Luna de agosto en islas columbretes
Uno a uno fueron llegando los navegantes al hotel Voramar de Benicasim, el cantante Joan Manuel Serrat, los cineastas David Trueba y Jos¨¦ Luis Garc¨ªa S¨¢nchez, el periodista Angel S. Harguindey, el fot¨®grafo Jordi Socias, Toni, Sof¨ªa, Mauri y alguno m¨¢s, todos dispuestos a convertir las Columbretes en la isla del Tesoro. Rafa Pallar¨¦s, el due?o del hotel, se encargar¨ªa de llevar el cofre del pirata, nada de doblones de oro ni mapas secretos, sino arroz, pimientos, tomates, jud¨ªas, coliflor, berenjenas y guisantes, lo necesario para una paella bajo la luna llena. En la terraza del Voramar todos los navegantes se sent¨ªan argonautas y se promet¨ªan valor para la traves¨ªa, teniendo en cuenta que algunos de ellos proced¨ªan de profundo secano de Castilla.
En la terraza del Voramar todos los navegantes se sent¨ªan argonautas y se promet¨ªan valor para la traves¨ªa
A las cinco de la tarde del d¨ªa siguiente, 7 de agosto de 2009, festividad de los santos Justo y Pastor, con las isobaras a nuestro favor, una ventolina de xaloc y la mar rizada zarpamos del n¨¢utico de Oropesa en un catamar¨¢n, de 42 pies, de nombre Catacrak, patroneado por Sergio y Juan Carlos para una singladura hacia las Columbretes, situadas a 28 millas del cabo, en aguas de Castell¨®n. Asentados en la ba?era de popa en hamacas bajo la toldilla cada navegante ten¨ªa un pensamiento propio: unos lo daban todo por bueno con tal de no naufragar, otros se conformaban con no vomitar de presencia de los amigos y a otros no les importaba hacer el rid¨ªculo al demostrar una dicha desmesurada, algo muy mal visto entre marineros. Si en la mar te sientes feliz, te muerdes la lengua y te aguantas.
Hacia las seis de la tarde, con el sol apenas doblado, avistamos las sombras de isla Grossa, del Carallot, la Foradada y la Ferrera, unas formaciones volc¨¢nicas, que hoy componen una reserva natural, a la que no se puede acceder sin un permiso, que nosotros ten¨ªamos en regla para pernoctar. A mitad de traves¨ªa se estableci¨® una marejadilla que anim¨® la navegaci¨®n cuando a veces una ola cogida de trav¨¦s lanzaba una rociada de mar, como un l¨¢tigo, sobre los tripulantes. Algunos por lo bajo maldec¨ªan, pero blasfemar en el mar equivale siempre a una oraci¨®n.
Al ganar la rada de la isla Grossa en el malec¨®n nos esperaba la dotaci¨®n de j¨®venes bi¨®logos y guardas de la reserva. Pronto nos hicieron saber que en las Columbretes el alacr¨¢n es un rey intocable y cualquier bicho diminuto, que ellos conocen por su nombre y apellidos, goza de todos los derechos, no solo el halc¨®n de Eleonor, la gaviota de Audouin, la pardela cenicienta, el cormor¨¢n mo?udo o la lagartija ib¨¦rica, sino el mosquito, la mosca com¨²n y la hormiga, un fervor que estos j¨®venes trasmiten igualmente a la zarza morisca y al hinojo marino, hasta el m¨¢s m¨ªnimo hierbajo con o sin espinas.
Antes de que llegaran las tinieblas, en la larga bancada de la terraza iluminada con luz que proporcionan por los paneles solares, ya se hab¨ªa establecido la camarader¨ªa entre los intr¨¦pidos navegantes y los j¨®venes guardianes de la naturaleza. Ellos eran unos diez alrededor de Eva, la ¨²nica mujer de este para¨ªso. Antes muerto que ponerme l¨ªrico, pero no est¨¢ de m¨¢s anotar que, si bien el sol se pone todos los d¨ªas, no es lo mismo que lo haga incendiando las calcinadas crestas de lava, devolvi¨¦ndoles el fuego a los antiguos cr¨¢teres, mientras la luna llena rielaba a la vez en el mar y en el caldo de la paella y dentro de ella flu¨ªa y se guisaba como un ingrediente m¨¢s entre las berenjenas, jud¨ªas, coliflores y pimientos. Hice notar a los comensales que era la ocasi¨®n ¨²nica en que iban a tomar una paella de luna. En la sobremesa nocturna unos hablaban de los sat¨¦lites de J¨²piter que se ve¨ªan como un collar de diamantes, Gan¨ªmedes, Europa, Calisto y otros no ten¨ªan la mente en el universo sino en los alacranes que discurr¨ªan entre las piernas. Si te pican al amanecer -dijo un entendido- apenas duele porque ya han gastado de noche todo su veneno cazando. A veces suben a la litera si la s¨¢bana toca el suelo. Era lo mismo que hablar de pol¨ªtica.
La rada de la isla Grossa es azarosa porque est¨¢ abierta a los vientos del primer cuadrante, a la tramontana, al gregal y al levante. Dado que el catamar¨¢n fondeado no cesaba de ser zarandeado por las olas se decidi¨® dormir en tierra, unos en el faro, otros en las casernas. Puede que los ronquidos fueran similares a los ca?onazos que soltaba el ej¨¦rcito cuando estos islotes serv¨ªan de objetivo en las maniobras militares. Los navegantes se despertaron cuando el sol les entr¨® en la boca abierta hasta el paladar donde se junt¨® tambi¨¦n con el aroma del caf¨¦ y del pan reci¨¦n tostado. Despu¨¦s del desayuno el parte anunci¨® una fuerte marejada. Hab¨ªa que zarpar. Durante el regreso los navegantes se ba?aron en alta mar a la sombra de la isla Foradada, exploraron algunas grutas y otros sentimientos varados. El mar se levant¨® de repente. Olas de dos metros comenzaron a batir la popa del catamar¨¢n y nos persiguieron cada vez m¨¢s altas hasta arribar a Oropesa, pero la tormenta se destap¨® cuando los navegantes ya estaban a salvo agarrados al palo mayor de un gin-tonic en la terraza del Voramar. Toda la noche hubo aguaceros de verano, cayeron rayos y estuvo tronando. Al d¨ªa siguiente hab¨ªa algunos toldos rasgados.
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