Moncouti¨¦ ten¨ªa que ser
Wiggins se convierte en el octavo l¨ªder y hace oficial su candidatura al triunfo
Se escaparon muchos, 19, para ganar la etapa, para hacer de cabeza de puente, para vencer antes o hacerlo despu¨¦s. Atacaron muchos al final, entonces s¨ª, para ganar la etapa. Se quemaron muchos en ataques luminosos y en fuegos artificiales. Pero gan¨® Moncouti¨¦, el que ten¨ªa que ganar, el franc¨¦s que m¨¢s disfruta en la Vuelta a Espa?a, en la que encaden¨® su cuarta victoria consecutiva de los ¨²ltimos a?os y camina en busca del maillot de rey de la monta?a. Son sus dos objetivos habituales: una etapa de monta?a y el liderato de esa clasificaci¨®n que tanto lustre ha tenido siempre en el ciclismo aunque ahora tenga un cariz m¨¢s rom¨¢ntico, un vino para paladares antiguos.
Que ganara Moncouti¨¦ era casi una obligaci¨®n. ?l es un escalador de tron¨ªo, es decir de los que atacan una vez y meten un golpe de pedal que nadie puede seguir. Constante, tenaz, tranquilo, impasible, Moncouti¨¦ atac¨® a 13 kil¨®metros de la meta cuando muchos corredores hab¨ªan gastado sus balas. Fue un ataque demoledor para el grupito que le acompa?aba y que le hab¨ªa puesto a prueba. ?Ya est¨¢ bien!, pens¨®. Levant¨® el trasero del sill¨ªn y pate¨® los pedales como si fueran enemigos. Puso distancia en la carretera y en la cabeza de sus rivales y, cuando los tuvo lejos, se volvi¨® a sentar como si se dispusiera a encender el televisor para disfrutar de un documental naturalista. P'arriba, pens¨®, que el puerto es tendido, suave, largo, de los que a m¨ª me gustan, aun a costa del viento que ven¨ªa lateral y, m¨¢s que sec¨¢rtelo, te acuchillaba el sudor.
El franc¨¦s es de los que atacan una vez y meten un golpe de pedal que nadie sigue
Por detr¨¢s, sin embargo, la hilera de ciclistas se iba confundiendo. Por el medio, los de la escapada se confund¨ªan con los que atacaban desde el pelot¨®n. Los del medio eran los que sufr¨ªan sabiendo que Moncouti¨¦ era inalcanzable. Entonces, ?qu¨¦? Dignidad ciclista, que ser segundo es mejor que ser tercero y tercero que cuarto aunque casi nadie se acuerde pasado ma?ana.
En el pelot¨®n, la vida era distinta. El puerto no invitaba a las aventuras viscerales. Dif¨ªcil atacar en rampas del 6% y el 7% de desnivel. Nueva carrera de eliminaci¨®n m¨¢s que de agresi¨®n. Desde el momento que el Sky permiti¨® la escapada (kil¨®metro 30) se sab¨ªa que la victoria se la disputar¨ªan los 19 que anduvieron listos para huir. Ese asunto estaba resuelto desde la salida. El crucigrama ten¨ªa que ver con la ascensi¨®n a la estaci¨®n de monta?a de Manzaneda, aunque se sube tan r¨¢pido que atacar es como querer sacar un c¨®rner y rematarlo.
Nada se movi¨®. Entre otras razones, porque el ayudante de Wiggins, Froome, se olvid¨® de su jersey rojo de l¨ªder y se puso el buzo de currante. Pocas veces se ve a un l¨ªder trabajando para otro en cabeza del pelot¨®n, pero pocas veces los l¨ªderes en una carrera son tan vol¨¢tiles como en esta. Ayer, el brit¨¢nico Wiggins fue el octavo ciclista, en 11 etapas, que se lo enfund¨® sobre su cuerpo. Todo un reparto democr¨¢tico, de eso no hay duda.
Al final, lo prob¨® Nibali en un acto de autoestima, pero el fogonazo fue muy d¨¦bil. Nada m¨¢s cruzar la l¨ªnea de meta Moncouti¨¦, atac¨® Purito Rodr¨ªguez escenificando las dos carreras que se viv¨ªan en la etapa. Otro acto de autoestima en busca de limar una diferencia que ahora parece inalcanzable frente al nuevo l¨ªder.
Tan democr¨¢tica est¨¢ la Vuelta que Moncouti¨¦ cumpli¨® con su d¨¦bito anual; Rodr¨ªguez se llev¨® siete segundos en el talego respecto a sus adversarios directos, que no sirven para nada, salvo para creer en s¨ª mismo, y al exl¨ªder Froome, que se quit¨® los anillos ante su jefe, le queda el consuelo de haberlo protegido y eliminado de dos contrarios importantes, Fuglsang y Menchov, que cedieron 27 segundos. Ambos transmitieron malas sensaciones. Todo, a mayor gloria de Moncouti¨¦, que era el que ten¨ªa que ser y lo fue.
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