El 'aznaourinho lupus'
Se comunican mediante aullidos o gru?idos. Odian las capuchas rojas o azulgranas.
No es un rico sentido del humor, en contra de lo que algunos expertos han asegurado, la caracter¨ªstica m¨¢s definitiva del aznaourinho lupus. Hay incluso quien defiende, tras un detallado examen de su manera de actuar a lo largo de a?os y a?os, que es precisamente la ausencia de humor, m¨¢s conocida como destemplanza o groser¨ªa, el aspecto m¨¢s caracter¨ªstico de estos ejemplares que hoy retratamos. Ser malaje es para esta especie motivo de orgullo: a mayor tosquedad, mayor grado de pureza. Obtienen puntos el desplante, el resoplo, el rezongo y el gru?ido. Incluso, el corte de mangas o la higa tienen su premio y predicamento entre sus mejores y m¨¢s celebrados representantes. Hubo un caso, se?alado en la literatura cient¨ªfica, en el que un individuo ya crecido de aznaourinho tuvo que ser expulsado de la manada: se le hab¨ªa visto, aseguran, sonre¨ªr educadamente a un ejemplar de otra raza, en lugar de sacarle los ojos, como es norma entre los aznaourinhos que han dejado huella en la historia de la especie. "Con los descarados hay que ser descarados", arguyen. "?Te vas a ir a Segunda!", le espetan al adversario.
Los machos alfa de la especie tienen muy mal perder.
Acostumbran estos espec¨ªmenes a practicar la t¨¢ctica del disimulo, quiz¨¢ acostumbrados a ella por su t¨¦cnica envolvente de caza, desplegados los ejemplares de su manada, siempre reducida, hacia v¨ªctimas elegidas por ser las m¨¢s d¨¦biles de las d¨¦biles, que mucho presumen de ferocidad los aznaourinhos, pero que no pasan, en la cruda realidad, de asaltar desguarnecidos corderitos, cuanto m¨¢s lechales, m¨¢s proclives a sus colmillos, tal que si fueran clientes de mes¨®n de Pe?afiel. Apenas le hacen ascos a la carro?a o a la basura. Salvajes, s¨ª, pero tampoco es obligatorio enfrentarse a los mayores o a los m¨¢s peligrosos, que siempre es mejor esperar a que la edad les haya arrancado varios caninos. O sea, que se prefiere Perejil o el Sporting como enemigos. Y una vez vencidos y humillados, comienza a reforzarse el estatus de la manada. Los jefes son los que comen primero, comenzando por el coraz¨®n, el h¨ªgado o los pulmones. Luego, los ejemplares de rango intermedio se zampan el est¨®mago y se dejan para el final los m¨²sculos de las piernas, y si queda algo de hambre, la emprenden con los huesos. Suena asqueroso, es verdad, pero as¨ª son los aznaourinhos. Qu¨¦ se le va a hacer. Pero aunque sus pr¨¢cticas culinarias dejen mucho que desear no hay que suponer que su comportamiento con los hijos sea igual de despiadado. Ni mucho menos. Alguno ha habido que ha buscado la cueva m¨¢s lujosa de todas las cuevas para emparejar a su hija, en una espectacular ceremonia que congreg¨® a numerosos jefes de numerosas manadas.
Es cierto que tampoco se arredran cuando el destino les deja en mitad del ring y han de enfrentarse a un mayor en edad, saber, gobierno o fuerza. Siempre intentan ganar, claro, pero si se pierde, la culpa ser¨¢ de otros. "Puede estar usted seguro y pueden estar seguras todas las personas que nos ven de que les estoy diciendo la verdad. El r¨¦gimen iraqu¨ª tiene armas de destrucci¨®n masiva", se dice primero. Y luego, a?os despu¨¦s, "tengo el problema de no haberlo sabido antes; nadie lo sab¨ªa", as¨ª que otros expliquen y se hagan cargo de lo que yo dije y defend¨ª con tanto ¨¦nfasis, que uno tiene que estar a seguir a los corderitos y a justificarse por ir tras los corderitos, y a veces no se puede con todo. Y cuando no son los servicios de inteligencia son los ¨¢rbitros, que qu¨¦ les vamos a decir de los ¨¢rbitros, que esos s¨ª que son depredadores, aut¨¦nticas alima?as que nos buscan los desprevenidos ijares para asestarnos brutales mordeduras. Claro que nuestros lupus tienen visi¨®n nict¨¢lope, para ver con poca luz, que sus ojos poseen un tapetum lucidum tras la retina, lo que les permite ver cosas que solo est¨¢n al alcance de su vista privilegiada, por lo que nada debe extra?ar que solo ellos adviertan evidencias que se ocultan al resto de las especies. Tan inferiores.
