Un techo por 106 millones
El torneo, con un poderoso m¨²sculo financiero y numerosos medios, es de los pocos sin cubierta
El desbarajuste es absoluto y ya afecta a todos los grandes nombres de un torneo ahogado en lluvia: los encuentros que deb¨ªan enfrentar ayer en cuartos de final al suizo Roger Federer contra el franc¨¦s Jo-Wilfried Tsonga, y a los serbios Novak Djokovic y Janko Tipsarevic, tambi¨¦n fueron suspendidos.
Uno de esos favoritos tendr¨¢ que disputar tres partidos a cinco sets en cuatro d¨ªas para clasificarse para la final si esta sigue programada para el domingo. Una cosa dificulta eso: uno de los competidores que marcha por el lado del cuadro de Rafael Nadal jugar¨ªa cuatro partidos en cuatro d¨ªas si el encuentro decisivo no se traslada al lunes, como ha ocurrido en los ¨²ltimos tres a?os. Al cierre de esta edici¨®n se intentaba retomar al menos el cuadro femenino.
La organizaci¨®n dedica un m¨¢ximo de 19 millones en premios para los jugadores
Como ironiz¨® Djokovic: "Quiz¨¢s el torneo deber¨ªa plantearse construir un techo". Eso, seg¨²n c¨¢lculos de la organizaci¨®n, cuesta 150 millones de d¨®lares (unos 106 millones de euros) m¨¢s el sueldo de los t¨¦cnicos ocupados en su mantenimiento. Una minucia para un torneo grande con un poderos¨ªsimo m¨²sculo financiero.
Cada a?o, el Abierto de Estados Unidos ingresa unos 177.000 euros por alquilar cada uno de los m¨¢s de 90 palcos vips de la pista Arthur Ashe, para un total de m¨¢s de 16 millones de euros. No es, evidentemente, la ¨²nica fuente de ingresos del torneo, un mar de carteles publicitarios. La cita estadounidense tiene la friolera de 16 patrocinadores. Goza de tres contratos televisivos con otras tantas cadenas estadounidenses. 180 emisoras de otros pa¨ªses pagan por recibir esa se?al. M¨¢s de 700.000 espectadores (721.059 es el r¨¦cord, de 2009) pagan sus entradas para ver partidos. Y, de todo eso, el torneo solo dedica un m¨¢ximo de 19 millones de euros en premios para los jugadores.
Frente a la lluvia, una exhibici¨®n de medios. Cuando par¨® de llover, una decena de secadoras sobre ruedas, iguales que las grandes segadoras de cualquier jard¨ªn, asalt¨® el cemento de las pistas. Los operarios se afanaban vestidos con blancos monos futuristas, en cuyas espaldas se pod¨ªa leer el rimbombante t¨ªtulo de T¨¦cnico de Pistas. Entre el p¨²blico, animado por el It's raining men de los altavoces, se produjo un coral concierto de paraguas. No hubo techo en la central para que se guarecieran los espectadores.
Es un signo de la artrosis del torneo, anticuado hasta en comparaci¨®n con citas que no son grandes: no solo Wimbledon y el Abierto de Australia tienen techo retr¨¢ctil; no solo Roland Garros tiene proyectado construir el suyo para 2016... el masters 1000 de Madrid, un torneo de categor¨ªa menor, tiene tres pistas con otras tantas cubiertas.
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