Del diario 'Gara'
Cuenta Vasili Grossman c¨®mo "para un enfermo cr¨®nico, en la ciudad s¨®lo existen las farmacias y los hospitales, los ambulatorios y las comisiones de peritaje m¨¦dico. Para un borracho, la ciudad est¨¢ hecha de medios litros de vodka para compartir entre tres. Y para un enamorado, la ciudad se compone de las agujas de los relojes de la calle que marcan la hora de las citas, de los bancos en las avenidas, de las monedas de dos kopeks para el tel¨¦fono p¨²blico". Es verdad. De las m¨²ltiples aristas que presenta la realidad, nuestra mirada s¨®lo se posa en unas pocas. De igual forma, los peri¨®dicos que elegimos para ampliar la mirada m¨¢s all¨¢ de lo que vemos como enfermos cr¨®nicos, borrachos o enamorados, suelen adolecer, por lo com¨²n, del mismo sesgo. Leemos, m¨¢s bien, los peri¨®dicos que confirman nuestras convicciones y rechazamos aqu¨¦llos que puedan agrietarlas. La trampa -sin embargo, tan humana- del "sesgo de confirmaci¨®n". En este sentido, ?qu¨¦ busca, por ejemplo, un lector del diario Gara ("Somos") en el diario Gara?
Quiz¨¢ lo primero que busque sea ese "somos", esa primera persona del plural, esa comunidad de referencia con su calor de invernadero, esa racionalidad colectiva. El "pensamiento grupal" que vertebra el diario desde las noticias de internacional hasta las de deportes, pasando por las del tiempo. En el peri¨®dico no hay lugar para la disonancia. Es m¨¢s, a aquel lector que como individuo-ciudadano le brote una peque?a duda entre lo que lee y lo que ve, ya se encargar¨¢ el diario de ahogarla en su papel de "vigilante del conocimiento": no hay cosa peor que la traici¨®n y la deslealtad de la duda. Gara participa en una "guerra de fantas¨ªa". Bajo su mirada demediada, un "bando" es un dechado de virtudes; el otro "bando", el mal sin mezcla de bien alguno. Asimismo, encontramos en el diario tres caracter¨ªsticas que, a decir de los expertos, explican el nacimiento y la persistencia de la violencia pol¨ªtica nacionalista. A saber: una "subcultura de la violencia" que legitima el uso de la violencia como medio para resolver conflictos; unos "mitos de descendencia" que cimientan el sentimiento de pertenencia a una inmaculada comunidad ancestral, y, por ¨²ltimo, una "narrativa de resistencia" que hace que un pueblo se identifique con un pasado de injusticias, luchas, agravios y persecuciones.
Un repaso diario de d¨®nde posa su mirada Gara nos hace mirar ojipl¨¢ticos a los heraldos de las paces cojitrancas. El Iv¨¢n Grig¨®rievich de Grossman, tras lo vivido, "ve¨ªa en aquella ciudad lo que antes no hab¨ªa visto, como si su vida se hubiera mudado de un piso a otro. Sus ojos descubr¨ªan mercados callejeros, comisar¨ªas de polic¨ªa, tabernas...Y el mundo que ¨¦l hab¨ªa conocido hab¨ªa desaparecido en la cuarta dimensi¨®n". Mientras lo que Gara representa no mude su mirada de un piso a otro, nada habr¨¢ cambiado. ?Pero hace tanto fr¨ªo fuera del invernadero!
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