Debates confusos
La estabilidad presupuestaria es necesaria para un crecimiento sostenido, por lo que es bueno que figure en la Constituci¨®n. Este es el primero de una serie de art¨ªculos del expresidente sobre el futuro de Europa
Todo se mezcla en una cacofon¨ªa incomprensible para los ciudadanos! Exigencias de los "mercados", sin identificar qui¨¦nes son; exigencias de la Uni¨®n Europea, de Bruselas, de Alemania y Francia; respuestas de l¨ªderes europeos como galgos que corren detr¨¢s de una liebre mec¨¢nica que siempre se les escapa.
?Qu¨¦ pasa en Europa? ?Qu¨¦ nos pasa a nosotros? ?Necesitamos estabilidad presupuestaria? ?La necesita la Uni¨®n Europea? Todo en medio de esta crisis civilizatoria que est¨¢ cambiando, a velocidad de v¨¦rtigo, la econom¨ªa y las relaciones de poder en el planeta. Y con ello nuestra forma de vida.
Pero, despu¨¦s de cuatro a?os de la implosi¨®n del sistema financiero de Estados Unidos y de la Uni¨®n Europea, con las consecuencias de recesi¨®n y paro, seguimos sin ver la emergencia que vivimos, o la vemos compulsivamente, como respuesta precipitada e incompleta ante cada "tir¨®n" de la liebre mec¨¢nica que imaginaban que esta vez ¨ªbamos a atrapar, pero se nos escapa..., y ?cada vez se agotan m¨¢s los galgos!
El disparate es el pretendido d¨¦ficit cero. Una muestra de radicalismo ideol¨®gico
Obligarnos con una reforma de la Carta Magna significa reconocer un cierto fracaso
La estabilidad presupuestaria es una condici¨®n necesaria para garantizar, a medio y largo plazo, un crecimiento econ¨®mico sostenido. Los desequilibrios permanentes, con d¨¦ficits estructurales y deudas acumuladas que se hacen impagables, arruinan las perspectivas de crecimiento y merman la confianza de todos los actores. La consecuencia es inexorable: no se pueden mantener las pol¨ªticas de cohesi¨®n social que definen nuestro modelo. No es, o no debe ser, un problema ideol¨®gico, sino de sentido com¨²n y de responsabilidad de los gobernantes.
El disparate es el pretendido d¨¦ficit cero. Una muestra de radicalismo ideol¨®gico, que no permite margen de maniobra ante los ciclos econ¨®micos. Una receta de te¨®ricos fundamentalistas que, a veces, ocupan responsabilidades pol¨ªticas para desgracia de todos, impidiendo una actuaci¨®n pol¨ªtica para contrarrestar las consecuencias de una contracci¨®n econ¨®mica.
En Am¨¦rica Latina, Chile lleva m¨¢s de dos d¨¦cadas trabajando con la premisa de limitar los d¨¦ficits estructurales. Nadie duda, m¨¢s all¨¢ de las revueltas de hoy, que ha sido el pa¨ªs m¨¢s exitoso de la regi¨®n y que sigue siendo el que m¨¢s confianza interna y externa produce para quienes tienen que decidir inversiones productivas, generadoras de empleo. Est¨¢ claro que, como a todos, les quedan muchas cosas por hacer, entre las que la redistribuci¨®n del excedente para conseguir mayor cohesi¨®n social es una de las importantes.
Esta es una crisis de cambio civilizatorio, de gran calado hist¨®rico. Estamos viviendo la transici¨®n entre el dominio de un Occidente hegem¨®nico durante siglos hacia un Oriente en desarrollo r¨¢pido; de los pa¨ªses centrales pero endeudados hasta las cejas y los emergentes que producen y ahorran lo que los primeros deben; de las econom¨ªas industriales dominantes de los mercados mundiales que impon¨ªan precios de materias primas y de manufacturas hacia econom¨ªas en desarrollo que reciben las inversiones que se deslocalizan de los anteriores; de una econom¨ªa basada en la industria hasta otra basada en el conocimiento que est¨¢ alterando las fronteras del desarrollo y crea nuevos espacios, y distintos, para competir con ¨¦xito en la econom¨ªa global.
En este proceso, las respuestas de nuestros pa¨ªses para garantizar nuestra recuperaci¨®n y nuestra inserci¨®n en el nuevo escenario global tienen que respetar, como condici¨®n necesaria, una macroeconom¨ªa sana, capaz de controlar los d¨¦ficits excesivos y la acumulaci¨®n de la deuda. Capaz de aprovechar los ciclos de bonanza para utilizar el margen de maniobra acumulado en los momentos de crisis. Ese es el objetivo de la estabilidad presupuestaria. L¨®gicamente no es lo ¨²nico que hay que hacer, pero es imprescindible que se haga.
