Los sonajeros del progreso
Narrativa. La historia de las exploraciones humanas son siempre exploraciones de nuestros l¨ªmites. No buscamos lo que no conocemos sino la afirmaci¨®n de conocimientos ya adquiridos. En nuestra arrogancia, no vemos sino lo que queremos ver: ante el resto nos vendamos los ojos. La ciencia elabora para consolarnos o entretenernos argumentos de ciencia-ficci¨®n, pero en realidad no hace m¨¢s que responder a tradicionales expectativas. Lo inimaginable, lo impensable, lo incre¨ªble queda por ser dicho. Entretanto, seguimos siendo polvo de estrellas, naciendo y muriendo en un breve e incomprensible parpadeo. "?Qui¨¦n nos ha hecho esto?", pregunta uno de los alucinados tripulantes de la nave espacial enviada para explorar el planeta Solaris. "?Fue Gibarian? ?Giese?", dice nombrando a otro astronauta y a uno de los historiadores del planeta. "?Einstein? ?Plat¨®n? Eran todos unos delincuentes ?sabes? Piensa que, en el interior de un cohete, el ser humano puede estallar como una burbuja, o solidificarse, o cocerse, o vaciarse de sangre tan r¨¢pido que no le d¨¦ tiempo ni a gritar; despu¨¦s, los huesecillos golpear¨¢n las paredes de chapa, mientras dan vueltas por las ¨®rbitas de Newton corregidas por Einstein; ?son los sonajeros del progreso!". Los sonajeros del progreso no anuncian la edad adulta de la humanidad, s¨®lo nuestra propia infancia. Quiz¨¢s a eso se refer¨ªa la conclusi¨®n de ese otro gran cl¨¢sico, con la imagen del feto flotando en el espacio, 2001: Odisea del espacio de Isaac Asimov, cuya deuda a Solaris de Stanislaw Lem no ha sido suficientemente reconocida.
Solaris
Stanislaw Lem
Traducci¨®n de Joanna Orzechowska
Introducci¨®n de Jes¨²s Palacios
Impedimenta. Barcelona, 2011
292 p¨¢ginas. 20,95 euros
El poeta Czeslaw Milosz, contempor¨¢neo de Lem, dijo que 'Solaris' parafraseaba "las etapas de la vida humana"
El argumento de Solaris (trasladada a la pantalla primero por Andr¨¦i Tarkovski en 1972, y luego por Steven Soderbergh en 2002) es conocido: enviado en una misi¨®n a la estaci¨®n espacial Prometeo, sobrevolando el planeta Solaris, el psicoanalista Kelvin descubre que los miembros de la estaci¨®n han sido invadidos por extra?as presencias. Intentando descubrir la causa, Kelvin mismo recibe la visita de una misteriosa mujer del todo parecida a su esposa muerta. ?Qu¨¦ produce estas v¨ªvidas pesadillas, a estos seres presentes pero no vivos, cada uno el fantasma de la memoria de uno de los exploradores de Solaris? ?Es el planeta mismo, ese mar extra?o y gelatinoso, quien crea estas alucinaciones? ?Es Solaris una criatura viva, capaz de "pensar" la realidad? El poeta Czeslaw Milosz, contempor¨¢neo de Lem, dijo que Solaris parafraseaba "las etapas de la vida humana", intensificando "la angustia habitualmente velada por nuestra rutinaria aceptaci¨®n de lo inevitable". Esto, dicho dentro del contexto de la dictadura comunista, fue considerado como una audaz cr¨ªtica al sistema, pero sin duda Milosz propon¨ªa una lectura m¨¢s all¨¢ de la pol¨ªtica. En Solaris, Lem hace expl¨ªcita su convicci¨®n de que nuestra herencia mental, nuestra identidad misma como seres humanos, depende de nuestra consciencia, del hecho de saber que existimos y que el universo existe. Sin embargo, definiendo esa consciencia, marcando sus l¨ªmites, existe un inmenso espacio ocupado por aquello que no imaginamos, aquello que (como confes¨® alguna vez Stephen Hawking), a pesar de poder un d¨ªa ser conocido, quiz¨¢s no podr¨¢ nunca ser imaginado. Esta noci¨®n, de un entendimiento que nuestra imaginaci¨®n no puede concebir, es infernalmente atroz. Solaris encarna esa intolerable expectativa.
Nada asombrosamente, Solaris ha pasado de ser un cl¨¢sico indiscutible de la ciencia-ficci¨®n a ser simplemente un cl¨¢sico indiscutible. Publicada originalmente en Polonia en 1961, bajo el r¨¦gimen comunista, al poco tiempo fue traducida, primero al alem¨¢n, luego al franc¨¦s y del franc¨¦s al ingl¨¦s, procurando para Lem una celebridad universal. La esmerada traducci¨®n al castellano de Joanna Orzechowska, la primera hecha directamente del polaco, recupera para el lector espa?ol sutiles cambios de estilo y de humor, un lenguaje compuesto de t¨¦rminos inventados, juegos de palabras, jerga cient¨ªfica, que las anteriores ediciones castellanas ignoraban. Solaris puede leerse ahora con el esmero y la atenci¨®n que un cl¨¢sico merece.
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