Peque?os placeres

La vuelta a casa resulta m¨¢s placentera cuando has cumplido la tarea de comprar pan antes de llegar. Entras al horno y te parece un lugar donde nada malo puede pasar. ?Huele tan bien! En ese momento no tengo claro si quiero ser el ni?o del pan de Robert Doisneau o Cher revolc¨¢ndome sobre la harina en Hechizo de Luna.

El pan, el pan, el pan es delicioso y la oferta se vuelve cada vez m¨¢s variada y apetecible. As¨ª que hemos pasado de una barra de pan con pan a una colecci¨®n de harinas mezcladas con pipas, nueces, pasas, aceitunas, algo de queso. ?Hasta hay de calabac¨ªn! Y de salvado, integral, de pueblo, redondo, baguette, sobado, ca?adas, con aceite, hmm... Tras un vistazo r¨¢pido al interior de la bolsa de tesoros y el inevitable deleite olfativo procedo al cl¨¢sico pellizquito. Ralentizo el paso. Me siento de domingo aunque sea martes. Retraso el regreso al hogar y me acomodo en un banco. Miro el cielo, la gente caminando, las hojas de los ¨¢rboles... No escucho nada en concreto. Es todo m¨¢s bien un murmullo agradable. La vida es otra cosa con un trozo de tierno pan en la boca. Al llegar a destino un beso y una pregunta: ?mucha hambre? No. Y se escapa una sonrisa con miga en el labio incluida.