?Razones o corazones?
Hablamos y hablamos, aunque en realidad no decimos nada porque lo que sucede verdaderamente se encuentra en planos m¨¢s sutiles: el lenguaje no verbal, la energ¨ªa que emanamos, las intenciones y motivaciones profundas. Sin embargo, necesitamos de las palabras para comunicar y dar sentido y contexto a la experiencia. La realidad no se desprende directamente de estas, sino de las maneras que utilizamos para explicarlas y comunicarnos mediante ellas. Wittgenstein, el fil¨®sofo vien¨¦s, acarici¨® esta idea al decir que la palabra no era la cosa y que para interpretarla era necesario contextualizarla y entender su funci¨®n. En una l¨ªnea parecida, J. L. Austin recuerda que con las palabras no solo decimos, sino que hacemos cosas, jugamos con ellas con el prop¨®sito de influenciar en los dem¨¢s.
"El coraje supone un acto de amor hacia uno mismo y hacia la vida. Porque amamos somos bravos y no a la inversa"
Todo esto, empero, no significa que las palabras sean poca cosa. Cada una de ellas llega a las diferentes estructuras nerviosas y org¨¢nicas, y posee el poder de alterar el estado bioqu¨ªmico del organismo, as¨ª como construir o reconstruir redes neuronales que permitan procesar la informaci¨®n de forma saludable. Las palabras impactan en nuestro cerebro, resguardadas en nuestra memoria sem¨¢ntica y epis¨®dica. Una sola palabra puede bastar para despertar esas memorias y actuar como est¨ªmulo disparador de recuerdos y emociones. Vamos a ocuparnos de tres de ellas, cuya composici¨®n se deriva del coraz¨®n: coraza, decoro y coraje.
Coraza
"El humor es la gran coraza con la que uno se defiende de este valle de l¨¢grimas" (Camilo Jos¨¦ Cela)
La funci¨®n de la coraza es sobradamente conocida en la lucha: proteger las partes m¨¢s sensibles que pueden ser mortalmente da?adas en un combate. Tambi¨¦n es la concha que cubre a algunos animales, como las tortugas. No obstante, desde una perspectiva psicol¨®gica la coraza simboliza la protecci¨®n contra las posibles heridas del coraz¨®n.
Es conocida nuestra tendencia a acudir siempre a lo mental cuando presentimos que se avecinan el dolor y el miedo. La creencia de que no vamos a soportar seg¨²n qu¨¦ circunstancias hirientes acarrea tres tipos de respuesta: la evasi¨®n, la protesta y el exceso de raciocinio.
A menudo, darles vueltas a las cosas solo tiene por objeto evitar adentrarse en las profundidades de lo que duele. De ah¨ª la inutilidad de preguntarse tantas veces: ?por qu¨¦?, ?por qu¨¦?
Hay dos maneras, al menos, de abandonar ese caparaz¨®n de dureza que no permite al coraz¨®n expandirse plenamente. La primera es permitir que el dolor se exprese, en lugar de reprimirlo. El miedo a no poderlo soportar o la verg¨¹enza de hacerlo ante los dem¨¢s solo es una creencia. El coraz¨®n descansa y respira cuando se bate sin ataduras. La otra manera es generando confianza, es decir, aprendiendo a confiar en su sabidur¨ªa.
La neurocardiolog¨ªa admite la existencia de una red de m¨¢s de 40.000 neuronas relacionadas entre s¨ª formando lo que han llamado el "cerebro cardiaco". Es tal la sofisticaci¨®n de este cerebro que se ha comprobado que provee al coraz¨®n de la capacidad de sentir independientemente; por tanto, capacidad de procesar (aprendizaje), almacenar informaci¨®n (memoria) y tomar decisiones. En esencia, el coraz¨®n aparece ahora a la luz de la ciencia como un sistema inteligente.
Decoro
"La sed por el oro socava el decoro" (an¨®nimo)
La expresi¨®n parece haber entrado en desuso, aunque el "decoro" sigue siendo una demanda de la conducta social. Seg¨²n las definiciones formales, podr¨ªamos llamar decoro a la dignidad en el comportamiento y el aspecto. Dicha dignidad no consiste en una pose, lo que devendr¨ªa decoraci¨®n, sino en una actitud de hacer las cosas de forma autentica y arm¨®nica. Dicho de otro modo, hacerlas de coraz¨®n.
