El ¨¢lgebra cargada por el diablo
Con 'Espa?a invertebrada', Jos¨¦ Ortega y Gasset irrumpe en la llamada 'pol¨¦mica de la ciencia' y utiliza t¨¦rminos tomados de distintas disciplinas como met¨¢foras para intentar explicar el pasado peninsular
Seg¨²n se considera establecido, la pol¨¦mica de la ciencia, esto es, la discusi¨®n sobre las aportaciones de Espa?a a Europa a lo largo de la historia, habr¨ªa constado de dos ¨²nicos episodios, tras los que se habr¨ªa extinguido de una vez y para siempre. El primer episodio tuvo lugar en 1782, despu¨¦s de que Masson de Morvilliers afirmase en la Encyclopedie m¨¦thodique que las fuerzas del oscurantismo hicieron de Espa?a "la naci¨®n m¨¢s ignorante de Europa". El segundo episodio, la segunda llamarada, se habr¨ªa declarado en 1876, cuando Men¨¦ndez Pelayo reaccion¨® a un art¨ªculo en el que Manuel de la Revilla retomaba las opiniones de Masson. En l¨ªneas generales, los dos bandos enfrentados en la pol¨¦mica, tanto en la originaria de 1782 como en la secuela de 1876, mantuvieron invariables sus argumentos acerca de la cuesti¨®n de fondo, que no se refer¨ªa tanto a la aportaci¨®n de Espa?a a Europa como a la naturaleza de esa aportaci¨®n.
El libro es una inagotable fuente de citas patri¨®ticas, de 'ortegajos', que dir¨ªa S¨¢nchez Ferlosio
El fil¨®sofo compara la expansi¨®n medieval de Castilla con el empe?o nacional de C¨¦cil Rhodes
De la Revilla en 1876, lo mismo que Luis Ca?uelo en 1782, no negaban la excelencia de los artistas y escritores espa?oles, sin los que la cultura europea no ser¨ªa lo que es; su reflexi¨®n, su coincidencia parcial con Masson, se refer¨ªa a la ciencia y, en concreto, a la ciencia experimental, sobre la que Europa estaba construyendo su progreso material al mismo tiempo que su pecado, el sometimiento de los pueblos de ultramar. Era en este punto preciso, en la ciencia experimental, en el que Espa?a se encontraba a una insalvable distancia de Europa. La otra posici¨®n, la que defender¨ªan Juan Pablo Forner y Men¨¦ndez Pelayo, contradec¨ªa esta conclusi¨®n por la v¨ªa de minimizar la ciencia experimental frente a la que consideraban la m¨¢s importante de todas las ciencias, la ciencia de Dios, en la que Espa?a hab¨ªa destacado a lo largo de los siglos.
Quiz¨¢ ning¨²n texto ilustre con tanta sutileza el di¨¢logo de sordos en el que se convierte la pol¨¦mica de la ciencia a partir de la premisa adoptada por Forner y Men¨¦ndez Pelayo, que la s¨¢tira que Ca?uelo titula De la congoja de no poderme hacer entender de aquellos b¨¢rbaros. Dos personajes encuentran un reloj y se aplican a comprender su funcionamiento. Mientras que uno lo hace argumentando que la materia de la que est¨¢ hecho el reloj ten¨ªa en potencia su forma y que, cuando esta se une a la materia convirti¨¦ndola en un reloj en acto, entonces el reloj ya puede marcar las horas porque "tiene una virtud indicativa de ellas", el otro descubre que el mecanismo del reloj esconde un muelle comprimido que, al expandirse, mueve la rueda catalina, responsable de que la aguja horaria y el minutero vayan avanzando parsimoniosamente por la esfera. Ca?uelo remata la s¨¢tira diciendo que se trataba del relato de una pesadilla; pero de una pesadilla, conviene a?adir, que se parec¨ªa como dos gotas de agua a la que viv¨ªan, y a la que viven, quienes toman la palabra en Espa?a con el insensato prop¨®sito de descifrar la realidad, no de glosarla mediante los t¨¦rminos convenientes o las consignas dictadas.
Despu¨¦s de M. Masson, redivivo y de M. Masson, redimuerto, los art¨ªculos con los que Men¨¦ndez Pelayo replica a los de Manuel de la Revilla, parecer¨ªa en efecto que, resuelta o no, la pol¨¦mica de la ciencia se extingue, se desvanece. M¨¢s exacto ser¨ªa decir que se transforma y que, en definitiva, hace cuerpo con el pensamiento espa?ol, inspirando, sin aparecer de forma expresa, las opiniones sobre algunos acontecimientos decisivos a los que se enfrenta el pa¨ªs. Cuando escritores como Ganivet y Unamuno sostienen que la colonizaci¨®n espa?ola de las Indias, emprendida bajo el designio de propagar el cristianismo, es superior a la que acaban de lanzar los europeos en ?frica, escudada en el de extender la ciencia experimental, no est¨¢n haciendo otra cosa que declinar una variante de los argumentos empleados por Forner y Men¨¦ndez Pelayo. Si la ciencia de Dios es superior a la experimental, admiten Ganivet y Unamuno, ?c¨®mo no van a respetar la misma jerarqu¨ªa las empresas exteriores realizadas invocando una u otra?
