Banquete para lectores refinados
En el Vocabulario espa?ol-latino que Elio Antonio de Nebrija public¨® a finales del siglo XV se explica lac¨®nicamente el significado de las palabras espa?olas, por medio de las latinas a que corresponden. Este proceder, tomado como una virtud, se ha mantenido en nuestros diccionarios actuales, que tratan de exponer, ahora ya en espa?ol, el significado y el uso de las palabras de nuestra lengua.
Hay otro tipo de diccionarios que no se conforman con dictaminar qu¨¦ significan las palabras o en qu¨¦ situaciones se usan, sino que buscan las razones de su empleo. Es lo que ocurre en los que conocemos como diccionarios etimol¨®gicos o hist¨®ricos. Son precisamente estos los caminos por los que se movi¨® Alonso de Palencia, por la misma ¨¦poca de Nebrija y por los que, unos doscientos a?os despu¨¦s, volvi¨® a recorrerlos, con m¨¢s empe?o, Sebasti¨¢n de Covarrubias, en su Tesoro de la lengua castellana o espa?ola, de cuya publicaci¨®n se cumple este a?o el cuarto centenario.
Un nutrido grupo de palabras o acepciones aparecen en nuestros diccionarios por la autoridad que concedieron al de Covarrubias
Para hurgar en el significado de las palabras contaba Covarrubias, primero, con la etimolog¨ªa -ciertamente muy apoyada entonces en la imaginaci¨®n del lexic¨®grafo-; despu¨¦s, con algo de lo que se huye en los diccionarios normales: las explicaciones enciclop¨¦dicas de la realidad -tambi¨¦n en muchos casos pintorescas- y, finalmente, con las relaciones que se establecen entre las palabras de una misma familia. Con todo, la obra tiene una importancia que voy a tratar de resaltar por medio de dos rasgos: es el primero, la incorporaci¨®n de algunas de sus voces al diccionario acad¨¦mico; y el segundo, la informaci¨®n que proporciona para comprender nuestros textos cl¨¢sicos.
Trat¨¢ndose del diccionario de la Academia, nos encontramos, por ejemplo, con la voz fregadero, definida como el mueble en el que se friegan los platos, significado que se extiende a la propia pila de fregar, hoy pr¨¢cticamente desaparecida. Esta definici¨®n, que tiene alguna relaci¨®n con la de Covarrubias, reduce considerablemente la realidad m¨¢s compleja que hab¨ªa acogido el Tesoro, en la que se desciende a lo que se friega, que son "los platos, escudillas, sartenes y los dem¨¢s vasos de aparador y espetera". Por otro lado, se relacionan en ese mismo art¨ªculo otras palabras de la misma familia: ya se trate de la fregona, es decir, "la moza de servicio que anda en la cocina entre las ollas y los platos, a estas llama Lope de Rueda platerillas" o de lo que supone un refreg¨®n: "un arrimarse de paso, como el que se arrim¨® a la pared, pasando de largo, y se enyes¨® la capa" o de una refriega: "la revuelta y pendencia de unos contra otros". Esas relaciones que se dan entre los miembros de la familia de palabras le llevan a explicar frases como "Muger de buen fregado: la deshonesta que se refriega con todo" o "Refregarse con las mujeres es allegarse mucho a ellas". A las palabras emparentadas se agregan otras de linaje distinto, como es el caso de las platerillas o de los platos, escudillas, aparador o espeto.
Hay que reconocer que un nutrido grupo de palabras o acepciones aparecen en nuestros diccionarios por la autoridad que concedieron al de Covarrubias, como es el caso de un bobillo, que significa "Jarro vidriado y barrigudo, con un asa como la del puchero", que el diccionario acad¨¦mico tom¨® de esta obra: voz sobre cuya existencia alg¨²n tiempo tuve dudas, hasta que la encontr¨¦ en inventarios abulenses del siglo XVII; o de brizar 'acunar' que a¨²n se puede o¨ªr en territorio leon¨¦s; o de la acepci¨®n de br¨²jula 'punto de mira', que el diccionario da como desaparecida y que sirve para explicar el camino que ha recorrido el italiano bussola, 'cajita' para convertirse en br¨²jula; o del juego del abej¨®n; o del uso de aburrir con el significado de 'aborrecer'; o de los azacanes, que, curiosamente sol¨ªan ser "gabachos".
