'Pentimento'
Miedo es el concepto m¨¢s repetido en los titulares de este verano. Miedo a la incertidumbre, la ignorancia y la incompetencia de nuestros representantes para combatir la crisis. ?Cu¨¢les son los proyectos de Rajoy y Rubalcaba?
En el a?o 1937, cuatro despu¨¦s de que se iniciase el new deal -un programa de recuperaci¨®n econ¨®mica t¨ªpicamente keynesiano- y ocho despu¨¦s de que se iniciase la Gran Depresi¨®n (que comenz¨® con un crash burs¨¢til), Estados Unidos vivi¨® otra recesi¨®n. Se la conoci¨® como "la recesi¨®n Roosevelt". El presidente Franklin Delano Roosevelt (FDR) hab¨ªa iniciado antes de tiempo la vuelta a la consolidaci¨®n fiscal, y la econom¨ªa norteamericana cay¨® de forma abrupta: la producci¨®n de acero descendi¨® un 70%, la de autom¨®viles un 50%, el 35% la de productos manufacturados. En menos de un a?o, el paro regres¨® a los niveles de 1933 (21,7% de la poblaci¨®n activa). Roosevelt hubo de reiniciar la pol¨ªtica de est¨ªmulos para que la coyuntura adquiriera la velocidad de crucero.
?Qu¨¦ pasar¨¢ si cada mes aumenta el n¨²mero de los que no cobran el desempleo?
Hay que crear una aut¨¦ntica deuda europea -los eurobonos- y dar manos libres al BCE
Sin embargo, los ¨²ltimos efectos de la Gran Depresi¨®n no se disiparon hasta 1941, con la entrada de Estados Unidos en la II Guerra Mundial. Se hicieron tristemente verdad aquellas palabras de Keynes: "Parece imposible pol¨ªticamente, en una democracia capitalista, organizar el gasto p¨²blico a una escala lo suficientemente grande como para llevar a cabo el gran experimento que probar¨ªa lo correcto de mis argumentos, como no sea en las condiciones creadas por una guerra".
Cada acontecimiento hist¨®rico tiene su r¨¦plica. La de la recesi¨®n de 1937 la da la coyuntura actual, en la que muchas de las principales econom¨ªas tienden al estancamiento o a un aumento de su producci¨®n por debajo de lo previsto. Estas r¨¦plicas semejan al pentimento que describ¨ªa la novelista norteamericana Lillian Hellman: la antigua pintura al ¨®leo, al correr el tiempo, pasaba a ser transparente en ocasiones; cuando ello suced¨ªa era posible ver en algunos cuadros los trazos originales, la primera concepci¨®n reemplazada por una preferencia posterior, lo cual es una manera de ver y luego de observar una vez m¨¢s. Era el arrepentimiento del pintor. En la dur¨ªsima coyuntura actual se entrev¨¦n los rasgos de lo sucedido en 1937, igual que la Gran Recesi¨®n de nuestro tiempo ha sido comparada con la Gran Depresi¨®n de los a?os treinta del siglo pasado.
Ello nos obliga a plantear la hoja de ruta necesaria para encontrar la trayectoria de la recuperaci¨®n, corregir la anemia de la econom¨ªa y paliar en lo posible sus secuelas consecuentes, sobre todo en el terreno social: empresas paralizadas o muertas, paro estructural, empobrecimiento de las clases medias, etc¨¦tera.
?Qu¨¦ va a ocurrir a partir del oto?o en un pa¨ªs como Espa?a si la econom¨ªa no crece o crece por debajo del m¨ªnimo exigible para crear empleo durante, pongamos, un lustro m¨¢s? ?C¨®mo puede sobrevivir una sociedad en la que casi la mitad de sus j¨®venes est¨¢n en paro; en la que m¨¢s de un mill¨®n de sus hogares tiene a todos sus componentes sin empleo; en el que el n¨²mero de parados de larga duraci¨®n -que se van quedando, por goteo, sin seguro de desempleo, sin la paga escoba y sin las rentas m¨ªnimas de inserci¨®n que existen en algunas comunidades aut¨®nomas- aumenta, se descapitaliza y envejece; en el que crece mes a mes el n¨²mero de sustentadores principales (el sueldo principal que entra en una familia), lo que es sin¨®nimo directo de incremento de la pobreza? ?Con qu¨¦ ¨¢nimo puede funcionar una sociedad en la que el paro se instala durante un largo periodo en alrededor del 20% de la poblaci¨®n activa, porcentaje m¨¢s an¨¢logo al de una depresi¨®n que al de una recesi¨®n?
