Las cabras lo descubrieron
Es de todos conocido lo que sucedi¨® a las cabras que pastaban entre los bosques de Kaffa, all¨¢ por Etiop¨ªa, que com¨ªan las bayas de los arbustos que aqu¨ª y ah¨ª salpicaban el paisaje, y las rumiaban como era su obligaci¨®n, y de estas maniobras bucales y estomacales surgi¨® un jugo que las excitaba y no les permit¨ªa reposar.
Visto lo visto, el pastor que las cuidaba se encomend¨® a la autoridad intelectual de aquellas tierras, que no pod¨ªa ser otro que el abad de su convento, el cual despu¨¦s de algunas pruebas y fracasos constat¨® la capacidad de la baya para despejar las mentes y azorar los cuerpos.
Hermosa la leyenda, la realidad, m¨¢s prosaica, indica que las bayas ya las masticaban los antiguos pobladores de esas tierras con el mismo ¨¢nimo de animarse. Y de all¨¢ lleg¨® aqu¨ª, como en un soplido, de las costas africanas a Turqu¨ªa, donde sent¨® plaza. El caf¨¦ tuvo tal ¨¦xito en aquella cultura que se abrieron en la antigua Constantinopla lugares espec¨ªficos para tomarlo, y que curiosamente se llamaron caf¨¦s, siendo 1475 el a?o de su primera apertura. Su expansi¨®n por el mundo fue fulgurante, y m¨¢s lo hubiese sido si la Iglesia Cat¨®lica, encabezada entonces por Clemente VIII, no lo hubiese puesto en cuarentena, seg¨²n algunos porque era producto para infieles, seg¨²n otros porque pretend¨ªa suplir al vino, marca de referencia de la casa desde que No¨¦ dio en santificarlo. Como quiera que fuese, se extendi¨® entre nosotros, y la proliferaci¨®n de los establecimientos donde se vend¨ªa devino imparable: Marsella, Londres, ?msterdam, Viena, Hamburgo convirtieron el caf¨¦ en su bebida favorita y el lugar d¨®nde se tomaba se torn¨® centro de encuentro social y literario, cuando no de conspiraci¨®n.
El caf¨¦ se expandi¨® de ?frica a lo que hoy es Turqu¨ªa, donde sent¨® plaza
Dec¨ªamos que el caf¨¦ es una baya, que hay que tostar y moler -o despedazar, que eso va en gustos- para lograr que cuando pase el agua a su trav¨¦s se convierta en el l¨ªquido esencial. Clases hay muchas, much¨ªsimas deber¨ªamos decir, aunque las m¨¢s se?aladas discurren por los caminos que marca su origen: el africano y el americano. Porque s¨ª, el producto encontr¨® tierras de promisi¨®n en las Am¨¦ricas, en aquellos territorios cuyo suelo y altitud conven¨ªa al arbusto, y Brasil y m¨¢s tarde Colombia se hicieron con una sustancial parte del mercado. El Coffee arabica y el canephora robusta se han erigido entre los m¨¢s solventes, aunque no debemos olvidar la important¨ªsima contribuci¨®n actual de los vietnamitas, que producen la mayor¨ªa de los que se venden en estuches aunque sea menor su calidad. El caf¨¦ hace brillar la mente, opinaban los cl¨¢sicos del producto, alucinados por las luces que genera al m¨¢s romo de los intelectuales. Al respecto debo reproducir la brillante arenga que escribe Balzac para los que logren tomar de buena ma?ana un seco y concentrado polvo de caf¨¦: "Llegan los recuerdos al paso ligero, con las banderas al viento: la caballer¨ªa ligera de las comparaciones se despliega con magn¨ªfico galope ...".
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