Ingenieros para la chapuza
Las pr¨®ximas d¨¦cadas van a discurrir en una lucha a brazo partido por no retroceder hacia valores anteriores a la Ilustraci¨®n
Hace tiempo que las restricciones para el viaje forman parte intr¨ªnseca de la idea del viaje mismo. Cuando uno hace la maleta ya tiene en cuenta las renuncias obligadas. Sabe que no podr¨¢ cortarse las u?as por un tiempo ni sostener esa vana costumbre de mudarse de ropa cada d¨ªa. Es penoso ver a todo bicho viviente obligado a llevar mochila, porque algo m¨¢s grande es penalizado con recargos humillantes. Las aerol¨ªneas reducen el tama?o incluso de los asientos y pronto tener piernas ser¨¢ considerado un impedimento. Ahora tambi¨¦n en los trenes cada vez hay menos hueco para equipajes, as¨ª que no es raro ver maletas solitarias agit¨¢ndose por los rellanos entre vagones. Pero hay algo peor, la percepci¨®n de que las fronteras son una forma de burdo filtro econ¨®mico. La licencia de entrada se compra con dinero, eso lo sabemos bien en Espa?a, que viv¨ªamos con ese eufemismo de las golden visa, donde los que compraban propiedades adquir¨ªan m¨¢s r¨¢pido la nacionalidad sin que a los patriotas aquello les repatease.
Hay pa¨ªses que especifican la prohibici¨®n de entrada si en tu pasaporte figura el sello de algunas de las naciones que consideran peligrosas. Como si haber visitado Cuba te convierta tres meses despu¨¦s en un peligroso esp¨ªa avezado al pasear por Chicago. Y as¨ª se van trenzando las barreras burocr¨¢ticas que se asocian a las barreras f¨ªsicas y comerciales. La libre circulaci¨®n de las personas jam¨¢s est¨¢ incluida en ese burdo grito del ¡°Libertad, carajo¡±, que pusieron de moda los que creen en los privilegios cuando les pertenecen a ellos, pero en caso contrario les resultan pertinentemente suprimibles. La gran aspiraci¨®n para las pr¨®ximas d¨¦cadas tendr¨ªa que consistir en recuperar el goce de la libre circulaci¨®n personal, y no en el discurso opuesto, que no hace m¨¢s que cercenar el derecho al desplazamiento. La evoluci¨®n humana est¨¢ intr¨ªnsecamente ligada a lo migratorio. Por ello, todo aspaviento en contra de esta motivaci¨®n absolutamente innata al hecho humano es una contradicci¨®n biol¨®gica condenada al fracaso. Es algo as¨ª como impedir al coraz¨®n latir.
La reacci¨®n de los l¨ªderes europeos ante la creaci¨®n chapucera de los campos de internamiento para inmigrantes que el Gobierno italiano levant¨® en Albania ha sido descorazonadora. Que la idea les parezca decente apunta a la decadencia moral en la que nos movemos. Las pr¨®ximas d¨¦cadas van a discurrir en una lucha a brazo partido por no retroceder hacia valores anteriores a la Ilustraci¨®n. Algunos ya llaman a este periodo la Desilustraci¨®n. El efecto de las redes sociales sobre las personas es algo as¨ª como el equivalente opuesto a la redacci¨®n de la Encyclop¨¦die. Donde se persegu¨ªa acumular conocimiento y enunciar verdades cient¨ªficas, ahora pareciera que nos volcamos en expandir la zoqueter¨ªa, la populacher¨ªa y la ignorancia maliciosa cuando no directamente delincuencial. Para desarmarnos a los optimistas nos obligan a aceptar lo da?ino como inevitable. Pero no es as¨ª. Lo indigno no es inevitable. Se trata tan solo de poner a trabajar la imaginaci¨®n para encontrar soluciones a los problemas sociales que no sean vesanias encaminadas a desmontar los Derechos Humanos. Igual que las generaciones anteriores nos resultan atrasadas e inmorales por su empecinamiento en el esclavismo y el sometimiento de la mujer, nuestro trato a los emigrantes hacinados en islas, guetos fronterizos y campos de internamiento ser¨¢n la gran infamia que describa el mundo actual. Ojal¨¢ pudi¨¦ramos evitar el sonrojo cuando nos estudien los alumnos del futuro.
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