Las viejas recetas
?Lo que estamos aprendiendo de econom¨ªa a cuenta de la crisis! Sab¨ªamos lo de andar por casa pero de la llamada "macroeconom¨ªa", la gente en general conoc¨ªa poco. El com¨²n de los mortales, lo m¨¢s que manejaba eran t¨¦rminos como el PIB , el IPC o la EPA, mientras que ahora en las tabernas se habla con soltura del d¨¦ficit p¨²blico, del "bund" y de las empresas de rating. Para la mayor¨ªa de los espa?oles, hace tan solo un par de a?os la "prima de riesgo" era esa chica estupenda y comprometedora que pod¨ªa crearnos un conflicto familiar. Ahora la prima, lejos de provocarnos sue?os h¨²medos, parece la peor de nuestras pesadillas. Atendemos su evoluci¨®n cada ma?ana como si en el maldito dato nos fuera la vida. As¨ª nos lo han hecho sentir quienes a golpe de titular y como en la melod¨ªa del Bolero de Ravel han ido subiendo el tono de sus augurios hasta agotar todos los adjetivos que la Real Academia de la Lengua reserva para describir debacles.
Si gastas m¨¢s de lo que ganas, depender¨¢s de otros y estar¨¢s en situaci¨®n de riesgo
Presagios que nos han sumido en la incertidumbre proyectando fantasmas que cre¨ªamos desterrados para siempre. As¨ª hemos aprendido a odiar a "los mercados", un odio desconcertante porque estamos habituados a desatar nuestra ira contra personas o colectivos a los que ponemos cara y ojos y "los mercados" no sabemos muy bien qui¨¦nes son. Con todo, lo m¨¢s perturbador es cuando nos tratan de explicar que nuestros ahorros y quienes los administran son parte de ese odioso mercado y que si los mueven de una forma tan despiadada es para beneficiarnos.
Al final lo ¨²nico que nos queda claro es que algo funciona muy mal en el sistema financiero cuando unos cuantos tiburones pueden darse el lujazo de poner a pa¨ªses enteros al borde de la quiebra especulando con el dinero que otros les conf¨ªan. Y lo que resulta a¨²n m¨¢s desolador es que los pol¨ªticos e instituciones que nos representan se muestran incapaces de hacerles frente. El inter¨¦s superlativo que suscita la crisis nos ha inducido a devorar los an¨¢lisis y reflexiones que elaboran los economistas de renombre a pesar de lo cual tampoco en ellos terminamos de hallar el norte.
Grandes gur¨²s, reputados visionarios y premios Nobel emiten juicios o prescriben recetas tan dispares o contradictorias para conjurar el apocalipsis que apostar por una v¨ªa concreta constituye un acto de fe. En tales circunstancias el ¨²nico asidero posible es el viejo, trasnochado y puede que vulgar pero siempre fiable sentido com¨²n. Ese sentido que tratamos de aplicar en nuestra econom¨ªa dom¨¦stica y que nos permite defender las cuentas de casa para llegar a fin de mes. El mismo que nos dice que tanto ganas y tanto puedes gastar y que si gastas menos de lo que ganas podr¨¢s ahorrar un poco y prevenir adversidades, En cambio si gastas m¨¢s de lo que ganas siempre depender¨¢s de otros, estar¨¢s en situaci¨®n de riesgo y tendr¨¢s un mont¨®n de papeletas para acabar en la ruina.
Aplicada esa visi¨®n simplista a la econom¨ªa con may¨²scula parece cuanto menos sensato el equilibrio de las cuentas p¨²blicas por la v¨ªa constitucional y habr¨¢ que desconfiar a priori de quienes lo critican arrog¨¢ndose la defensa del estado del bienestar como si los servicios p¨²blicos pudieran mantenerse eternamente viviendo de prestado. En cuanto al otro gran problema, el del paro, mucho me temo que tampoco haya ensalmos ni p¨®cimas milagrosas. Nada que no provenga de la imaginaci¨®n, el esfuerzo personal y el esp¨ªritu de superaci¨®n de los emprendedores cuya iniciativa los gobiernos tienen la obligaci¨®n de estimular y no limitarse a orde?arlos.
La suma de individualidades levant¨® este pa¨ªs en condiciones bastante m¨¢s adversas cuando en Espa?a no hab¨ªa autopistas ni trenes de alta velocidad. Espa?oles que decidieron crear puestos de trabajo y no esperar a que les cayeran del cielo. Algunos incluso se marcharon fuera con una maleta de cart¨®n y sin saber una papa de idiomas. Ahora hay erasmus biling¨¹es y triling¨¹es con una formaci¨®n de lujo que se resisten a moverse de casa y renunciar a la sopa boba. Por mucha econom¨ªa de altos vuelos que hayamos aprendido solo las viejas recetas nos sacar¨¢n del hoyo.
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