Islamofobia: el enemigo en casa
Hay doctrinas que generan una imparable bola de nieve de odio y violencia. Los atentados terroristas de Noruega se producen en pleno auge en Europa del discurso ultraderechista de rechazo a los musulmanes
En los a?os treinta era el antisemitismo, ahora es la islamofobia la que canaliza los resentimientos, los miedos y las paranoias de una Europa en crisis econ¨®mica, pol¨ªtica y moral. Las dos acciones terroristas de Noruega son una se?al que no deber¨ªa pasar desapercibida: el peligro tambi¨¦n est¨¢ en casa. A primera hora de la tarde del pasado viernes, cuando empezaron a llegar las noticias de un coche bomba en Oslo, los primeros datos concordaban con los prejuicios establecidos: terrorismo islamista. Pero poco despu¨¦s, cuando se conoci¨® que un francotirador estaba ejecutando una masacre en la isla de Utoya, se empez¨® a comprender que los prejuicios no ayudan al conocimiento y que la realidad a menudo no encaja con las sospechas preestablecidas.
En los a?os treinta el chivo expiatorio de la crisis fueron los jud¨ªos, hoy son los musulmanes
Una parte importante de la extrema derecha se esconde en Espa?a bajo el amplio manto del PP
Poco a poco el perfil de un fan¨¢tico islam¨®fobo fue reemplazando al estereotipo del terrorista islamista. La realidad se nos iba de un extremo al otro. Y cund¨ªa un cierto desasosiego: el que producen los acontecimientos cada vez que contradicen los clich¨¦s a los que ya nos hab¨ªamos adaptado.
No hay que sacar excesivas conclusiones de los argumentos de un personaje que, como demuestran sus escritos, llevaba una empanada mental considerable. Pero hay algunos -entre ellos una parte de la extrema derecha- que ha buscado a toda prisa el atajo: declararlo loco para evitar que sus pol¨ªticas queden manchadas con la sangre que este ciudadano ha provocado. Qued¨¦monos con las cosas ciertas y concretas; Anders Behring Breivik es un asesino, por confesi¨®n propia, que ha ejecutado fr¨ªa y calculadamente su acci¨®n, que la considera cruel pero necesaria para sus dos objetivos: luchar contra la invasi¨®n musulmana atacando al partido socialdem¨®crata que ha traicionado a Noruega al ponerse a su servicio. Es decir, su acci¨®n tiene toda la estructura de "los cr¨ªmenes de l¨®gica" (Albert Camus) propios de la cultura totalitaria. Con esto es suficiente para entender la seria advertencia que representan los atentados de Noruega.
En los a?os treinta, unos Gobiernos "decididos en la indecisi¨®n" y "omnipotentes en su impotencia", en expresiones de Churchill, no quisieron ver las se?ales que se acumulaban anunciando el desastre. Ahora, en Europa, con unos Gobiernos con las mismas debilidades que tipificaba el pol¨ªtico ingl¨¦s, hay que evitar que se imponga una vez m¨¢s la tr¨¢gica soluci¨®n de mirar a otra parte.
Los dos atentados de Noruega demuestran que el fanatismo no es exclusivo de ninguna cultura. Y que hay doctrinas cuya insistente propagaci¨®n genera una bola de nieve del odio que, a partir de cierto tama?o, no hay quien la detenga. Frente a estas doctrinas no caben los esfuerzos de comprensi¨®n y los intentos de recuperaci¨®n que van a su propio terreno. Ciertamente, no hay que tomar la parte por el todo: un terrorista blanco no justifica la descalificaci¨®n de toda la extrema derecha, como un terrorista islamista no justifica la descalificaci¨®n de todo el islam. Pero este atentado se da en unas circunstancias muy propicias al crecimiento del discurso antielitista, islam¨®fobo y antidemocr¨¢tico de la extrema derecha y en un clima de auge de estas doctrinas, como demuestran los resultados electorales en muchos pa¨ªses europeos. Por eso la petici¨®n de reforma de la pol¨ªtica y revigorizaci¨®n de la democracia vuelve a tener a todo el sentido. Como escrib¨ªa Jorge Sempr¨²n: "Es la democracia la que est¨¢ en el origen de la paz, por mucho que algunos piensen lo contrario. La paz, por lo menos en su forma perversa de apaciguamiento, puede incluso ser el origen de la guerra".
