La visita que no toc¨® el timbre
Como Francisco Camps persista en su actitud de presentarse all¨ª donde no le llaman, corre el serio peligro de convertirse en el convidado de piedra para rechifla general, un tanto a la manera del novio despechado que insiste ante la que fue mujer de sus sue?os y que apenas si repara en una presencia ya m¨¢s engorrosa que otra cosa. A lo mejor es que trata todav¨ªa de ayudar a los suyos a su manera y en lo que pueda, pero yo me permitir¨ªa rogarle que se tome un descanso largo, que no se preocupe por nosotros m¨¢s de lo que lo ha hecho -con los resultados de todos conocidos-, y que cuente hasta cien antes de echar una mano que parece cualquier cosa excepto inocente. Bastante l¨ªo tienen ya los suyos con lo suyo como para que reaparezca de tapadillo haciendo de inestable puente entre el pasado y el futuro, as¨ª que mejor se dedica a mancebo de farmacia que hurga en la rebotica para componer qui¨¦n sabe que mejunjes caducados. Si no est¨¢s invitado a la fiesta, mejor que no acudas, salvo que quieras inmolarte, porque a la pr¨®xima no s¨®lo no te invitan sino que recibir¨¢s un tarjet¨®n en el que se recuerda que no formas parte del grupo de invitados.
Pasando a otra cosa, otra decisi¨®n espeluznante es la de Julian Assange y su Wikileaks, resuelto a proporcionar la totalidad de los cables recibidos sin editar, es decir, incluyendo el nombre de las fuentes suministradoras, una decisi¨®n inexplicable y de mucho peligro que puede llevar a la ruina a cientos de personas. Ya se sabe que el periodista jam¨¢s debe revelar sus fuentes, y menos todav¨ªa con un material tan sensible como el que Wikileaks proporcion¨® a peri¨®dicos de mucho prestigio. Si a eso se a?ade que el samaritano informador est¨¢ inmerso en procesos judiciales por presunto acoso sexual (lo mismo, mira por donde, que el todopoderoso ex director del FMI: se ve que, como dec¨ªa Bujadin Boskov sobre el f¨²tbol, sexo ser sexo), el resultado se resume en las declaraciones de uno de sus colaboradores, que se larg¨® del asunto en cuanto comprendi¨® que se encontraba m¨¢s bien en una secta que en una "supuesta organizaci¨®n de derechos humanos", entre otras observaciones de mayor gravedad que acaso se enmarcan sin m¨¢s adjetivos en el terreno de lo delictivo. ?Ser¨¢ verdad que, como aventura alg¨²n historiador de la antig¨¹edad, en la historia de los profetas se sigue el rastro de la historia de la locura?
Puede ser una hip¨®tesis a tomar en cuenta para quien ha observado con horror en la tele las im¨¢genes de la estruendosa visita del Papa y las bandadas de hooligans revoloteando a su alrededor cual pajarillos hu¨¦rfanos privados de nido que acuden cegados por el brillo del oro de la hipocres¨ªa, pues hay que estar algo tarumba para hacer el tonto a conciencia, con sus cancioncillas de adolescente terminal y todo, alrededor de un personaje de tal calibre.
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