El auge de las terrazas
Las calles de Madrid parecen pasar de la crisis. Quien venga de fuera nunca dir¨ªa que la nuestra es una ciudad triste y apagada por los rigores econ¨®micos, m¨¢s bien lo contrario. Tal vez sea solo apariencia, pero el aspecto que presenta Madrid es el de una capital viva y animada, y esa imagen la proyectan en gran medida las terrazas. Ya s¨¦ que aqu¨ª, terrazas siempre hubo y que la afici¨®n a ver pasar la vida sentado en la v¨ªa p¨²blica es un cl¨¢sico de los madriles, sin embargo, nunca tanto como ahora. Uno de los factores que ha contribuido al auge de este divertimento tan apreciado por propios y extra?os es la peatonalizaci¨®n de las calles. Es verdad que el Ayuntamiento de Madrid tard¨® en apostar por el cierre de v¨ªas al tr¨¢fico rodado. Entretenido en las obras cicl¨®peas, tal vez no imagin¨® que una actuaci¨®n de limitado coste reportar¨ªa efectos revitalizantes y tan espectaculares.
Las quejas de los vecinos por el ruido suelen estar motivadas por clientes que acaban tarde la velada
Lo cierto es que all¨ª donde han quitado los coches, o al menos han ampliado las aceras como en Serrano, la animaci¨®n se dispara y muy especialmente en bares, restaurantes y cafeter¨ªas. Bien es verdad que eso acontece sobre todo en unas cuantas calles del centro hist¨®rico que, si bien constituyen el escaparate de la capital, no suponen m¨¢s que una peque?a parte del tejido urbano de Madrid.
En realidad, el elemento que m¨¢s ha impulsado el negocio de la restauraci¨®n sobre suelo p¨²blico, el que ha estimulado la implantaci¨®n y ampliaci¨®n de las terrazas hasta cambiar la fisonom¨ªa de la ciudad ha sido la ley antitabaco. Lo vaticin¨¢bamos en esta misma columna a primeros de a?o, aunque el acierto carece de m¨¦rito alguno porque estaba cantado. No hab¨ªa m¨¢s que observar la experiencia de otras ciudades europeas en las que hace un fr¨ªo que pela y donde brotaron las terrazas como hongos en cuanto prohibieron fumar dentro. Si eso ocurr¨ªa en Dubl¨ªn o Bruselas, hasta mutar el aspecto de sus calles al caracter¨ªstico de ciudades mediterr¨¢neas, qu¨¦ pod¨ªa esperarse de Madrid. Y lo que ocurri¨® es que en los cuatro primeros meses del a?o el Ayuntamiento recibi¨® hasta un 35% m¨¢s de solicitudes de instalaci¨®n de terrazas que en el mismo periodo del a?o anterior.
Ni qu¨¦ decir tiene que el recaudador municipal, necesariamente ¨¢vido de recursos, le ha pegado una buena subidita a las tasas para paliar la precariedad enfermiza de sus arcas. No solo han abierto m¨¢s terrazas, superando las 2.000 en la capital, si no que han ampliado las que hab¨ªa y este uso comercial de la calle se paga por metro cuadrado. Casi 73 euros por metro y temporada en el caso de las v¨ªas de primera categor¨ªa, que en esto tambi¨¦n hay clases. Imag¨ªnense la pasta.
En el auge de las terrazas tambi¨¦n hay efectos negativos y el m¨¢s aparatoso es el del ruido. Las denuncias de los vecinos, sobre todo ahora en verano, han aumentado notablemente. Son quejas en su mayor¨ªa motivadas por la actitud de quienes terminan tarde la velada y a veces un poco cargados. Esos que cuentan chistes en alto, los r¨ªen a gritos o interpretan cantos regionales. El cliente no siempre tiene la raz¨®n y exigir un poco de civismo bajar¨ªa el diapas¨®n y el descontento de los afectados.
Esto es importante porque volver¨¢n los fr¨ªos y con ellos las estufas seta y las mesitas y banquetas a las puertas de los bares para fumar. Que yo sepa, este tipo de elementos, que a muchos locales les han servido para parar el golpe antitabaco, no est¨¢n contemplados en la normativa. Ocupan un espacio m¨ªnimo de la v¨ªa p¨²blica y funcionan con la vista gorda o indiferencia municipal, algo que habr¨ªa que regular. Y es que lo de la inspecci¨®n del Ayuntamiento es bastante aleatorio, tanto que algunos bares montan la terraza a la brava sin pedir permiso porque con un poco de suerte les sale m¨¢s barato pagar la multa que la tasa. Esa misma inspecci¨®n tendr¨ªa que ser bastante m¨¢s exigente con la limpieza del espacio que ocupan las terrazas. En muchas pasan poco la escoba, casi nunca la bayeta y el suelo parece un fangal.
Atenci¨®n tambi¨¦n a los veladores. Algunos han montado aut¨¦nticos mamotretos que destrozan inmisericordes la est¨¦tica de las calles. Son, en el peor de los casos, efectos secundarios f¨¢ciles de conjurar. Basta con ordenar y vigilar un poco y no preocuparse solo de hacer caja.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.