El triunfo del cardenal Rouco
"Jes¨²s anunci¨® el reino y lo que vino fue la Iglesia", dijo el te¨®logo franc¨¦s Alfred Loisy, el m¨¢s conocido y radical de los modernistas. Fue profesor del Instituto Cat¨®lico de Par¨ªs, donde coincidi¨® con el gran historiador Ernest Renan, el autor de Vida de Jes¨²s. Es una biograf¨ªa extraordinaria, amable con el fundador cristiano, pero a Renan le cost¨® la expulsi¨®n del Colegio de Francia y el ep¨ªteto de "blasfemo europeo" por boca de P¨ªo IX. Tambi¨¦n Loisy acab¨® en la hoguera de las execraciones vaticanas, sobre todo por El Evangelio y la Iglesia. Fue suspendido a divinis y excomulgado, en 1908. La persecuci¨®n se cerr¨® prohibiendo la lectura de todas sus obras.
Lo cierto es que Jes¨²s es sobre todo la Iglesia cat¨®lica y que el sucesor de aquel joven que entr¨® un domingo en Jerusal¨¦n a lomos de un borrico para cantarle las cuarenta a los poderosos es hoy un anciano que se hace llamar Pont¨ªfice y Santo Padre; al que rinden pleites¨ªa reyes y gobiernos y que se pasea por el mundo en loor de multitudes y rodeado de lujos. ?Qu¨¦ dir¨ªa Jes¨²s si volviera? Dostoievski ofrece una repuesta en su imponente quinto cap¨ªtulo de Los hermanos Karamazov, con el encuentro del Gran Inquisidor y Jes¨²s en una c¨¢rcel de Sevilla.
El modernista te¨®logo Loisy: "Jes¨²s anunci¨® el Reino y lo que vino fue la Iglesia"
Lo que s¨ª encontrar¨ªa el fundador cristiano es una iglesia absorbente. Lo ha subrayado ayer el Papa, por si hab¨ªa dudas: "Seguir a Jes¨²s en la fe es caminar con ¨¦l en la comuni¨®n de la Iglesia. No se puede seguir a Jes¨²s en solitario". Hubo un tiempo en Espa?a en que se met¨ªa en la c¨¢rcel por vender la Biblia, como cont¨® tan magistralmente Jorge Borrow en La Biblia en Espa?a, un bestseller en Europa prohibido aqu¨ª hasta despu¨¦s de la muerte del dictador Franco.
Cuando Loisy dijo que Jes¨²s anunciaba un reino y lo que vino fue la Iglesia, el Vaticano estaba sumido en un proceso de consolidaci¨®n interna y de aislamiento del exterior. Fueron los tiempos del papa P¨ªo IX, ahora beato, que se empe?¨® en proclamarse infalible en un concilio -el Vaticano I- del que los grandes prelados centroeuropeos salieron despavoridos.
Lo peor estaba por llegar. Fue desde esa infalibilidad -y desde la rabia por haber perdido los Estados Pontificios y su a veces brutal poder temporal- que P¨ªo IX abord¨® una de las enc¨ªclicas m¨¢s reaccionarias y siniestras de todos los tiempos. La titul¨® Quanta cura, acompa?ada de un Syllabus errorum modernorum, un compendio de los errores modernos. Hans K¨¹ng lo califica de "hombre emocionalmente inestable, desprovisto de dudas intelectuales que mostraba los s¨ªntomas de un psic¨®pata".
Juan Pablo II lo hizo beato (el mismo domingo que a Juan XXIII, para mayor controversia), y Benedicto XVI quiere canonizarlo, que es como decir que est¨¢ de acuerdo con esa herencia papal. Adem¨¢s de condenar la modernidad y los derechos humanos; la libertad de conciencia, de religi¨®n, de prensa y de matrimonio civil; el pante¨ªsmo, el naturalismo y el racionalismo; el socialismo y el liberalismo, y todo lo que se moviera sin su permiso, P¨ªo IX prohibi¨® a los cat¨®licos la lectura de los autores representativos de la modernidad. Ese ?ndice de libros prohibidos ha llegado hasta bien cerca en nuestro tiempo. La lista es impresionante, desde los fundadores de la ciencia moderna (Cop¨¦rnico y Galileo); los fundadores de la filosof¨ªa moderna (Descartes, Pascal, Spinoza...) e incluso la Cr¨ªtica de la raz¨®n pura, de Kant, a gran parte de los mejores poetas, novelistas y ensayistas de todos los tiempos. Por no faltar, estaba incluso el jesuita Roberto Belarmino, el inquisidor que hab¨ªa llevado a la hoguera al gran Giordano Bruno.
Con esos antecedentes es un prodigio que el pontificado romano tenga el predicamento que ha exhibido estos d¨ªas de fiesta juvenil. Un creyente lo atribuir¨¢ a las gracias del Esp¨ªritu Santo. El viaje ha sido un ¨¦xito. El cardenal Rouco, que cumpli¨® este s¨¢bado 75 a?os, puede dormir tranquilo. El te¨®logo Tamayo advert¨ªa ayer de que ese triunfo es una derrota sin paliativos de Zapatero -su solemne promesa de avanzar hacia la laicidad de Estado- y, sobre todo, una decepci¨®n m¨¢s para quienes, dentro de la Iglesia romana, sue?an con que "otra iglesia es posible".
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