De asesino a h¨¦roe
Que Brasil conceda la ciudadan¨ªa honoraria al exterrorista de los PAC Cesare Battisti y niegue su extradici¨®n es una ofensa a Italia y al derecho internacional. La decisi¨®n abre una crisis entre los Gobiernos de ambos pa¨ªses
El definitivo rechazo de Brasil a extraditar al ciudadano italiano Cesare Battisti, condenado a cadena perpetua en Italia por cuatro homicidios, dos de los cuales ejecutados personalmente mediante disparos en la nuca, no constituye ¨²nicamente una ofensa a la Rep¨²blica Italiana, sino que es tambi¨¦n una herida infligida al derecho internacional.
Por si fuera poco, la recent¨ªsima concesi¨®n a Battisti de la ciudadan¨ªa "honoraria" brasile?a supone un escarnio que me indujo a renunciar, con profundo pesar, a la invitaci¨®n del Festival de Paraty que hab¨ªa aceptado hace algunos meses en virtud de la estima que siento por su presidente y por mi editor, a quienes expreso todo mi agradecimiento.
Tiene el apoyo de ciertos intelectuales franceses, mao¨ªstas ayer y hoy pr¨®ximos a la derecha
Las cr¨ªticas de Lula a las prisiones italianas est¨¢n fuera de lugar. Deber¨ªan mejorar las suyas
Lo que resulta realmente parad¨®jico es el estatuto que Brasil ha atribuido a Battisti: de asesino a h¨¦roe, con multitudes que ensalzan sus empresas y pancartas que lo definen como un "libertador". Pero de tal tergiversaci¨®n de la verdad para uso del pueblo no son responsables solo Luiz In¨¢cio Lula da Silva y la propaganda que ha levantado alrededor de tal personaje. Otra buena parte de la responsabilidad corresponde a ciertos intelectuales franceses, algunos de ellos mao¨ªstas ayer y hoy pr¨®ximos a la derecha, enamorados de los terroristas ajenos, que lo han hecho pasar por un combatiente de la libertad, manipulando la historia italiana reciente, al transformar en heroicos revolucionarios a las Brigadas Rojas, a los NAP (N¨²cleos Armados Proletarios) y otros grupos terroristas que ensangrentaron Italia.
En el caso concreto de Cesare Battisti, no est¨¢ de m¨¢s recordar que inici¨® su carrera criminal como un delincuente com¨²n asaltando tiendas y supermercados por af¨¢n de lucro personal, hasta que en determinado momento, en prisi¨®n, se le ocurre poner su experiencia al servicio de un grupo terrorista (los PAC, Proletarios Armados para el Comunismo). Se evade de la c¨¢rcel junto al terrorista que lo ha aleccionado y a un mafioso amigo de ambos. A partir de entonces, sus robos adquieren una naturaleza diferente: dejan de ser robos a mano armada y pasan a llamarse "expropiaciones proletarias". Y si de por medio hay alg¨²n que otro muerto, qu¨¦ se le va a hacer, son gajes del oficio.
Pr¨®fugo durante m¨¢s de 20 a?os, primero en M¨¦xico y despu¨¦s en Francia, probablemente con la ayuda de altas y turbias instancias (no se embarca uno as¨ª como as¨ª para las Am¨¦ricas desde un aeropuerto franc¨¦s con un pasaporte "falso" que viene reconocido como tal en el aeropuerto de llegada), Battisti huy¨® en 2006 a Brasil y fue puesto inmediatamente "bajo tutela" de las autoridades brasile?as, ante las que declar¨® que en Italia ser¨ªa torturado. En virtud del tratado bilateral ¨ªtalo-brasile?o, Italia solicit¨® su extradici¨®n. La decisi¨®n, en la legislaci¨®n de la joven democracia de aquel pa¨ªs, corresponde al Tribunal Supremo. Primera cosa extra?a: el Tribunal Supremo brasile?o somete la decisi¨®n al parecer del presidente Lula, lo que demuestra que en Brasil el poder judicial est¨¢ sometido al poder pol¨ªtico.
El rechazo a la extradici¨®n planteado por Lula se sustenta en el art¨ªculo 3 (p¨¢rrafo f) del Tratado, seg¨²n el cual un prisionero no ser¨¢ extraditado en el caso de que pueda ser objeto de actos persecutorios en las c¨¢rceles de su pa¨ªs. Lula insin¨²a, por tanto, que en las c¨¢rceles italianas se tortura a los prisioneros pol¨ªticos.
Evidentemente, no ha llegado a consultar los nueve informes, publicados entre 1992 y 2009, del Comit¨¦ de Estrasburgo para la Prevenci¨®n de la Tortura, que visita de forma continuada y sin aviso previo todos los centros de detenci¨®n en Europa, en los que no consta un solo caso de que en Italia ning¨²n condenado pol¨ªtico haya sufrido torturas.