El pentimento de la deuda soberana que padecen muchos pa¨ªses europeos y Estados Unidos -las im¨¢genes que hay debajo de las de ahora mismo- son las de la crisis de la deuda externa que asol¨® Am¨¦rica Latina en los a?os ochenta. Con sus analog¨ªas (la principal es la de las gigantescas ayudas que recibieron los bancos internacionales para sanear sus balances) y diferencias (el efecto contagio pasa de la periferia al centro), de la crisis de la deuda externa se sali¨® con una d¨¦cada perdida en el bienestar de m¨¢s de una generaci¨®n de ciudadanos.
En este caso, s¨ª disponemos de una hoja de ruta para solucionar los problemas del endeudamiento p¨²blico. Sus eslabones se han repetido con insistencia: cerrar de una vez el nuevo rescate a Grecia y aceptar que ese procedimiento y las nuevas condiciones habr¨¢n de ser aplicables a Irlanda y Portugal (los tres pa¨ªses intervenidos hasta ahora); concretar las nuevas funciones con las que se ha dotado te¨®ricamente al Fondo de Estabilidad (para que pueda comprar deuda de los pa¨ªses en dificultades); crear una aut¨¦ntica deuda europea (los eurobonos); dar manos libres al Banco Central Europeo para que act¨²e, como la Reserva Federal, con un criterio de miras superior al de sostener bajos los precios (hoy el peligro es la deflaci¨®n, no la inflaci¨®n); extender las medidas para atajar la especulaci¨®n burs¨¢til contra la banca, etc¨¦tera. Es una hoja de ruta dif¨ªcil de poner en pr¨¢ctica a causa de su coste financiero y de los nacionalismos enanos, la falta de liderazgo de una buena parte de los pol¨ªticos en activo, y las piedras que continuamente ponen en el camino aquellos economistas que, ciegos por su rigidez ideol¨®gica, pretenden repetir los errores del pasado present¨¢ndolos como soluciones del futuro. Unos y otros lanzan continuamente mensajes sobre el d¨¦ficit y la deuda y se olvidan de calmar la ansiedad de los ciudadanos d¨¢ndoles pistas sobre el final del paro y la ausencia de crecimiento.
El concepto m¨¢s repetido en los titulares de los medios de comunicaci¨®n de este verano ha sido el de "miedo". El miedo no solo a los desastres naturales o al terrorismo indiscriminado sino a los mercados y a los peligros con los que estos pueden azotarnos sin previo aviso y en cualquier momento. El miedo a los riesgos que amenazan el orden social del que depende la seguridad del medio de vida (el salario, el empleo), la supervivencia (la pobreza, la indigencia) o la posici¨®n en la jerarqu¨ªa social. No hay inmunidad para la degradaci¨®n y la exclusi¨®n social.
Con la actual crisis ha aparecido una nueva zona gris -la econom¨ªa del miedo- que se prepara para golpear sin avisar. Sostiene el soci¨®logo Zygmunt Bauman que la modernidad iba a ser aquel periodo de la historia en el que por fin ser¨ªa posible dejar atr¨¢s los temores que dominaron la vida social del pasado, en el que nos har¨ªamos con el control de nuestras vidas y dome?ar¨ªamos las descontroladas fuerzas del mundo social y natural. "Y sin embargo, volvemos a vivir una ¨¦poca de miedo".
La senda para salir de las dificultades relacionadas con la deuda soberana est¨¢ trazada, aunque sea ardua en su instrumentaci¨®n. Casi todo el mundo se ha pronunciado sobre ella. Falta voluntad pol¨ªtica y urgencia para aplicarla: cuando la casa se quema, el factor decisivo es el tiempo. Pero sobre el camino para recuperar el crecimiento, abandonar el estancamiento, que nazcan m¨¢s empresas de las que mueren (ese era el verdadero sentido de la destrucci¨®n creativa de Schumpeter), recuperar el empleo y analizar las huellas que ha dejado en la sociedad (qu¨¦ es lo imprescindible y de lo que los ciudadanos no pueden desprenderse porque forma la parte esencial del modelo de convivencia, de qu¨¦ hay que prescindir en los tiempos de austeridad que llegan, y c¨®mo se va a distribuir esa austeridad) no hay apenas pronunciamientos.
Sobre esto es sobre lo que nos gustar¨ªa conocer las opiniones, los proyectos y los ritmos de los que nos van a gobernar. C¨®mo combatir¨¢n Rajoy y Rubalcaba el problema principal (la falta de crecimiento econ¨®mico y su calidad) y como contribuir¨¢n a erradicar la incertidumbre que caracteriza nuestra coyuntura, las ignorancias sobre las complejas amenazas concretas que se ciernen sobre la ciudadan¨ªa, y la incapacidad para determinar qu¨¦ se puede hacer (y qu¨¦ no) para contrarrestarlas. Esa incertidumbre, esas ignorancias, esa impotencia son la cara del miedo de hoy.
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