SUBURBIO
Otra revisita a una buena serie para ir tirando en pleno verano. Shameless (TNT). Como sucede con tantos otros inventos brit¨¢nicos, la televisi¨®n estadounidense tambi¨¦n ha hecho su propia versi¨®n, modificando la colocaci¨®n de acentos para ajustarlo a los te¨®ricos gustos de su p¨²blico. Pero vayamos a la fuente...
Shameless es la historia de una familia, pero no de una familia cualquiera. El retrato de esta tribu suburbial, los Gallagher, re¨²ne todo un coro de personajes; un padre que lo es todo -vago, alcoh¨®lico, in¨²til- menos tutor de su reba?o. La mujer lo abandon¨® por otra y, cuando no est¨¢ en el pub, visita a una vecina incomprensiblemente enamorada de ¨¦l que, por si faltaba algo, le dar¨¢ gemelos. La patria potestad la asume la hija mayor, Fiona. La miseria reina en este hogar, pero no estamos ante un relato a la manera de Ken Loach. No se trata de dar pena todo el rato. Al contrario, a veces de forma inveros¨ªmil, los personajes tienen una rara capacidad de supervivencia y de disfrutar la vida perra que les ha tocado. Mecanismos para ello: la solidaridad vecinal y una moral adaptable a los tiempos que corren.
Una escena clave en este sentido es la del polic¨ªa local enamorado de la chica que, para avanzar en sus pretensiones, detiene a su novio, un simp¨¢tico ladr¨®n de coches de gama alta. Pero una vez que lo tiene en el furg¨®n se lo repiensa. Elipsis y en una escena siguiente vemos al ladronzuelo campando libre la mar de feliz y al polic¨ªa... conduciendo un coche de lujo. Entre iguales no hay que fastidiarse.
La serie es una idea de Paul Abbott que sabe de lo que habla porque su infancia fue un completo desastre. Ocho hermanos tutelados por los servicios sociales p¨²blicos.
En uno de los cap¨ªtulos emitidos esta semana el barrio se encuentra literalmente asediado por el Ej¨¦rcito. Dos de los protagonistas hab¨ªan robado, sin saberlo, carne contaminada para una investigaci¨®n militar y las autoridades ponen en cuarentena toda la zona. Encerrados dentro de un muro, la imagen traslada al espectador la idea de un barrio de socorro mutuo, abandonado por el moribundo Estado de bienestar, que sabe combatir y, al mismo tiempo, aprovechar los flecos para sobrevivir con algunas alegr¨ªas. Hay mucha ternura y acidez en esta cr¨®nica suburbial.
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