El traje nuevo de los medios de comunicaci¨®n
Cuando el pueblo ingl¨¦s quiso participar de las decisiones del Gobierno y cre¨® el embri¨®n de la democracia representativa ten¨ªa como objeto defender su bolsillo de los altos impuestos. Eran los tiempos del rey Juan y del nacimiento de los derechos civiles. Con los siglos, este proceso llev¨® a la democracia, y su forma de operar fue a trav¨¦s de Parlamentos formados por elecci¨®n.
Hoy d¨ªa las nuevas y fant¨¢sticas tecnolog¨ªas de informaci¨®n han hecho posible para los hombres conocer en tiempo real la rueda del mundo. Hay algo nuevo bajo el sol. Las instituciones pol¨ªticas viven instantes de crisis al ver nacer las dudas sobre la necesidad de intermediarios entre el pueblo y el Gobierno, en un ataque frontal a la democracia representativa. Los Parlamentos elegidos por tiempo determinado pierden legitimidad confrontados con los medios en tiempo real que le dan conocimiento al pueblo de todo lo que ocurre: juzga, opina y condena. Los representantes que han sido elegidos ya no saben qui¨¦nes votaron por ellos ni el electorado a qui¨¦n vot¨®.
Los canales de informaci¨®n en tiempo real ganan espacio como portavoces de la sociedad con Internet
Es evidente y clara esa nueva faz de la disputa entre medios y Parlamentos. Aquellos entregan diariamente lo que ocurre, lo que el pueblo dice y piensa, mientras que los Parlamentos muestran sus fracturas expuestas sin piedad. La pregunta que surge es qui¨¦n representa verdaderamente al pueblo: los medios, en su amplitud dominante, con su bagaje de conocimiento de lo cotidiano en todas sus facetas, o las instituciones legislativas que tienen mandatos fijos diluidos en el tiempo.
Ha nacido un nuevo interlocutor de la sociedad democr¨¢tica: la opini¨®n p¨²blica, que aunque exista en forma difusa, ha sido secuestrada por las nuevas tecnolog¨ªas de la informaci¨®n. Contra ella o sin su apoyo, ninguno de los aparatos gubernamentales decide libremente. Solo se hace a contracorriente. Los peri¨®dicos, las televisiones, los blogs, Twitter, YouTube y toda la parafernalia de este universo sin barreras incontrolable que es el mundo de Internet ofrecen sus verdades a los ciudadanos. Y hay tantas que, a veces, no se sabe ni d¨®nde est¨¢n. Viene a nuestra mente la opini¨®n de Miguel de Unamuno sobre la pregunta de Pilatos como la m¨¢s profunda del Nuevo Testamento: "?Qu¨¦ es la verdad?".
Ese nuevo mundo transformado alcanza los poderes cl¨¢sicos: el parlamentario, el ejecutivo y el judicial. Contra lo que los medios construyen como verdad los diputados vacilan en votar, el Gobierno no toma decisiones, los jueces no juzgan. En ese nuevo paisaje los grupos de presi¨®n que act¨²an dentro de la sociedad se atribuyen poderes de representaci¨®n, legitimados por la disponibilidad de intermediaci¨®n de lo que el pueblo piensa. Las ONG, la sociedad civil organizada, los grupos religiosos y todos los instrumentos que act¨²an en ese campo se vuelven cada vez m¨¢s influyentes y poderosos, invocando legitimidad pol¨ªtica. Los partidos que en el pasado eran como un atajo en el camino para divulgar y recoger ideas, son superados. Movimientos como el 15-M, el de los indignados, surgen en la otra vertiente, la de las concentraciones masivas.
El gran desaf¨ªo es c¨®mo construir una estructura capaz de sustituir este viejo armaz¨®n que subyace en este espacio. Con la muerte de las ideolog¨ªas y la nueva sociedad, la elecci¨®n parlamentaria es el resultado del momento en que se lleva a cabo y una conjugaci¨®n de factores de movilizaci¨®n: dinero o prestigio de la m¨¢quina gubernamental, es decir, poder econ¨®mico o pol¨ªtico. Las doctrinas, las utop¨ªas, las ideolog¨ªas y las mismas ideas ya no est¨¢n en el centro del debate electoral. Son motivos colaterales. Es el mundo de la pol¨ªtica de realidades sin abstracciones. La velocidad de los hechos comprime el tiempo, testifica los cambios permanentes, la emergencia de problemas que ni siquiera formaron parte de la plataforma electoral, y las elecciones, momento fundamental de la constituci¨®n de la legitimidad, se vuelven tan distantes que se deshace la matriz de la representatividad. De tal manera los parlamentos envejecen y pierden sustancia.
En ese embate, los medios en tiempo real ganan espacios como portavoces de la sociedad. Esa realidad es un proceso que devora los Parlamentos. De ah¨ª el desprestigio de la instituci¨®n parlamentaria en todo el mundo, que vive una crisis de credibilidad e impotencia para dar respuesta a los problemas que surgen.
Internet, por otra parte, le da a cada ciudadano el derecho de opinar, disentir o aplaudir cualquier decisi¨®n, y, tambi¨¦n, de destruir liderazgos.
Volvemos a la pregunta: ?qui¨¦n en realidad tiene mayor legitimidad para representar al pueblo? ?La distante instituci¨®n del Parlamento o los que hablan en nombre del pueblo a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n en tiempo real? Parlamento y medios en esa realidad est¨¢n en desgarradora competencia.
Blanco f¨¢cil de los medios, el Parlamento es vulnerable por su notoria fragilidad, que va de las acusaciones de inoperancia a las ventajas y prebendas, la corrupci¨®n y todos los males que le son atribuidos, incluyendo la imagen negativa de sus desgarramientos internos. En este marco ?cu¨¢l es el camino? Podemos responder con los versos del poeta portugu¨¦s Jos¨¦ Regio: "No s¨¦ por d¨®nde voy, / No s¨¦ ad¨®nde voy. / ?S¨¦ que no voy por ah¨ª!".
Se siente el aroma de la democracia directa en el futuro. Y regresamos a los inicios, a los griegos. Irwin Jacobs, uno de los pioneros de los tel¨¦fonos m¨®viles, ya nos mostraba el futuro cuando dijo que son "la extensi¨®n de nuestros cerebros". ?Votaremos a trav¨¦s de ellos? Ser¨ªa demasiado, para mi gusto.
Jos¨¦ Sarney es presidente del Senado y expresidente de la Rep¨²blica de Brasil y novelista.
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