Sirve admirablemente, en segundo lugar, la obra para comprender mejor el l¨¦xico de la literatura del pasado, por m¨¢s que su consulta no carezca de problemas, al reunirse en un mismo art¨ªculo esas familias de palabras a que me he referido antes y al no poder sospechar que vamos a encontrar, por tanto, dentro de una palabra otra que puede interesarnos; aparte de que algunas voces est¨¦n situadas fuera de su lugar alfab¨¦tico. Pero son problemas (que se resuelven adem¨¢s con la consulta en soporte electr¨®nico del diccionario) que no han de afectar a un lector que renuncie al apresuramiento, si en vez de buscar con urgencia un dato, trata de leer el Tesoro con la pasi¨®n con que se leen las obras de creaci¨®n. Asistir¨¢ a mil historias -a cual m¨¢s fabulosa-, se asomar¨¢ a la literatura latina, se embeber¨¢ de refranes, se topar¨¢ con palabras que han desaparecido, pero que las emplean nuestros cl¨¢sicos: ah¨ª est¨¢n esas platerillas citadas, que yo solo conoc¨ªa de la Picara Justina, en un pasaje en que un personaje se refiere a un joven al que vio "en algunos buenos tiros que hizo a inocentes platerillas".
No todo en la vida ha de ser pensado a corto plazo y franqueado con sello de urgencia: hemos de reservarnos, tambi¨¦n en los diccionarios, placeres que no son los comunes, como estos de bucear en los veneros en que nacen las palabras y en que se da cuenta de su explicaci¨®n. Es este el ¨¢mbito que m¨¢s ha de interesar al lector del Tesoro de la lengua espa?ola: desde luego, cuando se adentra, por ejemplo, por art¨ªculos tan desmesurados como los referentes a abeja o buey, pero tan llenos de datos para entender la organizaci¨®n de las cosas que se hac¨ªan nuestros antepasados m¨¢s cultos, de un modo particular los escritores. Tambi¨¦n en casos como el del cocodrilo, en que parece que estuvi¨¦ramos ante una p¨¢gina de una pintoresca enciclopedia, donde encontramos de todo: una curiosa e insostenible etimolog¨ªa a partir del lat¨ªn croco 'azafr¨¢n', la explicaci¨®n de la vida del animal, y finalmente su utilizaci¨®n simb¨®lica. Estos datos pueden resultarnos curiosos, pero sin ellos, dif¨ªcilmente podr¨ªamos entender la idea de las cosas que se hac¨ªan las personas para las que escrib¨ªa Covarrubias, tan pintorescas, pero tan reales como supone pensar que la berenjena produce melancol¨ªa o que el bollo maim¨®n sea "pan mezclado con hechizos de bienquerencia". Con todo, he de precaver a los futuros lectores de este benem¨¦rito diccionario que han de desentenderse de las sorprendentes etimolog¨ªas que nos brinda, la mayor parte de las cuales pertenece al mundo de la pura fantas¨ªa. Para hacerlo comprender no necesito fijarme en sus ¨¦timos hebreos o ¨¢rabes, basta con recurrir a las romances, como la de abarca "por tener forma de barcas" o cetrer¨ªa "d¨ªjose, de cetro".
He querido ponderar por medio de dos caracter¨ªsticas la importancia que tiene esta obra cuyo centenario conmemoramos. Querr¨ªa a?adir que su lectura no solo es manjar reservado al gusto de los fil¨®logos, sino un banquete para lectores refinados, como Luisa Alday, personaje de la ¨²ltima novela de Javier Mar¨ªas, Los enamoramientos, que acude a ese "voluminoso libro verde" que es el diccionario de Covarrubias, para introducir a la envidia en el relato, en tanto que, seg¨²n el lexic¨®grafo, se trata del veneno que "suele engendrarse en los pechos de los que nos son m¨¢s amigos, y nosotros los tenemos por tales fi¨¢ndonos dellos".
Para este monumento de la lexicograf¨ªa tenemos adem¨¢s la ventura de contar con buenas ediciones, no solo accesibles, sino que merecen un elogio desde el punto de vista filol¨®gico y t¨¦cnico: me refiero a la de Mart¨ªn de Riquer, que durante tanto tiempo fue la usual entre fil¨®logos, y la m¨¢s reciente de Ignacio Arellano y Rafael Zafra, que puede considerarse como la edici¨®n definitiva y que cuenta adem¨¢s con un CD que facilita notablemente el acceso a la obra.
Tesoro de la lengua castellana o espa?ola seg¨²n la impresi¨®n de 1611, con las adiciones del Padre Benito Remigio Noydens, publicada en Madrid, 1674. Sebasti¨¢n de Covarrubias. Edici¨®n de Mart¨ªn de Riquer. Barcelona: SA. Horta, 1943. Alta Fulla Editorial. Barcelona, 2003 (reproducci¨®n de la edici¨®n de M. de Riquer). 1.120 p¨¢ginas. 60 euros. Tesoro de la lengua castellana o espa?ola. Sebasti¨¢n de Covarrubias Horozco. Edici¨®n integral e ilustrada de Ignacio Arellano y Rafael Zafra (reimpresi¨®n de la edici¨®n de 2006). Iberoamericana. Madrid / Fr¨¢ncfort, 2009. 1.639 p¨¢ginas + CD. 120 euros. Jos¨¦ Manuel Blecua (Zaragoza, 1939) es director de la Real Academia Espa?ola.
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