Tal vez si la transformaci¨®n de la pol¨¦mica de la ciencia, si su ductilidad para hacer cuerpo con el pensamiento espa?ol, se hubiera detenido aqu¨ª, la impresi¨®n de que se extingue, de que se desvanece tras el episodio de 1876, no se habr¨ªa generalizado. Pero faltaba una nueva metamorfosis, una singular vuelta de tuerca en la que Ortega desempe?ar¨ªa el papel protagonista y, en particular, su Espa?a invertebrada. Convertido en inagotable fuente de citas patri¨®ticas, de ortegajos, que dir¨ªa S¨¢nchez Ferlosio, este Bosquejo de algunos pensamientos hist¨®ricos, como lo subtitula el fil¨®sofo, reelabora por un camino sorprendente la pol¨¦mica que enfrent¨® a Ca?uelo con Forner y a De la Revilla con Men¨¦ndez Pelayo. Para Ortega, existe a no dudar una "ciencia hist¨®rica", y es razonando desde sus presupuestos como pretende dar cuenta de la "enfermedad" que padece Espa?a, cuyo s¨ªntoma m¨¢s agudo es el "estado de invertebraci¨®n".
La pasmosa originalidad de Ortega, la cegadora inspiraci¨®n que lo gu¨ªa como en un estado de gracia po¨¦tica, est¨¢ relacionada con lo que ¨¦l mismo denomin¨® "el ¨¢lgebra superior de las met¨¢foras". Gracias a esta ¨¢lgebra, Ortega emprende la explicaci¨®n del funcionamiento del reloj, de la historia de Espa?a en este caso, por la misma v¨ªa que el personaje de Ca?uelo que invoca materia y forma, potencia y acto, solo que adoptando como met¨¢fora el lenguaje que emplea el otro personaje. A medida que se avanza en la lectura de Espa?a invertebrada conservando en mente la pol¨¦mica desencadenada por Masson, m¨¢s y mejor se advierte que Ortega triunfa en su intento de explicar el pasado peninsular mediante una "ciencia hist¨®rica" que solo consiste, en realidad, en glosar la historia a trav¨¦s de met¨¢foras extra¨ªdas de la ciencia experimental. Espa?a invertebrada constituye, desde este punto de vista, el m¨¢s exhaustivo cat¨¢logo de met¨¢foras cient¨ªficas aplicadas al relato de la historia, de la historia de siempre, que se haya establecido. Las ciencias experimentales de las que Ortega extrae sus met¨¢foras abarcan, adem¨¢s, un amplio abanico de especialidades, impregnando la "ciencia hist¨®rica" desde la que redacta el ensayo de algo parecido a un aspecto multidisciplinar.
El lector de Espa?a invertebrada encontrar¨¢, as¨ª, met¨¢foras procedentes del campo de la medicina, como cuando Ortega diagnostica la "enfermedad" de Espa?a como una "embriog¨¦nesis defectuosa" causada por "caquexia del feudalismo", o cuando explica el separatismo en virtud de una carencia de "¨®rganos adecuados para percibir el gran problema de la Espa?a integral", que solo alberga "cabezas castellanas". Pero el lector tambi¨¦n encontrar¨¢ met¨¢foras que toman la f¨ªsica por referente, como cuando Ortega reelabora, aplic¨¢ndola a la historia, la atracci¨®n de los cuerpos convirti¨¦ndola en una novedosa "ley de gravitaci¨®n espiritual", cuyos efectos define mediante t¨¦rminos que, de no ser cient¨ªficos, recordar¨ªan la estampa de Hamel¨ªn encantando a los ni?os con la flauta: "Unidad din¨¢mica", explica Ortega, formada por "un ejemplar y sus d¨®ciles". El principio de Arqu¨ªmedes experimenta en manos del fil¨®sofo una reelaboraci¨®n metaf¨®rica similar, al se?alar que, as¨ª como los s¨®lidos sumergidos en un l¨ªquido, "en toda agrupaci¨®n humana se produce espont¨¢neamente una articulaci¨®n de sus miembros seg¨²n la diferente densidad vital que poseen". Con la peque?a salvedad, no aclarada por Ortega, de que si es la minor¨ªa egregia la que dispone en abundancia de esa misteriosa "densidad vital", entonces se ir¨¢ espont¨¢neamente al fondo.
Despu¨¦s de recorrer el pasado a la luz de la "ciencia hist¨®rica" contenida en Espa?a invertebrada, despu¨¦s de establecido el diagn¨®stico, Ortega est¨¢ ya en condiciones de prescribir la terapia: utilizar el "eterno instrumento de una voluntad operando selectivamente" para lograr una "purificaci¨®n y mejoramiento ¨¦tnicos". "No basta con mejoras pol¨ªticas", remata, "es imprescindible una labor mucho m¨¢s profunda que produzca el afinamiento de la raza".
Son, sin duda, met¨¢foras de esa "¨¢lgebra superior" que Ortega maneja con maestr¨ªa de poeta arrebatado. Pero de un ¨¢lgebra que debe de cargar el diablo, y que hace al conmocionado lector volver a las p¨¢ginas de Espa?a invertebrada para comprobar que s¨ª, que en este Bosquejo de algunos pensamientos hist¨®ricos, en esta ¨²ltima metamorfosis, en esta singular vuelta de tuerca de la pol¨¦mica de la ciencia, Ortega, ebrio de inspiraci¨®n, compara la expansi¨®n medieval de Castilla con el empe?o nacional de C¨¦cil Rhodes.
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