Estados Unidos y Europa, en decadencia
Ll¨¢menme Oswald Spengler si quieren, pero es dif¨ªcil evitar la conclusi¨®n de que Estados Unidos y la Uni¨®n Europea est¨¢n compitiendo hoy por ser los primeros en alcanzar la decadencia. Las dos principales entidades pol¨ªticas de Occidente parecen incapaces de resolver los problemas de deuda y d¨¦ficit que sus modalidades de capitalismo liberal democr¨¢tico, muy similares, han acumulado. Sus pol¨ªticos parecen borrachos bailando al borde del abismo de la bancarrota.
Si la reuni¨®n de urgencia de la eurozona celebrada en Bruselas el jueves no tranquiliza a los mercados, algunos pa¨ªses del grupo pueden caer en cuesti¨®n de d¨ªas. En Washington, prosigue la cuenta atr¨¢s hasta el que los estadounidenses han designado como D¨ªa D, el 2 de agosto, fecha en la que el Gobierno dice que no podr¨¢ seguir pagando sus facturas sin sobrepasar el techo de deuda actual de 14.300 millones de d¨®lares. Las dos econom¨ªas m¨¢s grandes del mundo se tambalean al borde del eurocalipsis y el dolarcalipsis.
Existen razones profundas para que los dos gigantes est¨¦n al borde de la bancarrota
Da la impresi¨®n de que Estados Unidos conseguir¨¢ apartarse del precipicio, aunque sin arreglar el problema de fondo. ?Y Europa? No estoy tan seguro.
Los dos competidores occidentales en la carrera de la decadencia son distintos en muchos aspectos. La inmensa deuda de Estados Unidos es un peligro para la credibilidad y el poder del pa¨ªs en el mundo; no para la Uni¨®n en s¨ª. Por el contrario, la crisis de la eurozona pone en tela de juicio el propio futuro de la Uni¨®n Europea en su versi¨®n ¨²ltima y m¨¢s flexible.
La UE es una mancomunidad de 27 Estados soberanos, con un presupuesto que distribuye solo el 1% del total de sus PIB. Las deudas p¨²blicas de esos Estados van del 150% en Grecia hasta menos del 7% en la virtuosa Estonia. Estados Unidos es una uni¨®n plenamente federal de 50 Estados, con un Gobierno nacional que redistribuye un poco menos de la cuarta parte del PIB, mientras que el Gobierno nacional de un pa¨ªs europeo suele redistribuir la mitad.
En Estados Unidos, los republicanos y los dem¨®cratas est¨¢n ideol¨®gicamente m¨¢s polarizados que los grandes partidos europeos. Pero, si a los estadounidenses les divide la ideolog¨ªa, a los europeos les divide la nacionalidad. Los republicanos de la crisis de la eurozona son los alemanes. La canciller alemana, Angela Merkel, es a Bruselas lo que el l¨ªder republicano Eric Cantor es a Washington: un obst¨¢culo poderoso pero con escasa visi¨®n de futuro.
El peso de la deuda de Estados Unidos aument¨® gracias a los recortes fiscales aprobados en tiempos de George W. Bush y los gastos de las guerras en el extranjero, adem¨¢s del incremento del gasto de sanidad y prestaciones sociales y, m¨¢s tarde, los rescates y el enorme gasto deficitario de tipo keynesiano aprobado porObama tras la crisis financiera. Los europeos, en general, no hicieron grandes recortes fiscales, ni mucho menos guerras. Con escasas excepciones, como Reino Unido y Francia, su gasto de defensa ha pasado de peque?o a diminuto.
Pero los europeos tambi¨¦n tuvieron sus excesos en la ¨²ltima d¨¦cada. Sobre todo, el derroche de gastos y endeudamientos irresponsables en los Estados perif¨¦ricos de la eurozona, como Grecia, Portugal y Espa?a, facilitado por los pr¨¦stamos irresponsables concedidos por los bancos franceses y alemanes. Ambas partes se confiaron arrastradas por los tipos de inter¨¦s -que parec¨ªan beneficiosos para todos- y las prometedoras perspectivas de la eurozona.
Hasta aqu¨ª, las diferencias visibles entre las dos orillas del Atl¨¢ntico. Ahora bien, si se profundiza m¨¢s, se encuentran grandes semejanzas. Porque, en realidad, esta es una crisis estructural del capitalismo liberal democr¨¢tico -o, si prefieren hacer m¨¢s hincapi¨¦ en el aspecto pol¨ªtico, la democracia liberal capitalista- desarrollado en el coraz¨®n de Occidente durante los ¨²ltimos decenios.