Por eso es bueno que haya un acuerdo que obligue a todos sobre la estabilidad presupuestaria en el medio y el largo plazo. Y el mecanismo m¨¢s contundente para obligar a tirios y troyanos es que figure en la Constituci¨®n. Pero obligarnos a nosotros mismos con una reforma de la Carta Magna no deja de ser el reconocimiento de un cierto fracaso. Existen otros instrumentos legales para hacerlo, pero dudamos de nuestra voluntad colectiva para respetarlos y aplicarlos.
El ruido de fondo -primas de riesgo, acoso de especuladores, elecciones a la vista, descontento social ante la crisis- no debe ocultarnos que la propuesta es buena. El acuerdo es positivo para Espa?a, por eso ser¨ªa deseable que se sumaran otras fuerzas pol¨ªticas para que el consenso fuera significativo en la Espa?a plural, pero a la vez diversa que somos.
Y ahora, si no tenemos en cuenta esos ruidos que confunden el debate, es posible, porque la propuesta nada tiene que ver con el sectario "d¨¦ficit cero". La intervenci¨®n de Rubalcaba lo ha hecho posible en los t¨¦rminos en que est¨¢ redactado. Cualquier ciudadano preocupado por la salida de esta larga y dura crisis deber¨ªa apreciarlo, como yo lo hago.
Queda claro, por tanto, que sin reforma constitucional tambi¨¦n se podr¨ªa haber hecho, pero que esta reforma -al estilo de las Enmiendas de la Constituci¨®n Americana- con un prop¨®sito concreto vale para asegurarnos la voluntad que nos falta. No est¨¢ prevista la f¨®rmula del refer¨¦ndum para este tipo de reformas. Es doblemente l¨®gico: no afecta a ning¨²n elemento sustancial de la Carta Magna, ni es razonable que se traslade a los ciudadanos la decisi¨®n de si podemos tener deudas excesivas como consecuencias de d¨¦ficits estructurales incontrolados e incontrolables.
Para los ciudadanos que se inquietan por los "l¨ªmites" a las pol¨ªticas sociales, hay que explicarles, claramente, que el mayor l¨ªmite est¨¢ en el endeudamiento excesivo, que nos obliga a destinar al servicio de la deuda el dinero que necesitamos para educaci¨®n y salud para todos.
Pero no lo relacionemos con los problemas de coyuntura, por graves que sean, porque va m¨¢s all¨¢ de estos. Y felicit¨¦monos porque el PP ha hecho un gesto importante, el primero y ¨²nico, para ayudar en esta grave crisis que atravesamos. Es l¨®gico que traten de apunt¨¢rselo, pero la propuesta se parece poco a la producci¨®n ideol¨®gica de la FAES que los domina, con sus propuestas de d¨¦ficit cero, como alumnos aventajados del Tea Party.
No solo hay que aplicarlo en Espa?a, sino hacerlo extensible a la Uni¨®n Europea en general y a la zona euro en particular. Pero esta condici¨®n necesaria no ser¨¢ suficiente para garantizar la gobernanza econ¨®mica que est¨¢ fallando -en Europa y en Estados Unidos-. Tenemos que superar ese papel de apagafuegos ag¨®nico en que se est¨¢ convirtiendo la Uni¨®n Europea.
Conceptualmente nadie discute ya que en un mercado interior sin fronteras y con una sola moneda hay que coordinar las pol¨ªticas econ¨®micas y fiscales de los pa¨ªses miembros. No se puede perder m¨¢s tiempo, ni retrasar in¨²tilmente instrumentos necesarios como el "bono europeo" antes de que se desangre pa¨ªs a pa¨ªs la zona euro y arrastre hacia su ca¨ªda toda la construcci¨®n europea.
En Espa?a tenemos que acabar con el inconsistente argumento de que nos obligan los mercados, o de que obedecemos a Bruselas o a la presi¨®n de Francia y Alemania. Es verdad que estos deber¨ªan cuidar las formas y los contenidos y, de paso, cumplir ellos mismos el Pacto de Estabilidad. Pero es m¨¢s verdad que en la Uni¨®n nadie obliga a nadie, pero todos, reunidos en Consejo, pueden y deben obligarse a cumplir los compromisos de gobernanza europea, con penalizaciones para quienes no lo hagan, sin excepciones.
Felipe Gonz¨¢lez fue presidente del Gobierno espa?ol de 1982 a 1996.
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