La comunicaci¨®n entre ellos se logra mediante aullidos. Pod¨ªan haber sido educados y circunspectos silogismos, si esto es as¨ª, lo otro ser¨¢ de aquella manera, pero no. A¨²llan. ?Y siempre se entienden as¨ª entre ellos? No, no siempre. En otras ocasiones gru?en, que tampoco es muy sofisticado, se dir¨¢n ustedes, pero es la realidad. De la mezcla de ambos elegantes sonidos y un en¨¦rgico lenguaje corporal salen todas sus formas de comunicarse, tanto entre ellos como con el resto de seres vivos. Les digo algunos ejemplos: si es agresivo, el aznaourinho gru?ir¨¢ y erizar¨¢ el pelaje; si est¨¢ de caza, la cola se le quedar¨¢ horizontal y recta, y si est¨¢ enfadado, las orejas estar¨¢n erectas, mostrar¨¢ los incisivos, arquear¨¢ la espalda y gru?ir¨¢. O sea, como siempre les vemos: en su postura natural. Hay quien dice que les ha visto contentos. Entonces, mueven el rabo. Pero no hay constancia gr¨¢fica.
A veces este aullido adquiere connotaciones curiosas, que tambi¨¦n est¨¢n documentadas en la literatura cient¨ªfica e incluso existe grabaci¨®n del hist¨®rico momento en el que se produjo el singular fen¨®meno de que un aznaourinho emple¨® un acento tejano en sus comunicaciones con los dem¨¢s: "Estamoouussss trabajandoouu en elloouu". Incluso han murmurado cosas en p¨²blico, dentro de la categor¨ªa de gru?idos, como las copas que uno toma antes de conducir no me las va a controlar nadie. Tambi¨¦n optan, si los animalitos a quienes han congregado a o¨ªrle lo resisten, por largos soliloquios de gru?idos, que unos entienden como quejas, y otros, como acusaciones: "Nos tratan mal", o "nadie nos defiende". La hermen¨¦utica sobre el lenguaje de los aznaourinhos lupus todav¨ªa admite numerosas interpretaciones.
S¨ª est¨¢n comprobadas cient¨ªficamente dos caracter¨ªsticas exclusivas de los machos alfa de la especie. La primera es que no admiten competencia alguna. Y a¨²n menos, una rareza de la que se ignora su origen, si han nacido en Argentina y hablan quedo, caracter¨ªsticas ambas que desatan la indecorosa costumbre en el aznaourinho de tirarle al mentado varias tarascadas a la yugular en extremo desabridas hasta que su rival, aterrorizado, abandona el territorio. La segunda caracter¨ªstica es que tienen un perder francamente mejorable. Usted le pone a pelear con un igual, quiz¨¢ por delimitar su territorio, y si pierde la sanguinaria batalla, que intentar¨¢n lo imposible por ganarla, que su valoraci¨®n de las malas artes no es muy sutil, ya ver¨¢n qu¨¦ cara se le queda y lo mal que lleva la derrota. Se les hincha el hocico, ya de por s¨ª poderoso, para diferenciarse de coyotes y chacales, y la emprender¨¢n con el primer corderillo que se cruce por su olfato, mejor si le fallan las patas traseras y no puede correr. Les pasa mucho si su manada pierde elecciones o partidos de la Copa de Europa. ?Por qu¨¦?, ?por qu¨¦?, ?por qu¨¦?, se preguntan entonces, asombrados ante tanta injusticia.
No se sabe por qu¨¦ la literatura popular es muy cruel con estos seres tan entra?ables. En los cuentos infantiles, conocidos por todos los responsables de guarder¨ªas, el aznaourinho lupus aparece como una criatura maligna y cruel que se vuelve loca de ira en cuanto divisa una caperuza roja o, en su defecto, azulgrana. Tampoco los dichos populares les hacen justicia: "Ver las orejas al aznaourinho", se dice cuando se avienta peligro; o "meterse en la boca del aznaourinho", caso de quien se busca innecesarios problemas.
Y, por fin, lo que es peor, se afirma que el "hombre es un aznaourinho lupus para el hombre".
Una injusticia. -
La pr¨®xima semana: ALEBRIJES / 2. 'Zaparterdiola lepidoptera'
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