D¨ªa 17
Durante un tiempo, despu¨¦s de la separaci¨®n, continu¨¦ viendo a mi padre, aunque no mucho. Dorm¨ª uno o dos s¨¢bados en su casa y fuimos juntos al cine tres o cuatro veces. Era tal su rechazo hacia m¨ª que no hubo manera de fundar una relaci¨®n estable. De otro lado, cuando dejaron de llamarle de la tele, su vida comenz¨® a declinar. Engord¨® bastante en poco tiempo y se dej¨® una barba que, no importaba c¨®mo fuera vestido, le proporcionaba la apariencia de un indigente. Cuanto mayor era su declive, m¨¢s me odiaba a m¨ª, que me desquitaba internamente de su odio con la idea de que un d¨ªa, si segu¨ªa escribiendo, no tendr¨ªa m¨¢s remedio que leerme. Imaginar a mi padre leyendo un libro m¨ªo, pero sobre todo un libro en el que diera cuenta del "accidente" y sus alrededores morales, me proporcionaba una paz solo comparable a la que me aportaba la idea del suicidio.
Era tal su rechazo hacia m¨ª que no hubo manera de fundar una relaci¨®n estable
Por eso, al sobrevenirle tras el cierre del programa de libros de la tele aquella depresi¨®n, pens¨¦ con espanto en la posibilidad de que tambi¨¦n ¨¦l dejara de leer, como mi madre. En mi imaginaci¨®n, no hab¨ªa entre nosotros otro v¨ªnculo que el que une al escritor con el lector (al que moja las s¨¢banas con el que hace la cama). Tanto si ¨¦l abandonara la lectura como si yo renunciara a la escritura, ese lazo quedar¨ªa roto, idea que me proporcionaba, absurdamente, una angustia sin l¨ªmites. Por fortuna, un grupo de compa?eros y amigos de la facultad le anim¨® entonces a preparar las oposiciones a c¨¢tedra, lo que le condujo a afeitarse la barba y a adelgazar. Y aunque no recuper¨® nunca su peso anterior, volvi¨® a ser un poco el de antes, es decir, el que "sal¨ªa en la tele". Digo esto porque en el instituto, al comenzar el curso, algunos profesores me preguntaban si era hijo del que "sal¨ªa en la tele", como si el mero hecho de salir en la tele, con independencia de que se saliera en condici¨®n de payaso o de cirujano, fuera un trabajo. Llev¨® muy mal, en fin, el hecho de dejar de salir en la tele, pero lo compens¨® en parte con esta nueva meta de alcanzar la c¨¢tedra. Tambi¨¦n le ayudaron mucho unos "talleres de lectura" que comenz¨® a impartir entonces en su casa y a los que acud¨ªan, adem¨¢s de sus alumnos m¨¢s sobresalientes, algunos de los escritores damnificados tambi¨¦n por el cierre del programa de libros de la tele. Le obsesionaba la idea de tener disc¨ªpulos.
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