De zoo marino a parque jur¨¢sico
Una exposici¨®n sobre dinosaurios ocupa parte del pol¨¦mico solar del F¨®rum
En tanto no se decide su uso futuro, los dinosaurios reinan en el solar del F¨®rum que deb¨ªa destinarse a zoo marino. De momento, donde estaba previsto que retozaran delfines, focas y ping¨¹inos se alza incongruentemente inmenso y fuera de lugar un saur¨®podo de 26 metros de largo y 12 de alto, un brachiosaurio. Con su largo cuello atisba a las jugadoras de voley en la playa de Llevant mientras los ni?os hacen travesuras a su alrededor y se suben a su cola.
El bicho no es una met¨¢fora de la lentitud y gigantismo de la Administraci¨®n ni significa que las ocho hect¨¢reas ganadas al mar hayan sido adquiridas, tras aparcar el proyecto de zoo marino el nuevo poder municipal, por la empresa InGen de John Hammond para recolocar el ca¨®tico parque jur¨¢sico de Isla Nublar. Solo nos faltar¨ªa. Es simplemente el reclamo de Dinosaurios park, una exposici¨®n ambulante sobre esos animales que se ha instalado todo el verano en una gran carpa en el solar.
En este caso, los dinosaurios no vienen del pasado, sino de Galicia -la exhibici¨®n est¨¢ organizada por la empresa gallega Europreplicadeco, SL-. La exposici¨®n, que no es para tirar cohetes ni para creerte que est¨¢s en el Smithsonian (o en Cosmocaixa, donde hasta marzo se pueden ver los dinosaurios -de verdad- del Gobi), al menos sirve, como se?alaron varios sufridos padres, para que los cr¨ªos se distraigan un rato y den rienda suelta a su af¨¢n de dinosaurios y su sed de aventuras, dos cosas que nunca est¨¢n de m¨¢s fomentarles, a ver si un d¨ªa se van de casa. Adem¨¢s, te puedes fotografiar dentro de un huevo junto a la tienda de recuerdos, en la que solo falta la pepona jur¨¢sica. "Es un poco cutrillo, pero peor est¨¢ la tele", se?al¨® un resignado progenitor vestido como un Alan Grant de pol¨ªgono mientras su reto?o trataba de darle una patada a una reproducci¨®n de un velocirraptor que no firmar¨ªa Spielberg precisamente. Para impedir acciones como la del ni?o, la exposici¨®n est¨¢ llena de letreros que advierten de manera bastante ins¨®lita: "Prohibido tocar a los dinosaurios".
Todo un poco de estar por casa, como ven, pero con cierto encanto a feria a lo Ray Bradbury. Dinosaurios park (hasta el 2 de octubre) ofrece por siete euros, los adultos, y seis los ni?os, medio centenar de reproducciones de una treintena de especies a tama?o m¨¢s o menos natural, algunas con movimiento animatr¨®nico. Tras pasar por unas taquillas que parecen el acceso al tren de la bruja (del que son dignos tambi¨¦n algunos dinosaurios), el visitante se topa con varias reproducciones de f¨®siles. Todo el recorrido est¨¢ documentado con plafones explicativos de las especies en un loable esfuerzo, aunque algunos textos adolecen de un singular, visto el contexto, exceso de cientificismo ("un pariente de ovirraptor llamado nomingia fue encontrado con un pig¨®stilo").
Una cabeza de pl¨¢stico de T. Rex con ojos sanguinolentos ya te da idea de por d¨®nde va a ir la cosa en cuanto a imagen. Tras el pre¨¢mbulo de huesos, un arco da paso a, ?tach¨¢n!, "la era de los dinosaurios". Unas fotos de paisajes tipo p¨®ster y unos arbolillos plantados en el suelo de tierra y piedrecitas, entre ellos un olivo, tratan de sugerir "el h¨¢bitat natural del jur¨¢sico". En el primer tramo del recorrido figuran una familia de triceratops, el utahraptor y un dinosaurio de pico de pato que abre la boca y mueve la cabeza. Le falta un ojo.
Los m¨¢s peque?os dan grititos de placer al pasar por las fauces de un tiranosaurio cuya cabeza est¨¢ dispuesta como un elemento de parque infantil. En un arenal tres ni?as excavan el esqueleto de un prosaur¨®podo del Terciario ("actividad pedag¨®gica"). Los velocirraptores son una de las grandes atracciones. Un puentecito permite cruzar un peque?o cauce de agua junto al que un cocodrilo gigante tiene horrorizada a una chiquilla mientras su padre trata de consolarla -"es de goma, ?c¨®mo quieres que sea de verdad?, ?estar¨ªa yo tan tranquilo cari?o?"; en una peli de Hollywood entonces el bicho, zas, le arrancar¨ªa la cabeza-. La ni?a no parece muy convencida. Le espera un susto a¨²n mayor ante la despiadada reproducci¨®n semoviente del barionyx, de garras de pesadilla, que tiene entre sus fauces a una cr¨ªa de algo irreconocible hecha trizas que se agita desesperada. Aqu¨ª han echado el resto los organizadores. Y en el tiranosaurio de tama?o natural que respira, mueve la cola y ruge. ?Arrrrrrggggg! "?Eric, deja en paz al tiranosaurio!".
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