Mis deseos confesables
En realidad puede parecer que no son nada del otro mundo pero para mi son importantes porque representan la demostraci¨®n de que puedo reinventar mi vida. Se trata de una larga lista de deseos insatisfechos que no he podido atender durante largo tiempo. Todos ellos est¨¢n centrados en las cosas que me gustar¨ªa hacer en San Sebasti¨¢n y solo requieren dedicarles tiempo y unos gramos de pasi¨®n.
Tengo ganas de desembarcar en la isla Santa Clara, donde est¨¢ el Faro de la Paz referencia del proyecto de la capitalidad cultural, para perderme unas horas tumbado en su pradera con un bocadillo y un libro. Quiero subir al Monte Urgull para visitar la Casa de la Historia de la Ciudad junto a esa figura del Sagrado Corazon, impuesta por la comuni¨®n Iglesia-Estado en la dictadura, y pasear entre las Murallas restauradas al caer la tarde para finalizar en la incre¨ªble terraza del Aquarium. Deseo tomarme una taza de chocolate franc¨¦s con churros en la Parte Vieja para vengar la ofensa del alcalde independentista de Igeldo al sustituir el cacao que tra¨ªan a San Sebasti¨¢n los barcos de la Real C¨ªa Gipuzkoana de Caracas, como protagonista de la ¨²nica recepci¨®n que hab¨ªa en Semana Grande, en favor de la t¨ªpica tortilla de bacalao y sidra. Algo humilde si lo comparan con la degustaci¨®n gratuita de caviar iran¨ª y angulas de verdad que dan en Bilbo. Deseo meterme en un cine a la sesi¨®n de las 17.00. Subir a Ulia y ver el resultado de la reforma que hicimos con ayuda de Zapatero. Sue?o con dar una larga vuelta en bici por Donosti un domingo muy temprano, en una ciudad sin coches, para bajar al asfalto en ciertos recorridos.
Me siento feliz disfrutando de una ciudad construida con esfuerzo y creatividad
Aunque debo reconocer que otros sue?os s¨ª he cumplido. Como pasar la Semana Grande sin estar pendiente del m¨®vil. Dedicar varias noches a quedar con amigos-as que vuelven a casa en agosto. Perderme en la Expo de San Telmo para llenarme con las reflexiones de hombres y mujeres del Planeta global que sue?an cosas parecidas a las nuestras. Ver una noche los fuegos desde una embarcaci¨®n cerca de la isla y comprender el lenguaje po¨¦tico de una colecci¨®n. Tirarme horas escribiendo en una terraza con vistas y un gin- tonic. Escuchar la 5a Sinfon¨ªa de Malher en el Kursaal. Colaborar con EL PA?S para contar de modo resumido casi todo lo que me apetec¨ªa.
De modo que me siento feliz porque estoy disfrutando de una ciudad que hemos ido construyendo con esfuerzo y creatividad, sin llevarnos nada al bolsillo. Por recuperar la condici¨®n de ciudadan¨ªa cuando m¨¢s lo necesitaba para seguir enganchado a los nuevos retos hist¨®ricos de una ciudad gobernada por quienes la han maltratado durante largos a?os.
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