La Audiencia entre bastidores
El tribunal que naci¨® con la democracia est¨¢ a punto de cumplir 35 a?os. EL PA?S re¨²ne a su primer presidente y al actual para recorrer los recovecos de su ya larga historia
Rafael Mendiz¨¢bal se?ala los sof¨¢s en los que durmi¨® m¨¢s de una noche. Entonces, este despacho de la Audiencia Nacional era suyo, y la amenaza de un ataque terrorista, inminente. El primer presidente del tribunal habla de tiempos sin escolta. Tan solo el coche oficial, cuyo conductor se convert¨ªa en guardaespaldas improvisado. En una ocasi¨®n, su ch¨®fer vio un coche aparcado a las puertas de la Audiencia, una chica tomaba notas desde el asiento del copiloto. Aquello no pod¨ªa ser bueno, toc¨® el claxon y el veh¨ªculo sospechoso se alej¨®. D¨ªas despu¨¦s encontraron el bolso que pertenec¨ªa a la mujer que montaba vigilancia. Hab¨ªa notas: horarios, salidas, rutinas. Mendiz¨¢bal todav¨ªa conserva esos apuntes que le pudieron haber costado la vida.
En los peores a?os del terrorismo, los fiscales entraban y sal¨ªan de la Audiencia buscando un destino m¨¢s seguro
Casi han pasado 35 a?os desde aquella primera etapa de la Audiencia Nacional. El despacho lo ocupa ahora ?ngel Juanes Peces, actual presidente de la Audiencia. Son las diez de la ma?ana y el desayuno est¨¢ preparado en la mesa de reuniones. Tazas de porcelana blanca para un caf¨¦ entre presidentes. Juanes y Mendiz¨¢bal se han reunido para recorrer con EL PA?S la historia del tribunal que naci¨® con la democracia. Juanes cede la cabecera de la mesa a Mendiz¨¢bal, que de forma natural se adue?a del espacio y de la conversaci¨®n.
M¨¢s de 80 a?os acent¨²an su seriedad casi aristocr¨¢tica. Impecablemente vestido, gemelos en los pu?os y condecoraci¨®n constitucional en la solapa. Mendiz¨¢bal habla de c¨®mo durante la Transici¨®n se cocinaba "una nueva ley desde la ley" en los fogones del Ministerio de Justicia, en el que era subsecretario. Desde ese puesto elabor¨® dos textos, que el Consejo de Ministros aprob¨® el 30 de diciembre de 1977: el mismo d¨ªa se crea la Audiencia Nacional y se suprime el Tribunal de Orden P¨²blico (TOP). El recelo se transform¨® para muchos en cr¨ªtica abierta hacia el nuevo tribunal, al que algunos consideraban heredero del franquista:
-He venido aqu¨ª para hablar de la Audiencia, no del TOP.
El tono de Mendiz¨¢bal es tajante, est¨¢ cansado de tener que explicar la misma cantinela. Siempre correcto, enseguida matiza: "Los magistrados siempre tenemos algo de autoritarios". Tras una breve pausa a?ade: "Y yo ya lo era". Caballero, s¨ª, pero con mucho car¨¢cter. Insiste en que no hered¨® las competencias del TOP. "Nunca juzg¨® delitos ideol¨®gicos. La Audiencia est¨¢ pensada para luchar contra la criminalidad organizada", dice con rotundidad Mendiz¨¢bal. Aclara que adem¨¢s, durante la dictadura, los delitos de terrorismo eran competencia de los tribunales militares: "Franco no se fiaba ni de sus propios jueces".
"Lo he consultado con Adolfo [Su¨¢rez] y me ha dicho que t¨² la has creado. Que la organices". As¨ª le ofreci¨® la presidencia de la Audiencia a Mendiz¨¢bal el entonces ministro de Justicia, el ucedista Landelino Lavilla. El car¨¢cter especial del tribunal, cuyos juzgados centrales instruyen casos estrella, ha hecho que la Audiencia sea hoy el tribunal m¨¢s medi¨¢tico de Espa?a. Una especie de Cabo Ca?averal para los magistrados, como sol¨ªa decir Mendiz¨¢bal: "Todo el que pasaba por aqu¨ª acababa en ¨®rbita".
