L¨®gica talib¨¢n
Estados Unidos sufri¨® el pasado s¨¢bado el ataque m¨¢s mort¨ªfero desde el inicio de la guerra de Afganist¨¢n, en el que perdieron la vida una treintena de soldados norteamericanos integrantes de la ISAF, siete afganos y un int¨¦rprete, al derribar los talibanes el helic¨®ptero en el que viajaban. Tras algunas dudas iniciales, el mismo s¨¢bado se confirm¨® que se trataba de un ataque, no de un accidente.
La retirada estadounidense ordenada por el presidente Obama tras la ejecuci¨®n de Bin Laden comenz¨® en junio, y se prolongar¨¢ hasta 2014 si se cumplen las previsiones. Los talibanes son conscientes de que ese es el plazo del que disponen para convertir en una apariencia de victoria propia lo que Washington, por su parte, desea presentar como el final de la misi¨®n militar en Afganist¨¢n. Pero la estrategia de los insurgentes no solo pasa por apuntarse un tanto de imagen, sino por asegurarse una posici¨®n de fuerza para el momento en el que salgan del pa¨ªs las tropas extranjeras. Es entonces cuando intentar¨¢n rentabilizar el capital pol¨ªtico y militar que acumulen a partir de ahora.
El ataque contra el helic¨®ptero estadounidense ofrece, adem¨¢s, una segunda confirmaci¨®n de la estrategia que los talibanes adoptaron desde los primeros momentos de la guerra, y que siguen observando a pesar del anuncio de la retirada. En contra de lo que ha pretendido la comunidad internacional, los insurgentes rechazan cualquier diferencia entre la misi¨®n de guerra que ha conducido Estados Unidos y la de reconstrucci¨®n, avalada por Naciones Unidas y llevada a cabo por la Alianza Atl¨¢ntica. Para ellos son siempre fuerzas extranjeras a las que pretenden desalojar de Afganist¨¢n. Las muertes del pasado s¨¢bado est¨¢n inscritas en esa l¨®gica, a la que los talibanes no est¨¢n dispuestos a renunciar por m¨¢s que se abran posibilidades de negociaci¨®n.
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