Hoy, Grecia somos todos
Acabo el curso con la inc¨®moda sensaci¨®n en el cuerpo de que los Gobiernos, y particularmente los ciudadanos, de la Uni¨®n Europea no estamos sabiendo valorar el elevado riesgo de que acabemos pagando un alto precio por no saber dar una salida adecuada al endeudamiento y a la situaci¨®n econ¨®mica griega.
No deber¨ªa sorprenderme. La historia pasada y reciente nos muestra la incapacidad para anticipar las consecuencias futuras de nuestras acciones. Nadie pareci¨® ver lo que se estaba incubando detr¨¢s de la burbuja crediticia e inmobiliaria. Y as¨ª nos fue. Y nadie parece ver ahora las consecuencias sociales y pol¨ªticas europeas de una mala salida al drama griego. Y, por extensi¨®n, del resto de pa¨ªses sobreendeudados del euro. Y as¨ª nos puede ir.
Parte de los ciudadanos alientan a los Gobiernos a dar una soluci¨®n a lo Lehman Brothers
?Por qu¨¦ nuestros pol¨ªticos nacionales y europeos no son capaces de ver ese peligro? Si lo ven, ?por qu¨¦ son tan necios y no dan los pasos adecuados para evitar el precipicio? ?Acaso no conocen la dram¨¢tica historia de Europa en la primera mitad del siglo pasado?
Pero ?y si los obst¨¢culos no estuviesen tanto en la incapacidad de nuestros pol¨ªticos como en la resistencia de las opiniones p¨²blicas nacionales UE a tomar las decisiones adecuadas? Creo que vale la pena tomar en consideraci¨®n esta hip¨®tesis.
Seg¨²n leo, la mitad de los espa?oles no est¨¢n de acuerdo en apoyar un nuevo plan de ayuda a Grecia. Si por ellos fuese, los griegos deber¨ªan hab¨¦rselas solos con sus desgracias y penalidades, navegando en un mar estrecho y turbulento, entre la Escila del default desordenado o la Caribdis de la austeridad y el estancamiento econ¨®mico prolongado. Mal asunto.
En esta actitud, esa mitad de espa?oles coinciden con buena parte de la opini¨®n p¨²blica alemana, holandesa, finlandesa y de los dem¨¢s pa¨ªses del centro y norte europeo. Consideran que aun cuando todos estemos dentro de una misma uni¨®n monetaria, con una moneda com¨²n, cada palo debe aguantar su vela.
Esta actitud de una parte de la ciudadan¨ªa europea alienta a los Gobiernos a dar al caso griego una soluci¨®n a lo Lehman Brothers. La opini¨®n p¨²blica, el Gobierno de George W. Bush y las autoridades monetarias estadounidenses consideraron que la soluci¨®n era dejar quebrar a Lehman. Y ocurri¨® lo que ya sabemos.
En el caso espa?ol, esta actitud, adem¨¢s de sorprendente, es un peligroso error. Es como tirar piedras sobre el propio tejado. Porque, como estamos viendo, dentro de una uni¨®n monetaria el mal de uno de los miembros se contagia inmediatamente hacia el resto de pa¨ªses sobreendeudados del euro, entre los que estamos nosotros por m¨¦ritos propios. Ya lo estamos padeciendo con en el fuerte sobrecoste que tenemos que pagar para renovar la deuda p¨²blica y con la imposibilidad que tienen nuestras empresas y bancos para hacer nuevas emisiones de deuda privada. La opini¨®n p¨²blica espa?ola tiene que comprender que la ayuda a Grecia no es una cuesti¨®n de solidaridad, sino de ego¨ªsmo propio. Ayud¨¢ndoles a no caer en el precipicio de su default evitamos caer en el nuestro. Y lo mismo vale para el resto de ciudadanos de los pa¨ªses de la UE.
?Cu¨¢l es la causa de esta actitud de la opini¨®n p¨²blica europea? Probablemente, muchos ciudadanos piensan que las causas de los problemas que hoy sufren Grecia y el resto los pa¨ªses sobreendeudados del euro tienen su origen en un problema de valores de los ciudadanos de esos pa¨ªses, y no en un mal funcionamiento de la econom¨ªa del euro, y en particular un fallo espectacular del sistema bancario europeo y de los ¨®rganos p¨²blicos y privados (agencias de calificaci¨®n) encargados de su control y supervisi¨®n. Esa visi¨®n err¨®nea e interesada atribuye el sobreendeudamiento de los pa¨ªses perif¨¦ricos a un problema fiscal. A que los ciudadanos de esos pa¨ªses son, por naturaleza, manirrotos, indolentes, poco trabajadores y que est¨¢n enganchados al gasto p¨²blico. Que les falta, en definitiva, ¨¦tica del trabajo y disciplina.
Esa visi¨®n err¨®nea e interesada viene especialmente de Alemania y de los pa¨ªses n¨®rdicos. La canciller alemana, Angela Merkel, ha puesto su voz en muchas ocasiones a esa visi¨®n. Pero, curiosamente, tambi¨¦n la sostienen algunas de las ¨¦lites empresariales y financieras de los pa¨ªses ahora con problemas. Incluido Espa?a.
Especialmente activas en la defensa de esa visi¨®n interesada son las ¨¦lites financieras, que han sido la causa original del problema. Son esas mismas ¨¦lites financieras las que, habiendo sido la causa, defienden ahora que la soluci¨®n es la austeridad y las reformas sociales.
Si no somos capaces de contrarrestar ese discurso de las ¨¦lites, las prioridades financieras que est¨¢n intentando imponer ser¨¢n la puerta trasera por la que se cuelen males mayores.
De una cosa podemos estar seguros: si una parte importante de la opini¨®n p¨²blica europea contin¨²a sosteniendo esa visi¨®n err¨®nea sobre la causa de los problemas de sobreendeudamiento, y los Gobiernos -especialmente los de Alemania y Francia- demuestran ser incapaces de manejar adecuadamente la crisis de la deuda, veremos emerger otras crisis mucho m¨¢s peligrosas y destructivas. Como se?alaba recientemente el fil¨®sofo y premio Nobel de Econom¨ªa Amartya Sen, "no se trata solo del euro. Es la democracia en Europa la que est¨¢ en peligro".
Hoy, Grecia somos todos. Y si no lo sabemos ver as¨ª, entonces iremos alegres y confiados hacia mayores desastres. Ya sucedi¨® as¨ª en el primer tercio del siglo pasado, cuando, al finalizar la Primera Guerra Mundial, Francia e Inglaterra impusieron a Alemania la condici¨®n de cargar ella sola con el coste de la guerra. Y parece como si estuvi¨¦semos encantados de volver a cometer el mismo error. Ahora, con Grecia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.