Fe
Envidia sent¨ª el domingo al leer el art¨ªculo de Javier Mar¨ªas donde arramblaba contra la concentraci¨®n de j¨®venes cristianos en Madrid. Mar¨ªas, con su mala uva literaria, goza de la autoridad para ciscarse en cualquier reuni¨®n, ya sean las procesiones o las recepciones de Estado si perturban su paseo o su descanso. Resulta bien estimulante leer su desahogo del EPS. Al haber sido educado entre sacerdotes y centros juveniles cat¨®licos llenos de canto alegre y cine formativo, tengo por ellos una simpat¨ªa culpable. Esos chicos de botell¨®n de refresco y comida basura en Madrid me resultaban familiares, por m¨¢s que sepa, por experiencia propia, que sus trasnoches dedicados a homenajear la vida consagrada esconden instintos menos caramelizados.
Ten¨ªa Mar¨ªas razones de peso para considerar los d¨ªas de agosto un contrasentido absoluto con el discurso mantenido por la curia durante las dos legislaturas socialistas, present¨¢ndose perseguidos y v¨ªctimas de atentados laicistas. En vista de los resultados favorables en las pr¨®ximas elecciones resultaban inoportunas y faltas de r¨¦dito todas las declaraciones contra el Gobierno, as¨ª que durante la visita del Papa se suprimieron; no tocaba. Ahora vendr¨¢n a?os de silencio eclesial donde la gente podr¨¢ abortar, divorciarse, casarse entre gays, sin que el poder pol¨ªtico se sienta culpable.
Pero quiz¨¢ el instante m¨¢s impagable de la entrega televisiva al catolicismo tuvo lugar en la tertulia de Intereconom¨ªa que modera Mario Conde. En el debate, entretenido y muy bien llevado por su presencia madura y pausada, se mostr¨® el acuerdo de cuatro chicos cat¨®licos sobre lo perseguido y ridiculizado que est¨¢ el ser cat¨®lico hoy d¨ªa. A la pregunta del moderador sobre si se pod¨ªa ser cat¨®lico y estar a favor del derecho al aborto, los cuatro contestaron con un no rotundo. Pero una de las chicas quiso ir m¨¢s lejos y expresarle a Conde la incoherencia de esa actitud: "Eso es tan imposible como ser cat¨®lico y robar". Entonces, al recordar todos el pasado del moderador, hubo un inc¨®modo silencio, y hasta una rectificaci¨®n. "Bueno, no se trata de comparar pecados". Se remont¨® el bache y se prosigui¨® con la conversaci¨®n agradable y sin desacuerdos, pero sobrevol¨® la idea de que pese a tantos fastos exhibicionistas, la fe se protege mejor en el comportamiento ¨ªntimo.
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