Del desierto
El desierto est¨¢ en fiestas. Hay fuegos artificiales, helados, verbenas y corridas de toros. Tambi¨¦n hubo una manifa el d¨ªa de inicio, la manifa-txup¨ªn de todos los a?os, un evento ya habitual y que a¨²n no entiendo c¨®mo el New York Times no lo ha incluido entre los encantos de nuestra ciudad. Aqu¨ª estamos ansiosos porque el mundo nos mire, y cuando tenemos la impresi¨®n de que el mundo nos mira, hay siempre algunos que van y le sueltan un panfleto. El mundo debe saber con claridad lo que realmente somos ya que est¨¢ interesado en conocernos, y as¨ª no hay evento, y no digamos si se trata de alguno de nuestros eventos internacionales, en el que no nos esmeremos por satisfacer su curiosidad. Tal vez alg¨²n d¨ªa comprendamos que lo que al mundo le puede interesar es la calidad del evento, y no nosotros, y nos vayan mejor las cosas. Pero, en fin, hubo manifa y ca?onazo y ahora hay fiestas, primera prueba de fuego de la ¨¦poca bildulari, primera prueba de agua en realidad, ya que se han solido mover como peces en ellas. La jaiakolog¨ªa es la principal aportaci¨®n del bildularismo al pensamiento universal. Recuerden, si no, aquello de "jaiak bai, borroka ere bai", fina sentencia que consigui¨® convertir nuestras fiestas en foco de atracci¨®n para toda la eurovandalia. Pero hemos entrado en un "tiempo nuevo", y ser¨¢n las fiestas, vadem¨¦cum de la participaci¨®n y pieza central de la filosof¨ªa pol¨ªtica bildulari, las que nos lo muestren.
De hecho, las fiestas transcurren en paz y armon¨ªa. Aparte de la manifa-txup¨ªn, hubo otra de los antitaurinos, y supongo que habr¨¢ alguna m¨¢s, ya que tienen que demostrar que es falso lo de que carecen de programa para la ciudad. S¨ª, ya s¨¦ que a los antitaurinos no se les puede adscribir a una determinada tendencia pol¨ªtica, pero, francamente, si las reivindicaciones antitaurinas de la manifa donostiarra no eran un ejercicio de bildularismo es que el bildularismo no existe. Con el cambio de gobierno en el ayuntamiento donostiarra, dec¨ªan, "viene una nueva era", y ahora me quiero preguntar si esa nueva era ser¨¢ la de los toros y las vacas o la de las personas, de las que habla Izagirre.
No me gustan las corridas y nada lamentar¨¦ si desaparecen, aunque tampoco estoy seguro de ello, ya que respeto otras opiniones que creo ponderadas. Lo que me llama la atenci¨®n de nuestros antitaurinos no es que no quieran que se celebren corridas en nuestra ciudad, sino que quieran que San Sebasti¨¢n sea declarada ciudad antitaurina, para lo que pretenden convocar un refer¨¦ndum. Es una muestra m¨¢s del empe?o inquisitorial de esta gente, de su uso de las mayor¨ªas para practicar el autoritarismo, uno de los riesgos de la democracia ya se?alados por Tocqueville. Quieren prohibir hasta la opini¨®n de los partidarios de los toros, al considerarla anatema en nuestra ciudad. Pastar¨¢n con libertad los toros y las vacas en el desierto, pero, ?ay las personas!, qu¨¦ calladitas habr¨¢n de estar si quieren que se ocupen de ellas.
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