Voces comunicantes
Cuando Pedro Salinas public¨® en 1933 con notable ¨¦xito La voz a ti debida, se dice que JRJ tras leerlo modific¨® sagazmente el t¨ªtulo y exclam¨® socarr¨®n: "La voz a ti debida, ?no! ?La voz a m¨ª debida!". Esa leve pero significativa correcci¨®n revelaba a?os de indignaci¨®n. A su juicio, buena parte de los hallazgos de esa y de otras obras m¨¢s del grupo del 27 estaban sacados de las suyas. Eran su eco mejor: a veces desarrollo, otras complemento y quiz¨¢, en alg¨²n caso, superaci¨®n. En aquella ocasi¨®n, su irritaci¨®n debi¨® de llegar hasta el c¨ªrculo de amigos de Salinas, entre los cuales pronto comenz¨® a propagarse esta ¨¢cida coplilla alirada con reminiscencias luisianas, obra tal vez de Alberti o de Lorca o m¨¢s probablemente de Miguel Hern¨¢ndez: "El aire se serena / y Jota Barba Jota se suicida, / Salinas, cuando suena / La voz a ti debida". Ahora bien, no era envidia o exceso de vanidad lo que provoc¨® la desaz¨®n de Juan Ram¨®n, sino el cansancio de ver c¨®mo esos mismos poetas, que acud¨ªan con frecuencia a su domicilio en busca de ayuda y consejos, una y otra vez le copiaban versos e ideas y despu¨¦s negaban la evidencia. Hace unas semanas mostr¨¢bamos la huella de los versos de JRJ en otros muy conocidos y populares de Lorca (Babelia, 19 de febrero, de 2011).
Cierto d¨ªa tuvo JRJ que reprender a Bergam¨ªn: "No siga escribiendo por ah¨ª lo que me oye, porque entonces ya no puedo publicarlo yo"
Cierto d¨ªa tuvo JRJ que reprender a Bergam¨ªn: "No siga escribiendo por ah¨ª lo que me oye, porque entonces ya no puedo publicarlo yo". La estela de JRJ en el caso de Salinas no fue solo tem¨¢tica o estil¨ªstica, sino incluso tipogr¨¢fica. Le edit¨® su primer libro Presagios (1923), y el murciano Juan Palaz¨®n hizo lo propio con La voz a ti debida, siguiendo los atestiguados criterios est¨¦ticos del moguere?o hasta en los m¨ªnimos detalles. Fueron, sin duda, los dos mejores libros de Salinas en todos los aspectos.
Salinas, el gran poeta del amor del 27, casado ya con Margarita, enmascar¨® en sus versos mediante unos ambiguos "t¨²" y "yo" la relaci¨®n mantenida con su secreta amada, la profesora estadounidense Katherine Whitmore. La conoci¨® en el curso de verano que imparti¨® en la Residencia de Estudiantes en Madrid durante el verano de 1932. Independientemente de qui¨¦n fuera la destinataria oculta de esos poemas, lo que resulta manifiesto es c¨®mo Salinas atipl¨® su voz "escuchando" la de JRJ. He aqu¨ª algunos sonoros ejemplos.
Parec¨ªa original Salinas al teorizar lo esencial de su amor encubierto en esos apasionados pronombres: "?Qu¨¦ alegr¨ªa m¨¢s alta: / vivir en los pronombres!". Pero es que JRJ ya en 1915 hab¨ªa pasado de manera espl¨¦ndida de la teor¨ªa a la pr¨¢ctica: "Yo y t¨² somos ya t¨² y yo, / como el mar y como el cielo / cielo y mar, sin querer, son". Incluso anticip¨® este famoso comienzo tan saliniano: "Para vivir no quiero / islas, palacios, torres", en este otro que evidentemente no desmerece: "Para quererte, al destino / le he puesto mi coraz¨®n".