El decoro se basa en la bondad innata del coraz¨®n. Todo acto nacido en esa bondad no puede, ni quiera otra cosa, que no sea lo bello. La belleza adquiere dimensi¨®n cuando es contemplada desde el alma, en una percepci¨®n que trasciende la vista y la forma. Ante lo que realmente es bello, invisiblemente bello, nos sentimos arrebatados, dulcemente sacudidos en nuestro interior. All¨ª se despierta una contemplaci¨®n que nos deja sin palabras.
El decoro que se limita a lo est¨¦tico deviene escenario y convierte en actores a sus protagonistas. Lo que nace del coraz¨®n es una caricia de autenticidad, digna, y sobre todo amable hacia los dem¨¢s. Tal vez sea la amabilidad la perfecci¨®n del decoro.
Coraje
"Tres facultades hay en el hombre: la raz¨®n, que esclarece y domina; el coraje o ¨¢nimo, que act¨²a, y los sentidos, que obedecen" (Plat¨®n)
Solemos implorar coraje como llamada al valor de soportar adversidades. As¨ª como a los guerreros se les exig¨ªa bravura, a nuestros conflictos cotidianos y a la lucha contra nuestros miedos se nos propone que tengamos perseverancia, palabra que viene del griego proskartere, que literalmente significa ser intensivamente fuerte, soportar, permanecer de pie bajo cualquier circunstancia de sufrimiento.
En el ideograma chino y japon¨¦s, la palabra coraje quiere decir el amor que causa la habilidad de ser bravo. Al sugerir una actitud con coraje, no estamos haciendo una llamada a la valent¨ªa, ni a una fuerza extrema, ni muchos menos resignaci¨®n alguna ante el sufrimiento. En realidad, estamos soplando al coraz¨®n para que adquiera su fuego natural, en un acto de amor hacia uno mismo y hacia la vida. Porque amamos, somos bravos, y no a la inversa. Solo as¨ª pueden entenderse los gestos y las gestas extraordinarias que han conseguido muchas personas nada sospechosas de ocultar un ardido guerrero.
Dejarnos llevar por el coraz¨®n
"Los que de coraz¨®n se quieren solo con el coraz¨®n se hablan" (Francisco de Quevedo)
Como hemos visto, hay palabras con coraz¨®n aunque lo que interesa en el fondo es el coraz¨®n de las palabras, es decir, de d¨®nde emergen cuando son pronunciadas. M¨¢s all¨¢ de las etimolog¨ªas, de los usos del lenguaje y el contexto en el que se expresan, las palabras tienen sonoridad porque nacen en un vientre energ¨¦tico que las hace resonar. Pertenecen al sentir de nuestro interior, al estado de un organismo que respira y vibra seg¨²n le late el coraz¨®n.
A menudo hablamos de los caprichos del coraz¨®n como si de un loco aventurero se tratara, cuando en realidad es un sistema de inteligencia existencial. A diferencia del sofisticado complejo mental, el coraz¨®n guarda esencias imposibles de descifrar porque pertenecen al m¨¢s all¨¢ de uno mismo. Es nuestra fuente de alimentaci¨®n, el conector de una red invisible de interdependencias que crea un campo indestructible e imperecedero como es el amor. Si no nos dejamos llevar por sus manifestaciones sutiles y misteriosas, poco vamos a comprender este mundo. Mejor entonces dejarnos llevar por el coraz¨®n, por las expresiones que nacen en su regazo. A menudo nos deja sin palabras.
Amar sin ataduras
1. Libros
- 'Donde el coraz¨®n te lleve', de Susanna Tamaro. Seix Barral.
- 'El coraz¨®n de Buda', de Chogyam Trungpa. MTM.
- 'El campo', de Lynne Mc Taggart. Sirio.
2. Pel¨ªculas
- 'Los amantes del C¨ªrculo Polar', de Julio Medem. Sogetel.
- 'El amor en los tiempos de c¨®lera', de Mike Newell. New Line Cinema.
- 'Cadena de favores', de Mimi Leder. Warner Bross.
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