Terminado el caf¨¦, contin¨²an la ruta por la memoria visitando otras salas. Cuatro plantas m¨¢s abajo del despacho de la presidencia se celebr¨® una de las vistas preliminares del juicio de la SGAE; unos d¨ªas antes, otra sala juzgaba a Arnaldo Otegui por enaltecimiento del terrorismo. Hace 13 a?os, desde un despacho de la Audiencia, el juez Baltasar Garz¨®n ped¨ªa a Londres la extradici¨®n del dictador chileno Augusto Pinochet, un hito en la historia del tribunal, que se convirti¨® en un modelo de justicia universal.
"?Hombre, don Rafael!", saludan a Mendiz¨¢bal al verlo pasear por los pasillos. Es Juan del Olmo, juez instructor de los atentados del 11-M, el acto de terrorismo con mayor n¨²mero de v¨ªctimas de la democracia. Los muchos testigos que requiri¨® el juicio obligaron a trasladarlo a la Casa de Campo, como ocurri¨® con el envenenamiento masivo por aceite de colza adulterado, en 1981, que provoc¨® la muerte de 1.100 personas y el envenenamiento de otras 60.000.
Los presidentes llegan al primer s¨®tano de la Audiencia, a la sala donde se juzgan los delitos de terrorismo. Una idea que Mendiz¨¢bal tom¨® de los juicios de N¨²remberg contra los jerarcas nazis en 1945. El mobiliario es de madera, pero el espacio est¨¢ dividido por paredes de cristal blindado. En la zona donde declaran los acusados, los asientos est¨¢n anclados al suelo para que no se repita lo que ocurri¨® en el juicio del etarra Valent¨ªn Lasarte: en un rapto de furia arremeti¨® contra el cristal, golpe¨¢ndolo con la silla hasta rajarlo. La sala tiene otra particularidad: la megafon¨ªa queda a voluntad del magistrado que preside la sala. Un bot¨®n y no se oye al acusado; otro, y el acusado no escucha al p¨²blico. "Controlar la megafon¨ªa es controlar la situaci¨®n", le dijeron. Y lo aplic¨®.
En los a?os m¨¢s hirvientes del terrorismo, los fiscales entraban y sal¨ªan de la Audiencia buscando un destino m¨¢s seguro. Hab¨ªa miedo. Eran principios de los a?os ochenta y los avisos de bomba se convirtieron en rutina: "Muchos eran falsas alarmas de gente que no quer¨ªa ir a trabajar". Ellos no cre¨ªan en los avisos de bomba. Lo afirman serios, como si los ataques del terrorismo fueran cuesti¨®n de fe y no una realidad que dej¨® m¨¢s de 100 muertos durante el primer a?o del tribunal. Los atentados afectaron tambi¨¦n a la Audiencia. La fiscal Carmen Tagle fue asesinada en 1989. ETA la acribill¨® a balazos en la puerta de su garaje de la calle de Julio Palacios de Madrid.
El entonces presidente Fernando de Mateo Lage sal¨ªa de la Audiencia cuando recibi¨® una llamada: Tagle hab¨ªa sido asesinada. Fue a ver el cad¨¢ver, sin pensar que dos a?os despu¨¦s ¨¦l mismo sufrir¨ªa otro atentado. El 26 de febrero de 1990 recibi¨® en su casa un paquete,
presuntamente de Instituciones Penitenciarias. Era el libro Agente secreto, de John le Carr¨¦. Fernando de Mateo hijo recuerda aquel d¨ªa: su padre, siempre inquieto, acab¨® pronto de comer y fue a su despacho. Al momento, un estruendo y el olor del explosivo. De Mateo Lage surgi¨® de entre el humo y el polvo, parec¨ªa un espectro. Un espectro sin manos. "Le puse una toalla sobre los mu?ones. No quer¨ªa que viera que se hab¨ªa quedado manco", cuenta su hijo.
En 1996, ETA volvi¨® a enviar un libro-bomba a un magistrado del tribunal. La explosi¨®n seg¨® tres dedos a Jos¨¦ Antonio Jim¨¦nez Alfaro, entonces presidente de la Sala Segunda de lo Penal. Con la mano derecha envuelta en una toalla y la cara salpicada por su propia sangre, Jim¨¦nez Alfaro abandonaba el edificio de la Audiencia. El tribunal ha hecho de la lucha antiterrorista su estandarte gracias a juicios de casos como el atentado de Hipercor en Catalu?a o el asesinato de Miguel ?ngel Blanco.
