Europa como la izquierda (o viceversa)
La construcci¨®n de una Europa unida y el sue?o socialdem¨®crata de una sociedad democr¨¢tica, justa y pr¨®spera han sido los motores pol¨ªticos de nuestros ¨²ltimos 100 a?os. Ambas ideas atraviesan una profunda crisis aunque bastar¨ªa remontarse a dos d¨¦cadas atr¨¢s para reconocer que incluso hoy, en el dif¨ªcil verano de 2011, los principios y valores e incluso las realidades que han inspirado ambos sue?os gozan de buena salud.
Esta crisis, sin embargo, no es de Europa o de la izquierda, sino una crisis econ¨®mica con profundas ra¨ªces financieras fundamentada en el modelo de crecimiento elegido pol¨ªticamente por Occidente desde la ¨²ltima d¨¦cada del siglo XX. En esta crisis, la izquierda y Europa comparten un mismo factor, quiz¨¢s un problema. La izquierda como Europa, o Europa como la izquierda, han necesitado siempre seguir un sue?o para aglutinar la confianza e incluso el entusiasmo ciudadano imprescindibles para ser proyectos democr¨¢ticamente ganadores, para poder triunfar en las elecciones con ellos.
La crisis ha marcado el fin del proceso din¨¢mico de construcci¨®n de la sociedad de bienestar
El Tratado de Lisboa sustituye calendarios y reglas por herramientas pol¨ªticas y liderazgo
Para la izquierda, para el proyecto socialdem¨®crata europeo en general, esta crisis ha surgido tras casi dos d¨¦cadas de crecimiento y prosperidad desconocidas que, aunque tuvieran los pies de barro, generaron la sensaci¨®n de que el sue?o socialdem¨®crata estaba pr¨¢cticamente alcanzado. En Espa?a lo supimos bien tras la consolidaci¨®n de los pilares b¨¢sicos de nuestro sistema de bienestar, en combinaci¨®n con la conquista de libertades y derechos civiles casi inimaginables, la igualaci¨®n de nuestra renta per capita con la comunitaria y el pr¨¢ctico pleno empleo. Hace solo tres a?os alcanzamos una situaci¨®n en la que no resultaba triunfalista cantar misi¨®n cumplida. Hoy la situaci¨®n econ¨®mica ya no es aquella pero s¨ª es la heredera pol¨ªtica de esa euforia. La crisis ha marcado el fin del proceso din¨¢mico de construcci¨®n de la sociedad de bienestar, el leitmotiv de la izquierda, y ha parado el movimiento.
Sin nuevos sue?os que perseguir, la izquierda se siente abandonada por los ciudadanos, que parecen buscar otras fuentes de inspiraci¨®n pol¨ªtica. Quiz¨¢s buscan otro tipo de gesti¨®n, porque de lo que se trata es de salir de la crisis y la izquierda no aporta soluciones m¨¢s claras que las que provienen de otros ¨¢mbitos, aunque los pa¨ªses gobernados por la derecha no lo est¨¦n haciendo mejor.
Parte de la crisis de la izquierda es consecuencia de su propio ¨¦xito, porque ha logrado convertir en elementos estructurales de nuestra sociedad objetivos que hace pocas d¨¦cadas eran simples sue?os. Como reconoce Tony Judt en Algo va mal, de una forma u otra la socialdemocracia es la prosa de la pol¨ªtica europea contempor¨¢nea. Hay muy pocos pol¨ªticos europeos que no est¨¦n de acuerdo con eln¨²cleo de supuestos socialdem¨®cratas. Sin embargo, a?ade, mientras la falta de idealismo y de una narrativa apuntalada en la historia socava a la izquierda, en el contexto actual el argumento de la derecha a favor de "conservar" es tan viable como siempre.
La derecha sobrevive bien en un contexto en el que la pol¨ªtica se reduce a una forma de contabilidad social, de administraci¨®n cotidiana. Es la pol¨ªtica del inter¨¦s, buena para la derecha pero catastr¨®fica para la izquierda, sostiene Judt.
