La paradoja argentina
La victoria arrolladora de la presidenta Cristina Fern¨¢ndez en las elecciones primarias del 14 de agosto enmascara un enorme vac¨ªo de liderazgo. Aunque obtenga un nuevo mandato, ser¨¢ mucho m¨¢s d¨¦bil
Los resultados de las elecciones primarias abiertas del domingo en Argentina encierran una paradoja. La aplastante victoria de la presidenta con un 50% de los votos, que anuncia su reelecci¨®n, no es una expresi¨®n de fortaleza sino de orfandad. Quienes la siguen pueden esgrimir razones de peso para justificar su ¨¦xito: Argentina se ha recuperado en materia econ¨®mica, social y cultural; en un proceso ¨²nico en el mundo, juzga los cr¨ªmenes cometidos por sus militares en los a?os setenta, y encara con ciertas seguridades, por primera vez en muchos a?os, la tormenta financiera internacional.
Pero no son estas las razones por las que la vot¨® la voluble sociedad argentina, que pas¨® de darle la victoria con el 46% en 2007 a hundirla en la casi absoluta impopularidad en 2008 y derrotarla en las elecciones legislativas de 2009, antes de declararla imbatible el a?o pasado para dedicarle una sucesi¨®n de derrotas electorales locales el ¨²ltimo mes.
Entre las simpat¨ªas por su viudez y el reconocimiento p¨®stumo a su marido, ha sido sostenida por todos
Cuando triunfe, los barones del peronismo se dedicar¨¢n, una vez m¨¢s, a dirimir la sucesi¨®n
Las primarias expresaron un enorme vac¨ªo de liderazgo cuyas ra¨ªces pueden rastrearse en el estallido social de 10 a?os atr¨¢s, cuando millones de "indignados" argentinos exigieron "que se vayan todos" los dirigentes pol¨ªticos y estos... se quedaron.
En esos d¨ªas de agitaci¨®n en las calles, se desmoronaba el bipartidismo de radicales y peronistas que hab¨ªa administrado la democracia desde su instauraci¨®n en 1983, tras medio siglo de golpes militares y proscripciones. Ambos partidos fallaron en las dos cuestiones b¨¢sicas de su tiempo. Primero, cedieron a las presiones militares y otorgaron impunidad a los oficiales que torturaron y asesinaron a millares con leyes de perd¨®n que el radical Ra¨²l Alfons¨ªn envi¨® al Congreso e indultos que el peronista Carlos Menem, su sucesor, firm¨® luego. Segundo, retrocedieron ante las presiones del poder econ¨®mico hasta adoptar, con Menem, el programa thatcheriano de desregulaci¨®n total y la imposici¨®n por ley de la igualdad entre el peso y el d¨®lar, una fantas¨ªa que se financi¨® con la privatizaci¨®n masiva de las empresas estatales, endeudamiento externo y ajuste social.
En diciembre de 2001, con el Estado al borde de la quiebra, el Gobierno del radical Fernando de la R¨²a impuso un corralito bancario que imped¨ªa a los ahorristas retirar dinero de sus cuentas. Multitudes de "indignados" salieron a las calles en una de las peores crisis econ¨®micas, pol¨ªticas, sociales y morales de la historia nacional.
La decadencia del bipartidismo qued¨® al desnudo. Cuando De la R¨²a abandon¨® el poder en helic¨®ptero y el radicalismo se desmoron¨®, los barones del peronismo se reunieron para elegir al sucesor. Hubo silencio en la sala. Solo Adolfo Rodr¨ªguez Sa¨¢, gobernador de San Luis, levant¨® la mano: "Yo tengo ganas... Es mi sue?o". Lo ungieron all¨ª mismo. Una semana m¨¢s tarde, con las calles a¨²n tomadas, anunci¨® su renuncia. En 10 d¨ªas se suceder¨ªan cinco presidentes.
El ¨²ltimo fue Eduardo Duhalde, cacique del poderoso peronismo de la provincia de Buenos Aires, quien gobern¨® un a?o y cinco meses sin haber sido elegido por el voto popular. Duhalde decidi¨® llamar a elecciones anticipadas, cuando temi¨® caer, tambi¨¦n ¨¦l, v¨ªctima de la protesta social, despu¨¦s de que dos activistas murieran durante la represi¨®n policial de una protesta.
El rechazo colectivo era tal que los pol¨ªticos que se aventuraban por lugares p¨²blicos se arriesgaban a un linchamiento. El expresidente Alfons¨ªn fue apaleado por una turba frente a su casa. Cada noche, los legisladores hac¨ªan cola, durante horas, en el estacionamiento subterr¨¢neo del Congreso sitiado por las multitudes hasta que los custodios se aseguraban de que pod¨ªan salir.
Como ellos, el resto de la clase pol¨ªtica aguardaba a que pasara la furia. Convencidos de que en Argentina el ¨²nico que pierde es el que abandona, confiaban en que, cuando se reencauzara la econom¨ªa, llegar¨ªa la resignaci¨®n. Y lleg¨®. No prosperaron los soviets de las asambleas de barrio ni unos t¨ªmidos experimentos de fundar partidos nuevos. Cuando toc¨® elegir nuevos gobernantes, solo qued¨® revolver entre las ruinas.
