Un hito hist¨®rico en el mundo ¨¢rabe
Ning¨²n dictador depuesto hab¨ªa sido juzgado antes por su propio pueblo - Los ciudadanos han perdido el miedo que les atenaz¨® durante d¨¦cadas
El tirano Sadam Husein, ahorcado en diciembre de 2006, fue juzgado por un tribunal de jueces iraqu¨ªes dise?ado por el invasor estadounidense. No resultaba dif¨ªcil adivinar su destino tras ser detenido en un min¨²sculo zulo cerca de su natal Tikrit: el pat¨ªbulo. Las im¨¢genes del s¨¢trapa de Bagdad colgado supusieron una conmoci¨®n en el mundo ¨¢rabe. No porque el l¨ªder de la ¨¦lite gobernante hubiera muerto violentamente, algo m¨¢s que frecuente en el orbe musulm¨¢n desde el siglo VII, aunque esos emires perec¨ªan en el ¨¢mbito de las pugnas intestinas y de las intrigas en la lucha por el poder.
El dictador tunecino Zine el Abidine Ben Ali, fugado a Arabia Saud¨ª en enero, tambi¨¦n est¨¢ siendo procesado por la justicia de su pa¨ªs. Aunque para desaz¨®n de gran parte de los 10 millones de tunecinos, no contemplar¨¢n al exdictador y su cohorte ladrona ante el juez.
El caso de Hosni Mubarak, rais egipcio hasta el 11 de febrero, es diferente. Es un cataclismo porque supone un hito hist¨®rico en los pa¨ªses ¨¢rabes: por primera vez, un dictador depuesto por su pueblo es juzgado por su pueblo. El banquillo que hasta hace pocos meses ocupaban islamistas, gais, u opositores pol¨ªticos de cualquier pelaje, acogi¨® ayer a Mubarak, vestido de blanco, convaleciente en su camilla, acompa?ado de dos hijos -Alaa y Gamal- tambi¨¦n encausados. Los egipcios, durante m¨¢s de medio siglo sometidos a un poder republicano que no admit¨ªa contestaci¨®n popular, no daban cr¨¦dito.
El juicio que arranc¨® ayer en la Academia de Polic¨ªa de El Cairo es un acontecimiento de inconmensurables consecuencias. No tanto por los efectos pol¨ªticos inmediatos -previsiblemente poco relevantes- en un pa¨ªs que es ahora espejo de los rebeldes en pa¨ªses vecinos, sino por los que provocar¨¢, o ya ha provocado, en la mentalidad de tantos magreb¨ªes y pobladores de Oriente Pr¨®ximo que consideraban a sus dirigentes casi intocables, como si formaran una casta.
Pero tambi¨¦n los aut¨®cratas deber¨¢n cambiar. Es imposible saber qu¨¦ deparar¨¢n las revueltas que sacuden Siria, Libia y Yemen, pero no es aventurado augurar que los gobernantes se pensar¨¢n dos veces a partir de ahora recurrir a los brutales m¨¦todos represivos que han sofocado toda oposici¨®n a sus designios. Las masas han demostrado que han perdido el miedo que les ha atenazado durante d¨¦cadas.
Esa mueca de temor -nada reverencial- a la autoridad que tan a menudo se observa en los semblantes de los pobladores del mundo ¨¢rabe se est¨¢ difuminando a marchas forzadas. La mirada huidiza de los tunecinos, cuando observaban d¨ªas antes del 14 de enero a los matones de Ben Ali deambulando amenazadores por la avenida Habib Burguiba de T¨²nez, todav¨ªa a las ¨®rdenes del dictador, se borr¨® en cuesti¨®n de horas. Mujeres y hombres llamaban "asesino" a Ben Ali, a cent¨ªmetros de uniformados armados a los que, d¨ªas antes de la partida del dictador, apenas osaban dirigirse. En Libia, la par¨¢lisis que produc¨ªa en la sociedad los omnipresentes comit¨¦s revolucionarios de Muamar el Gadafi ha dado paso a una actividad desbordante con un solo objetivo: derrocar al dictador.
El juicio a Mubarak, sus hijos y seis de sus colaboradores puede inducir a otros dictadores a descartar el abandono del poder. Porque los airados manifestantes en las tierras ¨¢rabes no se conforman con la simple retirada. Exigen justicia; que los l¨ªderes rindan cuentas por los cr¨ªmenes cometidos, no solo durante las revueltas, y que devuelvan el bot¨ªn amasado en d¨¦cadas de saqueo de los bienes p¨²blicos. Y el proceso contra el dictador que dirigi¨® Egipto durante tres d¨¦cadas pone de relieve tambi¨¦n una constante en los pa¨ªses ¨¢rabes desde comienzos de a?o, pocos d¨ªas despu¨¦s de que el 17 de diciembre pasado Mohamed Bouazizi se inmolara en la empobrecida ciudad de Sidi Bouzid. Los Gobiernos van a remolque de las pretensiones o exigencias de los manifestantes, que volvieron a llenar la cairota plaza de Tahrir a la primera sospecha de que el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas -el Gobierno hasta que se celebren elecciones- recelaba de enjuiciar al que hab¨ªa sido su jefe.
Porque muchos egipcios temen hoy que se reproduzca el panorama opuesto al que se vivi¨® en 1952. Aquel a?o, el golpe de Estado de los coroneles que derroc¨® al rey Faruk deriv¨® en la revoluci¨®n panarabista de Gamal Abdel Naser. Ahora no escasean egipcios que piensan que la revoluci¨®n de enero pasado puede desembocar en un golpe de Estado de los militares que todav¨ªa ostentan el poder.
Antecedentes
- Sadam Husein. El dictador iraqu¨ª fue juzgado por cr¨ªmenes contra la humanidad por un tribunal establecido por las autoridades de EE UU en diciembre de 2004. Fue ahorcado el 30 de diciembre de 2006.
- Zine el Abidine Ben Ali. Fugado a Arabia Saud¨ª en enero, est¨¢ siendo procesado en rebeld¨ªa en T¨²nez por la represi¨®n de la revuelta y por corrupci¨®n.
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