Los magistrados de la Audiencia Nacional tambi¨¦n investigaron la guerra sucia contra ETA. Entre otros, fueron condenados el general de la Guardia Civil Enrique Rodr¨ªguez Galindo -por el secuestro y asesinato de los presuntos etarras Jose Antonio Lasa y Jose Antonio Zabala en 1983- y el subcomisario Jos¨¦ Amedo -por su implicaci¨®n en diversos atentados de los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberaci¨®n)-.
Las profec¨ªas que afirman que el fin del terrorismo implicar¨¢ el fin del tribunal son un absurdo para los dos presidentes. "?Y el narcotr¨¢fico? ?Y los juicios de corrupci¨®n, como el de Banesto?", pregunta Juanes con tono desde?oso. Sin esperar respuesta a?ade: "El terrorismo es solo una parte de las competencias de lo penal, y lo penal es solo una peque?a parte del volumen de sentencias que emite la Audiencia".
Como una met¨¢fora del ciclo que se cierra, la pecera y el resto del edificio de la Audiencia, pr¨®ximo a la madrile?a plaza de Col¨®n, tienen los d¨ªas contados. El Ministerio de Justicia destinar¨¢ 12 millones de euros para rehacer el interior del edificio que caz¨® Mendiz¨¢bal. Corr¨ªa el a?o 1978 y Madrid se hab¨ªa convertido en un coto para las nuevas instituciones democr¨¢ticas, que se peleaban entre s¨ª por hacerse con la mejor sede. Mendiz¨¢bal se acerc¨® al "palacete" en obras situado a solo unos metros del Supremo y dijo al encargado de las reformas: "Prep¨¢renos una planta, venimos a trabajar al edificio". Los ruidos y la polvareda no le arredraron. "Rafael ten¨ªa un lema: 'La ocupaci¨®n es el 90% de la propiedad'. Y no estaba dispuesto a dejarse quitar el edificio", cuenta Paloma, una de las pocas personas que se mudaron en esa primera hornada que okup¨® la Audiencia.
De naturaleza firme y belleza ya madura, Paloma es la funcionaria m¨¢s antigua del tribunal. Hoy es secretaria judicial, pero ha sido chica para todo: jefa de prensa cuando el departamento a¨²n no exist¨ªa, encargada de las remodelaciones del edificio y mano derecha del primer presidente de la Audiencia, Rafael Mendiz¨¢bal. Su marido.
Esta mujer fue testigo de primera mano del primer sumario que se "digitaliz¨®". La palabra es excesiva: consisti¨® en un ¨ªndice tem¨¢tico del caso del aceite de colza, que permitiera a los interesados moverse entre los armarios con los archivos de la causa. Solo el caso de la colza ocupa una habitaci¨®n entera. Acabar con estos laberintos de estanter¨ªas abarrotadas de cartapacios y tener un soporte digital que agilice los trabajos es el nuevo reto de la Audiencia. La cuenta atr¨¢s para el objetivo papel cero comenz¨® en 2009. Diez millones de euros y un marat¨®n de escaneado y documentaci¨®n con turnos de ma?ana, tarde y noche han permitido digitalizar los expedientes de casos abiertos del tribunal.
Ahora toca ver c¨®mo funciona. La Audiencia -el ¨²nico juzgado con tres de los cuatro ¨®rdenes (¨²nicamente carece de sala de lo civil)- es el banco de pruebas de la digitalizaci¨®n de la justicia. "Es una experiencia pionera", explica con entusiasmo Luis Mart¨ªn Contreras. Bigote gris y aire serio, el secretario del ministerio que coordina el proyecto afirma que los tr¨¢mites se agilizar¨¢n as¨ª "entre un 20% y un 30%".
Contreras no disimula su frustraci¨®n por la falta de resonancia que ha tenido el proyecto, aunque reconoce que parte del des¨¢nimo ciudadano es culpa del propio ministerio: "Hasta ahora, Justicia solo ha vendido prepotencia y error. Pero estamos luchando por cambiar esto". De su cartera saca una tarjeta personal, similar al DNI electr¨®nico. Es la llave de su firma digital. Introduce la tarjeta en el lector del ordenador y firma la apostilla de una carta. "As¨ª ser¨¢ el futuro: resoluci¨®n firmada, resoluci¨®n notificada".
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