A ambos lados del Atl¨¢ntico, hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Si se observan los gr¨¢ficos, se ve que la deuda empresarial, dom¨¦stica y p¨²blica se ha ido acumulando durante 40 a?os. Ahora, con la nacionalizaci¨®n de la deuda privada despu¨¦s de la crisis financiera y el desplome del crecimiento y los ingresos de los Gobiernos, la deuda p¨²blica est¨¢ creciendo, como el term¨®metro de un coche recalentado, hasta el peligroso nivel del 90%, el 100%, el 110% del PIB.
Nuestro sistema financiero, que privatizaba el beneficio y socializaba el riesgo, debe cargar con una parte importante de la culpa (todav¨ªa el a?o pasado, seg¨²n la Oficina de Estad¨ªstica Nacional de Reino Unido, los banqueros y aseguradores del pa¨ªs obtuvieron 14.000 millones de libras en bonus). Igual que el consumismo desatado, con los anunciantes descubriendo formas cada vez m¨¢s refinadas de fabricar "necesidades" que, en realidad, son muy innecesarias. Igual que los miembros de la generaci¨®n del baby boom, con sus expectativas de tener cada vez m¨¢s atenci¨®n sanitaria, prestaciones sociales y pensiones: una aspiraci¨®n leg¨ªtima, dir¨¢n; s¨ª, si no hubiera que sufragarla a costa de nuestros hijos.
Una vez m¨¢s, las diferencias entre Estados Unidos y Europa en este aspecto no son tantas como se dice. La p¨¢gina web factcheck.org muestra que casi la mitad del gasto federal de Estados Unidos se dedica a lo que los europeos llaman el "Estado de bienestar": en el a?o fiscal 2010, la seguridad social, Medicare, Medicaid, el programa de seguro de salud infantil y la ayuda a personas de bajos ingresos sumaron el 46,9% del gasto total. Es verdad que es la mitad de una cuarta parte del PIB y no, por ejemplo, dos tercios de una mitad, como en alg¨²n Estado de bienestar europeo muy generoso; pero sigue siendo una proporci¨®n enorme, y no hace m¨¢s que crecer.
Luego est¨¢ la pol¨ªtica. Lo que vemos hoy en las dos orillas del Atl¨¢ntico es una perversi¨®n de la democracia. Consiste en dar a los sectores m¨¢s ruidosos del pueblo lo que quieren, a corto plazo, en lugar de proponer a la mayor¨ªa de la poblaci¨®n lo que necesita a largo plazo y arriesgarse a la impopularidad inmediata, que es lo que han hecho siempre los buenos l¨ªderes. Como indica el columnista de The New York Times David Brooks, la semana pasada, los republicanos de Estados Unidos rechazaron un acuerdo que habr¨ªa podido recortar el gasto federal al menos en tres billones de d¨®lares a lo largo de una d¨¦cada. Y en Europa, no hay m¨¢s que ver el contraste entre Helmut Kohl y Angela Merkel. Kohl dirig¨ªa la opini¨®n p¨²blica alemana; Merkel la ha seguido hasta el borde del precipicio.
Se trata de una pol¨ªtica hipersensible al dinero, los intereses especiales, las campa?as medi¨¢ticas, los grupos de presi¨®n, los grupos de discusi¨®n, el ¨²ltimo sondeo de opini¨®n y la pr¨®xima elecci¨®n local. No es casualidad que Washington y Bruselas rivalicen en ser el para¨ªso del lobbista. Lo que mejor hacen estas dos inmensas y distintas entidades pol¨ªticas, la UE y Estados Unidos, es sumar intereses particulares y apaciguar a todos los que es posible apaciguar en un momento dado.
Se oyen aqu¨ª ecos de un viejo argumento. El Federalist Paper n¨²mero 10, escrito por James Madison, sosten¨ªa que una gran rep¨²blica estar¨ªa mejor preparada que unos Estados peque?os para defender el bien general frente a los intereses especiales y las facciones. En ella ser¨ªa m¨¢s dif¨ªcil que los candidatos indignos "logren practicar las perversas artes que con demasiada frecuencia deciden las elecciones". Unos representantes sabios y prudentes "refinar¨ªan y ampliar¨ªan las opiniones de la poblaci¨®n". Es decir, Montesquieu se hab¨ªa equivocado al sugerir que la democracia quiz¨¢ pod¨ªa funcionar mejor en unidades peque?as y ser m¨¢s dif¨ªcil de mantener en grandes entidades.
El Partido Comunista Chino va un paso m¨¢s all¨¢ que Montesquieu. Con tres billones de d¨®lares en la caja fuerte -la Administraci¨®n Estatal de Divisa Extranjera-, China afirma que la Rep¨²blica popular ha encontrado una manera mejor y m¨¢s eficaz de gobernar un territorio inmenso y variado.
La tarea que aguarda ahora a los dos gigantes del Occidente liberal democr¨¢tico es demostrar que Madison tiene raz¨®n y Spengler y el Partido Comunista se equivocan. Hasta ahora, estamos haciendo una verdadera chapuza.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford e investigador titular en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.