Toreros y cazadores

Lidiadores y monteros afirman, sin titubeos ni sonrojos, que aman y respetan a sus v¨ªctimas. Por supuesto que no emplean este sustantivo, v¨ªctimas, para referirse a ellas, pero est¨¢ claro que algunas acepciones de este t¨¦rmino se ajustan perfectamente a la relaci¨®n entre un escopetero y un corzo o entre un matador y un toro. V¨ªctimas entonces, no amigos ni adversarios. No disputan un desaf¨ªo elegido voluntariamente por ambos ni se encuentran en igualdad de oportunidades. No son contrincantes, sino verdugo y condenado con papeles asignados.

Entiendo el amor por activa como el compartir lo bueno y lo malo, generosidad, colaboraci¨®n, cuidado, tolerancia y cari?o demostrado. Por pasiva como admiraci¨®n, respeto y defensa. Pero ni en una descripci¨®n ni en otra me siento capaz de encajar el plomo y el acero como manifestaciones de ese sentimiento. El primero horada y abrasa, el segundo horada y desgarra. Ambos provocan sufrimiento y los dos matan. ?Respetar es infligir terror y padecimiento? ?Amar es arrebatar la vida?

No aman a los animales de cuya muerte son responsables porque para ellos constituyen meros instrumentos. Es cuesti¨®n de ¨¦tica. O de sensibilidad. O de raciocinio. De lo que no hay duda es que s¨ª es un asunto de justicia. Cazador y torero no son m¨¢s que despiadados sayones para aquellos a los que juran amar. Qu¨¦ sobrecogedora combinaci¨®n de ego¨ªsmo, sadismo y falsedad.