢n paranoicos. D¨ªas m¨¢s tarde, alguien destroza a balazos a Andr¨¦s Escobar. No est¨¢ claro si le ejecut¨® el cartel de Cali o el de Medell¨ªn. Da igual.
Esta historia espeluznante sobre el turbio cord¨®n umbilical entre f¨²tbol y droga en un pa¨ªs desangrado, la cuenta admirablemente el documental Los dos Escobar. A lo peor, es ampliable a otros lugares del universo. Los grandes negocios no pueden desde?ar la utilizaci¨®n del opio colectivo. Hay locos convencidos de que a trav¨¦s de m¨²ltiples personajes que ocupan el palco de autoridades en los estadios se podr¨ªa escribir la historia universal de la infamia.
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