La crisis hab¨ªa acabado con las primeras y segundas l¨ªneas del sistema: los expresidentes, l¨ªderes parlamentarios y principales gobernadores eran rechazados por igual. Duhalde probaba un sucesor tras otro, pero ninguno lograba imponerse en las encuestas. Del fondo de la olla, extrajo a N¨¦stor Kirchner, el gobernador de la despoblada Santa Cruz, en el extremo sur del continente, que ten¨ªa una aprobaci¨®n popular de apenas el 8% y a quien la mayor¨ªa desconoc¨ªa.
Kirchner perdi¨® la primera vuelta con el 22% de los votos, contra el 24% de Menem, pero ante la perspectiva de una derrota en segunda vuelta -la sociedad no aceptar¨ªa el regreso del expresidente-, este se retir¨® sin competir.
Kirchner lleg¨® al Gobierno con un peque?o grupo de colaboradores de una provincia de apenas 270.000 habitantes y su esposa y senadora nacional, Cristina Fern¨¢ndez. Argentina, como otros pa¨ªses de Am¨¦rica Latina, gir¨® hacia un nuevo modelo que se reivindic¨® progresista, o de izquierda. Un modelo agroexportador hizo crecer al pa¨ªs a tasas chinas y la transferencia de ingresos de esa renta agraria, mediante impuestos, subsidi¨® el consumo.
Obligado a construirse una base, Kirchner se ofreci¨® como la contracara del viejo sistema: saldar¨ªa las cuentas con los militares y recuperar¨ªa el poder de decisi¨®n pol¨ªtica frente al poder econ¨®mico.
Como parte de este cambio, los Kirchner se aliaron con los movimientos sociales y las organizaciones de derechos humanos, cortejaron a la antiperonista clase media atacando a la estructura tradicional del partido del que proven¨ªan con un proyecto de "transversalidad" que unir¨ªa a los grupos de centro-izquierda en una nueva fuerza pol¨ªtica. Pero, hacia el final de su primer gobierno, comprendieron que ese proyecto hab¨ªa fracasado y que no les quedaba m¨¢s que aliarse con el viejo aparato clientelista del peronismo que antes hab¨ªa servido al neoliberal Menem.
En parte por ello, en parte porque su candidatura fue percibida como ileg¨ªtima (elegida a dedo por su esposo), en parte por viejos enfrentamientos culturales, pol¨ªticos y de clase, Cristina triunf¨®, en las elecciones presidenciales de 2007, con el 46% de los votos pero perdi¨® a las clases medias urbanas, que 90 d¨ªas despu¨¦s marchaban por las calles para rechazar un impuesto a las exportaciones de granos. En medio a?o de gobierno, la presidenta hab¨ªa ca¨ªdo al 19% de aprobaci¨®n.
En las elecciones legislativas de mitad de mandato, en junio de 2009, la oposici¨®n se dividi¨® entre los restos del radicalismo y sus aliados, y un peronismo tradicional disidente. El electorado qued¨® distribuido en tres tercios y se pronostic¨® el fin del kirchnerismo.
Poco despu¨¦s, esa misma oposici¨®n se hund¨ªa en el descr¨¦dito. Ambiciones peque?as, falta de visi¨®n, permanente uso de la hip¨¦rbole ante todo lo que el Gobierno hac¨ªa o dec¨ªa -una dirigente lleg¨® a denunciar el "peligro de un III Reich"- provocaron una nueva desilusi¨®n colectiva.
En octubre de 2010 muri¨® N¨¦stor Kirchner. La desaparici¨®n del jefe pol¨ªtico de un Gobierno en el que no ten¨ªa cargo formal puso en evidencia lo que a?os de debate sobre su presunto "autoritarismo" hab¨ªa ocultado: la falta de liderazgo pol¨ªtico que hab¨ªa dejado la crisis de 2001.
La sociedad reaccion¨® con terror ante el vac¨ªo. Entre simpat¨ªas por su viudez y un reconocimiento p¨®stumo e inesperado a su marido como gran estadista, Cristina pas¨® a ser sostenida por todos. Faltaba un a?o para la elecci¨®n presidencial pero se dio por descontado que el triunfo ser¨ªa suyo. La oposici¨®n pas¨® de prometer que acabar¨ªa con el "r¨¦gimen" a enredarse en la fuga de sus dirigentes, que se desesperaban por eludir candidaturas que iban a una derrota segura. Las fuerzas ganadoras de 2009 se partieron en cinco pedazos que, sumados, obtuvieron el domingo menos votos que entonces.
Si las primarias anticipan el futuro, la presidenta obtendr¨¢ un nuevo mandato, en el que ser¨¢ m¨¢s d¨¦bil que antes: sin derecho constitucional a un tercer periodo, ser¨¢ el comienzo del fin. Los barones del peronismo se dedicar¨¢n, una vez m¨¢s, a dirimir la sucesi¨®n, que, sin aut¨¦ntica estructura propia, la hoy triunfante Cristina dif¨ªcilmente podr¨¢ controlar.
Graciela Mochkofsky es periodista y escritora argentina.
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