Europa sufre una crisis que est¨¢ empobreciendo muy gravemente a sectores de las clases medias y obreras que ya no contaban que esta pudiera ser su suerte. Europa asiste al espect¨¢culo de la impotencia del poder pol¨ªtico frente al poder econ¨®mico que no hace sino aumentar el desprestigio de las ¨¦lites, territorio favorable a los populismos de extrema derecha que se presentan como defensores del pueblo sano ante los poderosos corruptos. Europa vive en la cr¨ªtica situaci¨®n de ver c¨®mo los Gobiernos rinden cuentas a los mercados y no a los ciudadanos. Europa contempla c¨®mo, insensible a las consecuencias de la crisis, los especuladores viven instalados en el principio de que todo es posible, todo les est¨¢ permitido. Y el malestar es profundo. A diferencia de los a?os treinta, no hay en este momento un conflicto frontal de clases. Pero el deterioro de las condiciones sociales es grande y las desigualdades se acercan a los umbrales de lo insostenible. Entonces el chivo expiatorio fueron los jud¨ªos, ahora son los musulmanes y aquellos que "les abren las puertas".
Como estos d¨ªas nos muestra la prensa con sus gr¨¢ficos, la extrema derecha crece hasta porcentajes cercanos al 20% en muchos pa¨ªses. Algunos de ellos hist¨®ricos de la Uni¨®n Europea como Francia y Holanda. En Espa?a, su peso es dif¨ªcil de cifrar en la medida en que una parte importante de la extrema derecha se esconde bajo el amplio manto del PP.
A la extrema derecha la protegen las libertades de expresi¨®n y de asociaci¨®n y deben seguir protegi¨¦ndola. Nunca se arregla nada negando la palabra. Pero precisamente por ello hay que combatir sus ideas y no dejarse llevar por la atracci¨®n populista y por la demagogia. El discurso de comprensi¨®n con la extrema derecha es un gran error porque la legitima. Se empieza diciendo que expresan preocupaciones comprensibles de la ciudadan¨ªa y se acaba asumiendo las soluciones de la extrema derecha como propias, como hemos visto a menudo en materia de inmigraci¨®n, sin que por ello la influencia de esta disminuya. La Uni¨®n Europea no puede mirar a otra parte cuando proliferan los discursos del odio y de la exclusi¨®n. Y desde luego no puede permitir que sus pol¨ªticas se confundan con las de esta gente.
Lo peor que podr¨ªa pasar es que de esta tragedia de Noruega solo quedar¨¢n dos cosas: restricciones a las libertades y a los derechos de los noruegos, en nombre de la seguridad; y el tranquilizador discurso de que es la obra de un loco, es decir, algo imprevisible que carece de valor de precedente. Acusarle de enajenado es una forma de quitarle de la escena: su acto ha existido, sus devastadores efectos tambi¨¦n, pero son como un desastre de la naturaleza, que se impone como algo inevitable. Y de este modo se borra del escenario toda la sangre que ha provocado. Y se sienten inmunes todos los que pod¨ªan haber sido salpicados por ella.
La seguridad absoluta no existe, aspirar a ella es un disparate, que solo sirve para restringir libertades. En Europa, estos a?os, los terroristas han conseguido un ¨¦xito innegable: excitar nuestras paranoias y hacernos vulnerables al recorte de libertades. Por m¨¢s loco que sea Anders Behring Breivik, las razones de su acci¨®n corresponden a un clima islam¨®fobo, antidemocr¨¢tico y antielitista que est¨¢ en auge en Europa. Pero este discurso no se combate recortando libertades.
Ser¨ªa de desear que este atentado acabara con ciertos prejuicios. No forzosamente son los de fuera los que traen el terror, muchas veces el terror est¨¢ en casa, en manos de un vecino que la gente recuerda como afable y educado, esta es la terrible banalidad del mal. Anders Behring Breivik presenta su crueldad como necesaria, todos los terroristas lo dicen. El mal radical de hoy siempre busca su justificaci¨®n en el bien absoluto de ma?ana. Resistir al mal es precisamente combatir las promesas de bien absoluto. Y no mirar a otra parte cuando vemos pasar los cad¨¢veres.
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