D¨¦ficit
De entre todos los ominosos acontecimientos que nos depar¨® este aciago agosto (pillajes multitudinarios en el Reino Unido, toma de Madrid por el integrismo papista, nuevo estallido de la crisis crediticia de la eurozona, anuncio de inminente reca¨ªda en la recesi¨®n...), ninguno puede compararse con el testamento pol¨ªtico que nos ha legado el presidente Zapatero antes de salir del poder. Me refiero a la reforma de la Constituci¨®n que ha vedado la posibilidad de gobernar mediante el recurso al d¨¦ficit p¨²blico. Una desafortunada herencia que adem¨¢s resultar¨¢ probablemente irreparable, pues no es f¨¢cil que vuelvan a darse las excepcionales circunstancias que han permitido reformar sin referendo el art¨ªculo 135 por el procedimiento de urgencia.
Para endeudarse no hace falta recurrir a mercados financieros, pues se puede apelar al ahorro nacional
La mayor¨ªa de los cr¨ªticos de la reforma han tendido a condenar las formas preservando el fondo del asunto. Pero mi posici¨®n es m¨¢s bien la inversa. No tengo serias objeciones que oponer en materia procedimental, pues al igual que no se puede devaluar la moneda tras un debate p¨²blico, porque se arruinar¨ªa el elemento sorpresa que resulta esencial, tampoco conven¨ªa someter la prohibici¨®n del d¨¦ficit a debate, ya que su ¨²nico objetivo real es el de impresionar favorablemente a los mercados financieros y al directorio europeo, y de perderse el tiempo en discusiones bizantinas se diluir¨ªa dicho efecto buscado.
Es verdad que semejante pragmatismo (el de que el fin justificaba el procedimiento de urgencia) no se ha sabido explicar, quiz¨¢ porque parec¨ªa obvio. Tambi¨¦n es cierto que las comunidades aut¨®nomas pierden autonom¨ªa financiera, como sucede en todo modelo federal. E igualmente debe reconocerse que se ha burlado la conveniencia de buscar el refrendo del pueblo soberano. Pero de ah¨ª a montar una escandalera, como han hecho los nacionalistas y la izquierda parlamentaria, hay una gran diferencia. ?Por qu¨¦ han optado por escenificar semejante ataque de victimismo, haci¨¦ndose los ingenuos sorprendidos en su fingida inocencia? Sin duda alguna, por electoralismo puro y duro. Con lo cual volvemos a caer en el conocido cord¨®n sanitario de los tiempos de la crispaci¨®n. Pero ahora los sometidos a cuarentena son los dos grandes partidos (que quedan as¨ª uncidos en una sorprendente gran coalici¨®n) mientras sus rivales se revisten de ofendida dignidad.
Pero si bien las formas podr¨ªan justificarse, no ocurre lo mismo con el fondo del asunto, que me parece rechazable. Es verdad que Rubalcaba logr¨® evitar el d¨¦ficit cero en t¨¦rminos contables que planteaba el PP. Pero incluso as¨ª, aun reconociendo que la distinci¨®n entre d¨¦ficit c¨ªclico y estructural amortigua los peores efectos de la reforma, lo cierto es que constitucionalizar la limitaci¨®n de la pol¨ªtica fiscal me parece un error de miop¨ªa pol¨ªtica. Pues si tenemos en cuenta que ya perdimos la pol¨ªtica monetaria, el margen de maniobra que ahora se le deja al Estado para gobernar la econom¨ªa queda reducido al m¨ªnimo. Por lo dem¨¢s, una Constituci¨®n ha de ser un reglamento imparcial capaz de dar juego a Gobiernos alternativos de ideolog¨ªas opuestas. Si hoy prohibimos a Keynes, ?qu¨¦ pasar¨¢ cuando una nueva mayor¨ªa pol¨ªtica decida resucitarlo (como puede suceder si fracasa la actual pol¨ªtica de austeridad tras asfixiar el crecimiento econ¨®mico)? En este sentido, yo recomendar¨ªa a los partidarios de la ortodoxia del equilibrio presupuestario que releyeran al gran Hirschman y su estrategia del desarrollo desequilibrado como mejor v¨ªa de crecimiento.
Es verdad que el Estado deudor pierde su autonom¨ªa pol¨ªtica y queda en poder de los mercados. Pero es que para endeudarse no hace falta recurrir a los mercados financieros, pues se puede apelar al ahorro nacional. Precisamente, el desaparecido Charles Tilly argument¨® que la democracia se hizo posible cuando los Gobiernos lograron ganarse la confianza de sus ciudadanos dispuestos a prestarle sus ahorros suscribiendo bonos del Tesoro (Confianza y gobierno, Amorrortu, 2010). As¨ª se puede financiar el d¨¦ficit del Estado para invertir a largo plazo en el desarrollo del pa¨ªs mediante la creaci¨®n de bienes p¨²blicos como las infraestructuras o los servicios esenciales (educaci¨®n, I+D, etc). Es lo que hizo el canciller Bismarck con su revoluci¨®n desde arriba que unific¨® y construy¨® la Alemania moderna. O lo que tambi¨¦n hizo el canciller Kohl cuando la reunific¨® tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. Algo que nunca hubiera podido acometerse bajo la prohibici¨®n del d¨¦ficit introducida por la canciller Merkel (mereciendo por ello acerbas cr¨ªticas de su mentor Kohl). Y algo que tampoco podr¨¢ hacerse ya en Espa?a, tras la prohibici¨®n constitucional del d¨¦ficit p¨²blico decretada por la gran coalici¨®n de Zapatero y Rajoy.
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