El ojo velado del terror
No hay quien borre esas im¨¢genes. Han pasado diez a?os, pero pueden pasar muchos m¨¢s. Entre quienes las vieron aquella ma?ana clara de septiembre no habr¨¢ quien las elimine de sus memorias. No hablemos ya de quienes sufrieron y sobrevivieron a aquellos ataques fulgurantes que destruyeron los s¨ªmbolos m¨¢s altos, f¨ªsicamente incluso, del poder del dinero y de la fuerza militar. La huella devastadora en los cuerpos de miles de personas y en las mentes de millones tiene la fuerza de una guerra entera de exterminio. Y as¨ª lo entendieron Estados Unidos y el mundo. Con un ataque terror¨ªfico a las dos metr¨®polis, pol¨ªtica y econ¨®mica, americanas, que es como suelen terminar las guerras, empez¨® la que George W. Bush declar¨® al terrorismo, con el prop¨®sito de restaurar su capacidad disuasiva en el mundo despu¨¦s de sufrir en su territorio lo que era la mayor afrenta militar de su historia, jam¨¢s osada anteriormente, ni por Jap¨®n y Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, ni por supuesto por la URSS durante la guerra fr¨ªa.
Mucho se ha visto y se ha contado de aquellas horas de conmoci¨®n. Sabemos c¨®mo lo vivieron los principales responsables del Gobierno de Estados Unidos. Centenares de testigos han explicado su experiencia. Todos hemos narrado en un momento u otro qu¨¦ est¨¢bamos haciendo en aquellos instantes l¨²gubres. Centenares de libros, reportajes y pel¨ªculas nos han explicado minuto a minuto aquella agon¨ªa y el terror de los d¨ªas que siguieron, cuando se fue ensanchando la herida en nuestras mentes y los principales responsables de la Casa Blanca temieron vivir sus ¨²ltimas horas de vida antes de un ataque de mayores dimensiones. Decenas de teor¨ªas para todos los gustos han intentado explicar lo que no cabe en una mente humana, la raz¨®n para tanto dolor, los motivos para el nihilismo hipn¨®tico que moviliz¨® a los suicidas. Conspiraciones paranoicas, fobias racistas y religiosas, profec¨ªas y viejas inscripciones en textos sagrados ali?an muchas de esas explicaciones que nada explican.
Y sin embargo, diez a?os despu¨¦s, sabemos mucho, casi todo, de Al Qaeda y de su disminuida estructura, en buen parte f¨ªsicamente liquidada y pol¨ªticamente derrotada, despu¨¦s de que consiguiera alcanzar con su zarpa todos los continentes. Pero la idea de un ataque simult¨¢neo y a gran escala a los corazones financiero y militar del mundo ser¨¢ dif¨ªcil que deje de golpear en la mente de quien todav¨ªa hoy intente penetrar en el significado de aquellas im¨¢genes incre¨ªbles del horror que cambiaron la historia. El 11-S es todav¨ªa un ojo ciego que nos mira, la cuenca vac¨ªa de una calavera que nos sonr¨ªe, en la que podemos vernos a nosotros mismos, los humanos de todas las razas y religiones, con toda nuestra capacidad de fanatismo y de destrucci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.