La izquierda se enfrenta hoy al reto de ser capaz de demostrar que no solo es la mejor construyendo, sino tambi¨¦n manteniendo las conquistas, aportando otras sensaciones y afrontando con determinaci¨®n los nuevos retos. Si no lo hace corre el riesgo de que el principal enemigo de la socialdemocracia, la desafecci¨®n de las clases medias con el Estado de bienestar, acabe con los partidos que lo crearon. Y es que, como sostiene tambi¨¦n Judt, hay mucho que defender y conservar tambi¨¦n desde la izquierda.
Con todo, aunque lo pretenda, no es veros¨ªmil que la derecha asuma ese papel, aun reconociendo su transformaci¨®n y que sus pol¨ªticas -como la privatizaci¨®n de servicios p¨²blicos- tardan en ser contempladas por los ciudadanos como medidas contrarias a la igualdad de oportunidades o subsidiarias de intereses corporativos y seculares.
El ajuste que la econom¨ªa espa?ola y europea necesita es profundo y sus efectos van a ser duros. Y hay que hacerlo desde valores progresistas.
Alfredo P¨¦rez Rubalcaba ha dicho que si los mercados camparon por sus respetos es porque alguien desde la pol¨ªtica decidi¨® que camparan, y lo que se decidi¨® desde la pol¨ªtica se corrige desde la pol¨ªtica. Y desde la izquierda, a?adir¨ªa yo.
Y es que tambi¨¦n, con el permiso de Judt, hay nuevos sue?os que como siempre nos corresponder¨¢ identificar a los progresistas. Queda tanto por hacer.
Hasta esta crisis Europa hab¨ªa progresado aferrada a etapas de integraci¨®n que exig¨ªan avanzar paso a paso ascendiendo por una escala que parec¨ªa no tener fin. As¨ª sucedi¨® con el mercado com¨²n, con fases, calendarios y objetivos que en ocasiones parec¨ªan lejanos e inalcanzables. Y as¨ª fue tambi¨¦n con el euro, un apasionante proceso de convergencia cronometrado con precisi¨®n. Esta cronoescalada en lo econ¨®mico se complementaba con un proceso similar en lo pol¨ªtico, la ampliaci¨®n, marcada por la misma l¨®gica vertiginosa del avance palpable en el tiempo. Pero todo ello pas¨®, superado con ¨¦xito, y en la agenda para Europa ya no queda ning¨²n hito que nos haga so?ar a plazo.
Hemos necesitado 10 a?os para lograr un nuevo Tratado, el de Lisboa, un texto que ha sustituido los calendarios y los procesos reglados y tasados en el tiempo por un conjunto de herramientas pol¨ªticas sin plazos a t¨¦rmino fijo que solo exigen una cosa: liderazgo.
Y en este aspecto es en el que sin duda hemos fallado porque, por ejemplo, en pol¨ªtica exterior, nadie duda de que con otros al mando hoy el papel de la Uni¨®n no ser¨ªa el mismo. El mismo liderazgo que se echa en falta a la hora de tomar decisiones europeas frente a la crisis, las ¨²nicas posibles, cuando se intenta retroceder en ¨¢mbitos tan fundamentales y simb¨®licos como la libre circulaci¨®n de personas -Schengen-, o cuando se ponen en cuesti¨®n los derechos m¨¢s fundamentales como ocurri¨® con los gitanos rumanos en Francia.
Europa sigue siendo la regi¨®n m¨¢s pr¨®spera y cohesionada del mundo, la ¨²nica que puede hacer gala de un modelo social propio, elementos imprescindibles aunque no suficientes, para seguir siendo la m¨¢s din¨¢mica y con una voz clara y ¨²nica en el mundo.
As¨ª que Europa y la izquierda deben aprender a convivir en un nuevo marco, el de la consecuci¨®n de muchos de los sue?os del siglo XX y el de la necesidad de buscar nuevos liderazgos que se impongan a los intereses dom¨¦sticos y populistas anclados en ese temor y desconfianza que alimenta a los conservadores.
Juan Moscoso del Prado Hern¨¢ndez es diputado al Congreso (PSOE).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.