JRJ, tan atento siempre a la l¨ªrica francesa, hall¨® en los versos de A. de Musset un sutil divertimento que se apoyaba en una solitaria letra "i" y que import¨® con notable habilidad: "T¨², que entre la noche bruna, / en una torre amari- / lla, eras como un punto, ?oh, luna! / sobre una i". Salinas trastocaba lo ya adaptado en una extra?a asociaci¨®n de la "I" con la muerte: "Y de pronto la muerte / alta, recta, clar¨ªsima, / seria como una I". El alado juego conceptual de JRJ, "est¨¢s, eterna, en su inmanencia, / igual, en lo sin fin de tu mudanza, / en lo sin fin de su mudanza" se torna m¨¢s terrestre en Salinas: "Fatalmente, te mudas / sin dejar de ser t¨², / en tu propia mudanza, / con la fidelidad / constante del cambiar".
La intensidad de JRJ en el empleo de los s¨ªmbolos, "el dormir es como un puente / que va del hoy al ma?ana. / Por debajo, como un sue?o, / pasa el agua", tuvo su eco m¨¢s narrativo despu¨¦s en Salinas: "Una l¨¢grima en mayo, / es como un largo puente / uniendo dos orillas / que se miraran desde lejos, solas". Tres versos necesita JRJ para expresarse con rotundidad: "Ante m¨ª est¨¢s, s¨ª. / Mas me olvido de ti / pensando en ti". Salinas es m¨¢s discursivo cuando los desarrolla en estos otros seis: "Dejarte. Te dejar¨¦ / como olvidada / y pensando en otras cosas / para no pensar en ti, / pero pens¨¢ndote a ti / en ellas disimulada".
Descubrir el alma no es tarea f¨¢cil. JRJ lo intent¨® y lo cant¨® con una sugerente carga simb¨®lica: "Te deshoj¨¦, como una rosa, / para verte tu alma, / y no la vi". Los de Salinas, deudores de los del maestro, en cambio caminan m¨¢s pegados a la tierra: "Que yo nunca pude / entrarme en tu alma. / Busqu¨¦ los atajos / angostos, los pasos / Te busqu¨¦ la puerta / estrecha del alma, / pero no ten¨ªa". Consideraba acertadamente JRJ las puertas m¨¢s propias para los cuerpos, aunque fueran misteriosos, que no para las almas: "Dejad las puertas abiertas / esta noche, por si ¨¦l / quiere, esta noche, venir, / que est¨¢ muerto". Luego Salinas sigui¨® ese mismo rastro l¨ªrico: "No, no dej¨¦is cerradas / las puertas de la noche, / del viento, del rel¨¢mpago, / la de lo nunca visto. / Que est¨¦n abiertas siempre / Porque puede venir".
Un JRJ muy ilusionado insist¨ªa en la singularidad de Zenobia entre las dem¨¢s mujeres: "Jam¨¢s el que te ame / te amar¨¢ a ti, mujer, amar¨¢ a otra; / t¨² eres t¨² solamente / para m¨ª". Aunque el amor siempre es el mismo, lo hermoso es que los poetas lo renueven. Salinas recogi¨® quince a?os despu¨¦s la misma idea e incluso casi calc¨® el mismo verso: "S¨¦ que cuando te llame / entre todas las gentes / del mundo, / s¨®lo t¨² ser¨¢s t¨²". Advert¨ªa elevarse JRJ espiritualmente a su enamorada en la sencillez de una imagen solitaria: "Subes de ti misma, / como un surtidor / de una fuente". Salinas m¨¢s tarde emple¨® id¨¦ntica expresi¨®n: "Subida sobre ti, como te quiero, / tocando ya tan s¨®lo a tu pasado / con las puntas rosadas de tus pies, / en tensi¨®n todo el cuerpo, ya ascendiendo / de ti a ti misma". Juan Ram¨®n situaba a su amada simb¨®licamente en un plano m¨¢s alto e inmaculado: "T¨² est¨¢s all¨¢ arriba, blanca. T¨² est¨¢s all¨¢ arriba, casta". Versos que tuvieron posteriormente su correlato en forma y fondo con estos otros de Salinas: "T¨² no puedes quererme; / est¨¢s alta, ?qu¨¦ arriba!". E insiste tambi¨¦n en la castidad: "Te quiero pura, libre / irreductible: t¨²".