Estrasburgo siempre ha puesto de relieve las deficiencias de las c¨¢rceles italianas, que conocemos tambi¨¦n gracias a la prensa italiana: hacinamiento, condiciones higi¨¦nicas precarias, suicidios recurrentes, agresiones y malos tratos hacia detenidos a menudo en espera de juicio, etc¨¦tera. Pero nunca ha hablado de torturas o persecuci¨®n a prisioneros pol¨ªticos; y si algo as¨ª hubiera ocurrido, sin duda los asesinos de Moro u otros terroristas lo habr¨ªan dado a conocer.
Y en cualquier caso las observaciones de Lula para mejorar el sistema carcelario italiano est¨¢n fuera de lugar. Lula deber¨ªa pensar m¨¢s bien en mejorar el suyo: en la revuelta de la prisi¨®n de San Paulo del 2006, la intervenci¨®n de los agentes antidisturbios provoc¨® la muerte de 81 detenidos, a muchos de los cuales se les dej¨® morir quemados vivos dentro de sus celdas.
No me corresponde a m¨ª comentar las tibias formas con las que los ministerios italianos competentes solicitaron la extradici¨®n de Battisti o las argumentaciones jur¨ªdicas que hubieran podido plantearse ante el Gobierno brasile?o y no se han planteado. Ya se sabe que la "competencia" de los ministros y de los abogados de Berlusconi lleva tres lustros demasiado concentrada en coserle a medida leyes personales como para ocuparse de cosas serias. Pero una extradici¨®n no es una cuesti¨®n pol¨ªtica, ata?e a las leyes de nuestra Rep¨²blica y al derecho internacional. Si Lula ha confundido Italia con el Gobierno de Berlusconi ha incurrido en un equ¨ªvoco que no depone a su favor.
Pero hay otro extra?o asunto, menos conocido por la opini¨®n p¨²blica, y gestionado asimismo por Brasil de manera excesivamente desenvuelta en relaci¨®n con Italia. Si el caso Battisti pertenece a nuestra historia, esta otra ata?e a la suya. Entre los a?os setenta y ochenta los generales brasile?os estipularon un acuerdo secreto con el Chile de Pinochet y con las dictaduras militares de Argentina y Bolivia, acuerdo del que naci¨® una organizaci¨®n secreta con el cometido de raptar a sindicalistas, intelectuales y opositores a los respectivos reg¨ªmenes. Se trata del tristemente c¨¦lebre Plan C¨®ndor, cuyos agentes torturaban a sus v¨ªctimas en unos talleres abandonados de Buenos Aires, los Automotores Orletti (en la que se inspira la pel¨ªcula de Marco Bechis Garaje Olimpo, de 1999).
Uno de los verdugos de Orletti era Alejandro C¨¦sar Enciso, quien huy¨® de Argentina a Brasil cuando su pa¨ªs recobr¨® la democracia. Enciso vivi¨® durante 20 a?os sin la menor molestia en un barrio residencial de R¨ªo de Janeiro. En sus manos hallaron la muerte tambi¨¦n algunos ciudadanos italianos residentes en Latinoam¨¦rica. Este verdugo fue detenido en noviembre de 2010, no por iniciativa de la polic¨ªa brasile?a, que se declar¨® "sorprendida" por su identidad, sino gracias a una investigaci¨®n realizada por el fiscal auxiliar de Roma, Francesco Capaldo, autor entre otras cosas de una vast¨ªsima investigaci¨®n sobre los cr¨ªmenes cometidos en esos pa¨ªses durante aquellas feroces dictaduras militares.
La Fiscal¨ªa de Roma, a trav¨¦s del Ministerio de Justicia, solicit¨® la extradici¨®n de Enciso el pasado mes de diciembre. Por ahora el Gobierno brasile?o no ha contestado, limit¨¢ndose a declarar que Enciso est¨¢ "bajo tutela" de la polic¨ªa. Hasta tal punto "bajo tutela", que podemos visitarlo en Facebook, donde su perfil nos invita a incorporarnos a su c¨ªrculo de amigos.
Una agencia de prensa brasile?a difundi¨® la noticia de que yo hab¨ªa decidido no ir al Festival de Paraty "en se?al de protesta". No es exactamente as¨ª. No me corresponde a m¨ª "protestar". Es que no ten¨ªa ningunas ganas de ver aparecer a Battisti y a Enciso -extremos aparentemente opuestos, hermanados por una com¨²n condici¨®n veinte?al de pr¨®fugos- que confundiendo un festival literario con una sala de justicia, pretendieran discutir sus respectivos casos judiciales con un escritor italiano. Es una eventualidad que no pod¨ªa prever cuando acept¨¦ la invitaci¨®n de Paraty pero que poco despu¨¦s resultaba perfectamente plausible. Y que hubiera supuesto una apetitosa golosina para la prensa asistente, transformando as¨ª una controversia jur¨ªdica entre dos pa¨ªses en la comidilla de un evento literario.
Antonio Tabucchi es escritor italiano. Traducci¨®n de Carlos Gumpert.
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