Gracias, Ruth
He le¨ªdo tu certero art¨ªculo No de hombres sino del demonio (EL PA?S, 19 de agosto) sobre la muerte de un pobre toro en un salvaje encierro -tan salvaje como el resto de los encierros y otros mal llamados festejos taurinos de este pa¨ªs- celebrado en Legan¨¦s. O¨ª dar la noticia en la radio con un "no ha habido incidentes salvo la muerte de un toro en el encierro", y me llam¨® la atenci¨®n lo poco que preocupaba a nadie que un pobre animal hubiera muerto aterrorizado hasta el paroxismo entre la salvaje alegr¨ªa de quienes se divert¨ªan con su sufrimiento y muerte.
Tu pluma expresa con exactitud y sabidur¨ªa lo que otros no tenemos tribuna donde expresar o tu sincero y apasionado verbo. Mientras en este pa¨ªs el populacho (que no el pueblo) disfrute con la tortura de seres vivos, con la sangre y la muerte, nunca podremos so?ar con estar a la altura de otros pa¨ªses europeos que nos llevan a?os luz de distancia en estos temas. Pongo como ejemplo las fiestas de Mataelpino, que han sustituido en su encierro los animales vivos y sufrientes por una gran bola de materiales blandos que no hace da?o a nadie y delante de la que corren igual los mozos, y que van a poder extender a los ni?os. La diversi¨®n sana est¨¢ re?ida con la muerte y el sufrimiento. ?Para cu¨¢ndo una legislaci¨®n seria de protecci¨®n animal en este pa¨ªs?
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