JRJ buscar¨¢ en un delicioso enredo conceptual la esencia ignorada por su amada en su interior: "La sencilla / verdad que est¨¢ en tu fondo, sin saberlo / t¨², / Ser¨¢s t¨², sin quererlo, / la t¨² que, estando en ti, no es tuya, / sino m¨ªa!". A su vez, Salinas trata de continuar esa misma se?al po¨¦tica: "Perd¨®name por ir as¨ª busc¨¢ndote / tan torpemente, dentro de ti. / Es que quiero sacar / de ti tu mejor t¨²". Ve¨ªa Juan Ram¨®n en Zenobia lo que ella misma no pod¨ªa descubrir: "Jam¨¢s te has visto, nunca / te ver¨¢n, cual mis ojos / te vieron y te ven". Muy presente estuvo ese recuerdo de JRJ en Salinas: "Ese que no te viste y que yo veo".
Expresaba JRJ su incertidumbre ante el incierto futuro del amor: "Si me quisieras por siempre". Dudaba despu¨¦s tambi¨¦n Salinas: "?Si me llamaras, s¨ª, / si me llamaras!". Juan Ram¨®n habla de "apretado llanto": "?Si t¨² supieras -?no! / que esta alegr¨ªa abierta / es apretado llanto; / que no nos inclinamos, dulces, / a tu futuro, sino a tu pasado". Salinas repite la misma m¨²sica, aunque con distinto ritmo en an¨¢loga estrofa: "?Si t¨² supieras que ese / gran sollozo que estrechas / en tus brazos, que esa / l¨¢grima que t¨² secas / bes¨¢ndola, / vienen de ti, son t¨²". No es extra?o, pues, que ante este vaiv¨¦n de "semejanzas", JRJ rematase un d¨ªa: "Pedro Salinas no tiene ideas po¨¦ticas sino ideas secundarias. Su destino parece que es seguir o desviar ideas ajenas. No en balde es tan buen aficionado al deporte. Tiene un 'bonito juego', como se dice de los tenistas. Su arte es un excelente juego de pelota, derecho y rev¨¦s".
Ejerc¨ªtese el lector indagando deportivamente qui¨¦n escribi¨® estos versos, ?JRJ o Salinas?: "Los dos que fuimos uno, / en m¨ª han quedado. T¨² has seguido siendo / sola nada, sin m¨ª y / sin ti, pues te quedaste en m¨ª. / [
...] la hu¨¦speda importuna / de ti y de m¨ª, que estamos en m¨ª, eternos". Son sublimes, son de JRJ. Y ?estos otros?: "Y pensamos en ti, los dos, yo solo" o "Posesi¨®n t¨² me dabas / de m¨ª, al d¨¢rteme t¨²". Suenan parecidos, pero no tienen esa excelsitud. Son, eso s¨ª, buenos ecos de Salinas. Juan Ram¨®n hab¨ªa escrito en su Diario de un poeta reci¨¦n casado al cruzar el Atl¨¢ntico en 1916: "?Mar fuerte, oh mar sin sue?o, / contemplador eterno". Salinas curiosamente en 1946 ante ese mismo mar en Puerto Rico hall¨® inspiraci¨®n similar: "?Oh Contemplado eterno!".
La enorme admiraci¨®n que ha despertado siempre la poes¨ªa amorosa de Salinas, debe llevarnos necesariamente a estimar tambi¨¦n la de JRJ en Est¨ªo o en el Diario de un poeta reci¨¦n casado como fuente indudable del mejor Salinas. Cuando JRJ enmend¨® el t¨ªtulo del libro de aquel, La voz a m¨ª debida, ?se trataba de un ataque de vanidad o m¨¢s bien era un desesperado grito de un poeta solo que clamaba justicia po¨¦tica y al que muchos se han negado a prestar o¨ªdos durante ya demasiados a?os? Continuar¨¢.
Jos¨¦ Antonio Exp¨®sito ha publicado recientemente Arte menor (Linteo), libro in¨¦dito de JRJ. Este fragmento pertenece a Ecos de una voz: JRJ y los poetas del 27, obra de pr¨®xima aparici¨®n.
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